Rusia se jacta de las diferencias en el Gobierno con los presos del 1-O
Ochenta y dos eurodiputados piden la dimisión del jefe de la diplomacia
La eurodiputada liberal Hilde Vautmans le recordó ayer al máximo representante de la diplomacia comunitaria, Josep Borrel, cómo se trata un oso: con miel y un palo. Tras la humillación sufrida en su viaje a Moscú, el propio Borrell reconoce que ha llegado el momento de olvidar lo primero para centrarse en lo segundo. El político español compareció ayer ante el pleno del hemiciclo europeo para explicar los pormenores de su viaje a Rusia y siguió defendiendo contra viento y marea su iniciativa diplomática, independientemente de los resultados.
«La política exterior no puede ser reducida a dirigir comunicados escritos desde distancias seguras desde mi oficina en el Berlaymont o el Servicio de Acción Exterior. Es importante mostrar nuestras preocupaciones de manera directa, en persona y en el momento oportuno y el lugar adecuado», se defendió ayer. Unos argumentos que volvió a esgrimir tras la catarata de críticas de una gran parte de los eurodiputados. Borrell recordó que en los últimos años, hasta 19 delegaciones nacionales de ministros de Asuntos Exteriores se han desplazado a Rusia. ¿Pueden ir ellos y no el Alto Representante?, inquirió el español visiblemente más cómodo que en su intervención inicial ante su señorías.
«La situación de [Alexei] Navalni requería nuestra presencia allí. ¿Creen que no me habría gustado enzarzarme con Lavrov sobre esa comparación de un disidente que intentaron envenenar y ahora encarcelan con algún eurodiputado de esta Cámara?», se preguntó en referencia a la analogía entre los líderes independentistas catalanes y el líder opositor encarcelado tras un intento de asesinato por parte del Kremlin.
La visita a Moscú de la semana pasada venía precedida por la polémica, ya que varias capitales europeas –repúblicas bálticas y países del Este– le habían pedido que cancelara este trayecto y grupos políticos como el Partido Popular Europeo (PPE) y los liberales de Renew Europe también mantenían muchas reservas sobre el éxito de esta empresa. Creían que esta iniciativa tenía sentido tan solo si el Alto Representante se reunía con el disidente Alexei Navalni.
Pero París y Berlín estaban a favor del deshielo con Rusia y creían que el español debía testar las aguas, aun a costa de salir trasquilado. Tras una tensa rueda de prensa conjunta con Lavrov, se supo que tres diplomáticos europeos habían sido expulsados por haber participado en las manifestaciones de protesta por el encarcelamiento de Navalni, lo que dejó a Borrell, todavía de viaje en el país, con cara de póker.
El máximo representante de la diplomacia comunitaria, después de señalar que la emboscada rusa tenía intención de dividir a los socios europeos, ha pedido a los Estados «no caer en esta trampa» y preservar «la unidad y determinación» ante la encrucijada histórica en las que se encuentra el club comunitario en sus relaciones con Moscú.
Tras reconocer que vuelve de su periplo más preocupado que antes, indicó que en el próximo Consejo de Exteriores, previsto para el 22 de febrero, propondrá medidas que incluirán «acciones robustas contras la desinformación, ciberataques y amenazas híbridas» y volverá a estar sobre la mesa la posibilidad de sanciones. «Si el poder ruso no quiere cooperar, tomamos buena nota y hemos de buscar otras formas de afrontar esta relación. La visita ha servido. Sabemos que terreno pisamos», explicó Borrell.
El Alto Representante no ofreció demasiados detalles sobre hacía dónde pueden ir dirigidos estos castigos, pero cualquier paso de este tipo requiere la unanimidad de las capitales, lo que obliga a medir los pasos. Hasta el momento, las cancillerías europeas han ido estrechando progresivamente el cerco sobre el círculo de Putin con la prohibición de visados y la congelación de bienes en suelo europeo. El propio Navalni ha pedido que los oligarcas rusos dejen de tener atracados sus yates en puertos europeos como Mónaco o Barcelona.
Además, otro de los puntos calientes se refiere a la construcción de gasoducto Nordstream2, que traslada el gas ruso a través del mar Báltico sorteando el paso por Ucrania. Una proyecto muy polémico, ya que aumenta la dependencia energética europea, pero que Alemania sigue apoyando a pesar de las críticas. Algunas de ellas fueran repetidas ayer en el hemiciclo europeo.
Antes de su intervención en el Parlamento Europeo, un grupo de más de 80 eurodiputados había pedido el cese de Borrell como Alto Representante. La iniciativa ha estado liderada por el eurodiputado estonio del Partido Popular Europeo, Riho Terras y la mayoría de los que han pedido su dimisión son eurodiputados de los países del Este. Entre los españoles, tan solo Herman Tertsch ha suscrito la misiva. El PPPE o y los liberales de Renew Europe, aunque críticos con este viaje, se han desmarcado de esta petición. A pesar de esto, creen que la UE ha salido humillada con este revés diplomático.
Socialistas y verdes consideran, sin embargo, que la responsabilidad de Borrell es limitada y piden a las capitales, lideradas por Berlín y París, que cambien su estrategia respecto a Rusia.