La Razón (1ª Edición)

La estrella fugaz

- POR PILAR FERRER

¿Dónde estás Cayetana en la campaña catalana? La pregunta corría por los círculos políticos de Cataluña hasta el pasado viernes cuando la diputada número uno por Barcelona apareció en público. El candidato del PP, Alejandro Fernández, le dio un pequeño corte de mangas a la cúpula de Génova trece y reunió en un acto electoral a dos pesos pesados del ala dura del partido, Alejo Vidal-quadras, ya retirado de la vida pública, y Cayetana Álvarez de Toledo, eclipsada por la actual dirección nacional. Sea para recordar los mejores momentos del PP catalán, cuando alcanzó diecisiete diputados, y que Cayetana logró con su escaño situarse por delante de Ciudadanos y Vox, a pesar de que cosechó los peores resultados, lo cierto es que Fernández decidió afianzar su flanco derecho ante la amenaza de sorpasso del partido de Santiago Abascal. Los dos están ahora defenestra­dos: La cabeza de Vidal-quadras le fue entregada en bandeja por José María Aznar a Jordi Pujol como cesión del famoso Pacto del Majestic, y la polémica Cayetana fue destituida por Pablo Iglesias como portavoz en el Congreso. Sin pelos en la lengua, una vez más, Cayetana lanzó un aviso: «El centro no es el punto medio entre el delito y la ley, ni entre el separatism­o y la Constituci­ón».

Nadie puede negarle a Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-ramos, XIV Marquesa de Casa-fuerte, su verbo brillante y su inteligenc­ia. Pero tampoco su perfil de verso suelto, ajena a toda disciplina de partido. Rebelde, caustica, altiva y mediáticam­ente agresiva, siempre ha ido por libre. Apuesta personal en su día de José María Aznar, jefa de gabinete del entonces entonces Secretario General, Ángel Acebes, en desacuerdo y muy crítica contra la política de Mariano Rajoy, volvió a ser rescatada por Pablo Casado que la encumbró como portavoz en el Congreso. Sus intervenci­ones fueron sonoras, hasta acusar a Pablo Iglesias de ser «hijo de un terrorista». Su protagonis­mo y tanto hacer su única voluntad colmaron la paciencia de la dirección nacional, sobre todo del número dos, Teodoro García-egea, hasta que Casado la cesó como portavoz el grupo parlamenta­rio. Desde entonces ha permanecid­o en su escaño apartada de la escena política. Es la suya una carrera de rutilante liderazgo al ostracismo. De la potente energía dialéctica en el hemiciclo, a diputada de a pié. Como una estrella fugaz, Cayetana brilló con luz propia y después se apagó.

Aunque nunca se puede predecir por dónde saldrá y qué nuevas sorpresas dará, esta mujer rubia, menuda e indiscipli­nada nació en Madrid de padre francés y madre argentina. Aristócrat­a de pedigrí, es hija de Juan Illán Álvarez de Toledo y Giraud quien, según la propia Cayetana, combatió en la Resistenci­a francesa durante la Segunda Guerra Mundial tras el desembarco de Normandía y procede de una de las familias de la alta nobleza. Su madre, Patricia Peralta Ramos y Madero proviene de una familia patricia argentina cuyo origen se remonta a principios del siglo XVI, durante el virreinato español en Sudamérica. Un linaje que sacaba de los nervios al podemita Pabloigles­ias cuando la tildaba con desprecio de «la marquesita». Cayetana nunca se achantó y la replicaba con unos dardos envenenado­s de campeonato. Con cuatro hermanos por parte de padre, Francisco, Marcos, Sandra y Carmen, y una hermana por vía materna, Tristana, a la muerte de su padre ella misma lo confirmó: «Como mis hermanos viven en Francia, hemos acordado que el Marquesado de Casa-fuerte lo herede yo».

Con triple nacionalid­ad española, francesa y argentina, Cayetana pasó sus primeros años en Londres dónde se licenció en Historia Moderna por la Universida­d de Oxford y obtuvo el Doctorado con una tesis sobre el obispo Juan de Palafox, virrey de España, dirigida por el hispanista John Elliot. En la capital británica conoció a su marido, Joaquín Güell y Ampuero, descendien­te de una de las familias catalanas de mayor abolengo. Su antepasado, Eusebi Güell y Bacigalupi, fue mecenas de Antonio Gaudí y el árbol genealógic­o está repleto de ilustres de la burguesía catalana. Por vía materna, su familia pertenece también a la aristocrac­ia vasca. Se casaron en el año 2001 y se instalaron en una lujosa vivienda en Madrid cerca del templo de San Jerónimo el Real. Padres de dos niñas, Cayetana y Flavia, la pareja se separó hace unos años y Joaco, como le conocen sus amigos, economista por la Universida­d de Harvard, reside en la capital británica como director de un Fondo de Inversión. A pesar de su separación, mantienen buena relación y así se les pudo ver juntos en la capilla ardiente de su gran amigo, el también aristócrat­a Jaime Carvajal y Hoyos. Se diría que el alto linaje rodea siempre su vida.

Historiado­ra, periodista y tertuliana, fundó la plataforma «Libres e iguales» y dirigió el área internacio­nal de FAES, la cantera ideológica del PP en tiempos de José María Aznar. Apoyada por el ex presidente del Gobierno y Esperanza Aguirre, ejerció de referente ideológico hasta enfrentars­e a Mariano Rajoy a quien criticó duramente por su política de regeneraci­ón democrátic­a, el separatism­o catalán y deterioro de las institucio­nes públicas. Estos ataques provocaron numerosas críticas contra Pablo Casado cuando, al ganar las primarias, decidió llamarla de nuevo para el PP y nombrarla portavoz en el Congreso. Ello suscitó reacciones negativas de varios «barones», entre ellos las del presidente de Galicia, Alberto Núñez-feijóo, quien pidió expresamen­te que no participar­a en la campaña electoral gallega. Su designació­n como diputada por Barcelona fue también muy criticada ya que, pese a obtener el escaño, el PP obtuvo los peores resultados de su historia. Ahora, la amenaza de Vox ha hecho que el candidato Alejandro Fernández la luzca en un acto, aunque la apuesta de la dirección nacional para el flanco duro en la campaña catalana es la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Heroína y brillante para unos, villana y desleal para otros, Cayetana Álvarez de Toledo no deja a nadie indiferent­e.

Heorína y brillante para unos, villana y desleal para otros. Ahora nadie cuenta con ella

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PLATÓN
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