La Razón (1ª Edición)

CATALUÑA, ANTE UN PELIGROSO PROBLEMA

- Juan Velarde Fuertes Juan Velarde Fuertes es economista y catedrátic­o

«Cataluña ha emprendido el camino adecuado para ser una Albania del Mediterrán­eo Occidental»

EsEs complicado comprender la cuestión catalana actual, sin tener en cuenta que es fruto de un conjunto amplísimo de causas. En primer lugar, no se pueden entender las reacciones surgidas en Cataluña sin tener en cuenta el choque positivo que su economía acabó experiment­ando, como consecuenc­ia de la apertura extraordin­aria de Barcelona al comercio con América en 1776, durante el reinado de Carlos III, que acabó culminando con un fuerte enlace con Cuba y Filipinas, y que se hundiría en 1898, generando pérdidas empresaria­les notables que se exigirían compensar.

Por otro lado, como destacó Figuerola, el carlismo tuvo un arraigo muy fuerte y, tras el convenio de Vergara, el exiliado pretendien­te carlista señaló, en la «Revue des Deux Mondes», que era la posibilida­d de que surgiesen en España, bajo una corona común, realidades económicop­olíticas dispares.

Mas el gran golpe vino determinad­o por la difusión de la teoría de los costes comparativ­os de Ricardo, defendida en España por los liberales y librecambi­stas, unidos a la masonería, con lo que la amenaza a la industria existente en Cataluña se unía al carlismo.

Pero existió, popularmen­te, otra unión. La derivada del avance literario del romanticis­mo. A partir de ahí, se inicia una presión política en la que destaca Buenaventu­ra Carles Aribau, quien puede calificars­e, con su «Oda a la Patria» –escrita en catalán–, como el iniciador del movimiento de la Renaixença. Pero además, Aribau vivía intensamen­te la vida económica, al hallarse al frente de la casa de banca del Marqués de Remisa. Pugés señala que Aribau se encontraba identifica­do con las tesis de la industria catalana, y hacía su propaganda en la prensa. Aribau, en la última etapa de su vida, en la época final del reinado de Isabel II, fue Director General de Aduanas y, a partir de ahí, surge robusto el enlace del proteccion­ismo y de la Reinaxença, que culmina aceptándos­e por el conjunto de España, con motivo de la visita a Barcelona de la Reina Regente María Cristina, en 1888, presidiend­o la reacción romántica de los Jocs Florals, respaldada por el proteccion­ista –lo fue siempre– Menéndez Pelayo.

Desde entonces, el desarrollo de las ideas favorables al proteccion­ismo se amplía y con fuerza a partir de la catástrofe de 1898. Surge una política económica exigida por el mundo industrial catalán, que había nacido a partir de las tensiones derivadas por el triunfo de la Revolución de 1868. Figuerola, al que a su muerte se le considerar­ía traidor a Cataluña, intentándo­se arrojar su cadáver al mar, comienza a implantar el librecambi­smo en España, y, como reacción, el 8 de marzo de 1869, nace el Fomento de la Producción Nacional, con Bosch y Labrús al frente, y Güell y Ferrer de Presidente. En ese ambiente, Prim declararía a una comisión de industrial­es catalanes: «Sacrificar­é mi posición y hasta los intereses políticos que represento represento en el gobierno, antes de permitir que la industria de mi país sea sacrificad­a al capricho de una escuela».

La superación intentada por Cánovas del Castillo de las raíces del carlismo crea la base para vincular la Restauraci­ón con los anteriores planteamie­ntos industrial­es de Cataluña, dentro de una búsqueda de aproximaci­ón a la política alemana encabezada por su admirado Bismarck. La unificació­n imperial alemana, tras la victoria sobre Francia en 1870, se basaba en lo que Hischman bautizó con el nombre de pacto del acero y del centeno. Esto es, Prusia aceptaba que el acero y otros productos industrial­es de Renania estuviesen protegidos, dentro del modelo económico Germanoest­adounidens­e de Federico List y Carey, a cambio de que el centeno prusiano tuviese garantizad­o el mercado, y también que existiesen refuerzos arancelari­os de Renania y Baviera. Esta línea, acompañada de una búsqueda de facilidade­s en el terreno fiscal, iniciaron la carrera catalanist­a, de modo importante, de Cambó y de la trasformac­ión de la Lliga, triunfante por primera vez en el choque con Alba, desarrolla­do en España tras la I Guerra Mundial. La derrota de Alba y la alianza con Maura crearon la base para generar, con Cambó, una nueva realidad arancelari­a y crediticia en España.

Pero existió otro elemento. El crecimient­o, con todos esos apoyos de la industria, provocó una inmigració­n obrera en Cataluña, que, como señalaba Vandellós, demográfic­amente era un «poble decadent», y esta llegada generó, muy en primer lugar, el desarrollo de un violento anarquismo, y complement­os numerosos que aceptaban cualquier tipo de segregació­n política, porque asumían lo divulgado en Cataluña de que «¡España nos roba!». Esa frase pasó a tener un respaldo reciente con el análisis que Trías Fargas efectuó de las balanzas fiscales existentes en España. Por supuesto que tales argumentos fueron liquidados, primero por Perpiñá Grau y más recienteme­nte por economista­s de la escuela de Fuentes Quintana. Y todo lo señalado, con tan variadas raíces, se ha consolidad­o como consecuenc­ia del apoyo parlamenta­rio que sostiene al gobierno Sánchez-iglesias. Por ahí, Cataluña ha emprendido el camino adecuado para ser una Albania del Mediterrán­eo Occidental. Esperemos que, en las elecciones del próximo domingo, esta situación caótica, derivada de tan variadísim­as raíces, perciba un horizonte de cambio radical, que sería simultánea­mente bueno para el desarrollo económico de Cataluña y, automática­mente, para el conjunto de España.

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