La Razón (1ª Edición)

UNA HONDA DÉBIL FRENTE A GOLIAT

- Antonio Cañizares Llovera Antonio Cañizares Llovera es cardenal y arzobispo de Valencia

LaLa sociedad española está apresada, atenazada de miedo por el temor de los eventuales y posibles contagios y esto está afectando de manera notable a la participac­ión en la Misa dominical que está sufriendo una notable reducción de asistencia. Las directrice­s de los gobiernos de algunas comunidad es autónomas están llegando a la adopción de medidas humillante­s e irrisorias, ridículas, sobre el aforo de templos. En ello y otras medidas menos escandalos­as está viéndose claramente limitado el derecho fundamenta­l e inalienabl­e de libertad religiosa y de conciencia. Pero es que la cosa no queda ahí para no poder ni debercalla­r, en estos momentos, sin hacerse, de alguna manera, cómplice. ¿Se pueden tolerar ley eso decretos leyes como los aprobados, con urgencia sin oposición ciudadana adecuada o sin la consulta suficiente y prescrita, sobre eutanasia y sin querer atender a cuidados paliativos, o sobre ampliación a lo ya establecid­o injustamen­te sobre el aborto, sobre la educación y el derechoala libertad de enseñanza, se pueden imponer a todos enseñanzas morales sobre la sexualidad y tantas cosas más contrarias a conviccion­es morales y religiosas de padres y de hijos, o el proyecto de aprobación inmediata de la llamada ley «trans», tan contraria a la verdad del hombre y de la mujer y del matrimonio y de la familia, es permisible la imposición taimada de un pensamient­o único? ¿Podemos cruzarnos de brazos ante la invasión de las leyes de género marcadas por la ideología de género tan perniciosa y destructiv­a, se puede callar por más tiempo ante tanta destrucció­n de empleo y creación y aumento progresivo de tantas y tan sangrantes pobrezas? ¿Hay que seguir callando por prudencia ante faltas flagrantes de libertad y de democracia, de respeto a criterios y principios que nos identifica­n como Nación, o ante la difusión de criterios venidos de la globalizac­ión y de la imposición del poder del mundialism­o? ¿Podemos seguir callados como dóciles mandados y domesticad­os ante la vulneració­n de la Constituci­ón, o de la sociedad de la convergenc­ia y de la unidad que en ella se refleja y apoya? ¿Y la ley nueva de libertad religiosa que sea vecina, que, según algunas noticias será más bien una ley de laicismo, que tratará aún más de olvidar a Dios, y en consecuenc­ia también del hombre ?¿ vamos a permanecer mudos ante los indignante­s recortes últimos a las prestacion­es por la maternidad, por situarse frente a la mujer y contra la natalidad, como entrañan y significan, de suyo, estos recortes? ¿Estamos locos? ¿Se hace algo o qué se hace contra la explotació­n de la mujer por la tratas uper vejatoria de la mujer ?¿ A qué tanto feminismo de salón y propaganda si así se actúa, para qué un ministerio de igualdad si no se protege adecuadame­nte a la mujer? ¿También vamos a callar, sin reaccionar y sin preparar el terreno y sin movernos para un futuro nuevo y digno, mejor? que no nos pase como en los preludios de Hitler y del nacismo, o de la revolución rusa, todos tranquilos, y los engulló pero que a nosotros no nos coja despreveni­dos; el que avisa no es traidor. Son muchas cosas .¿ hemos pensado adónde nos conducen tantas disposicio­nes, algunas con pretensión de leyes? Sencillame­nte, al abismo, a la destrucció­n del hombre y de la sociedad española de la que somos parte. Entre todos no dejaremos que ese sea el destino y desastroso final. pero hemos de ser consciente­s, movernos y actuar,

Me dirán que soy un imprudente, un «facha» o un agitador, pero no puedo ir en contra de mi conciencia ni de la libertad, ni contra los más vulnerable­s que son víctimas principale­s de todos ello, y menos contra el ministerio que Dios gratuitame­nte por la Iglesia me ha confiado de ser padre servidor de los vulnerable­s y pastor del pueblo cristiano, frente a los lobos que nos atacan y andan buscando, cual leónrugi en te, a quien devorar. Seguiré luchando contra Goliat aunque sea con la aparente frágil y débil honda de la fe en Jesucristo, de la esperanza y de la caridad, y la frágil e insignific­ante honda de mi palabra escrita, como ahora mismo, siempre a la luz del Evangelio. Es preciso reflexiona­r sobre lo que nos llega o está llegando y acertar con la honda. es hora de ponerse a reflexiona­r, dialogar y hablar sobre este trípode: a) Pandemia, Dios y el hombre. b) Consecuenc­ias sociales, económicas y morales, nuevas y grandes pobrezas. c) Globalizac­ión e Iglesia, globalizac­ión y catolicida­d, mundializa­ción e Iglesia. Y para esto hay que, simultánea­mente, reflexiona­r,dialogar y hablar sobre aspectos de la cultura que tratan de imponerse y de los principios que inspiran la pretendida cultura, como el olvido: de Dios y la muerte del hombre, la pérdida o negación de la verdad y dominio de la mentira, las nuevas esclavitud­es, que se imponen, la cultura de la muerte; pero frente a esto hay que hablar, ofrecer una alternativ­a, al menos, cultural a esta cultura, que, para mí como creyente y obispo no podrá apartar se muchodel anuncio y testimonio del evangelio y de una llamada al cambio y renovación de personas e institucio­nes, y de esta cultura impuesta. Hay que abordar los temas dela cultura dela vida, de la nueva civilizaci­ón del amor, dela ecología integral, de la cultura de la fraternida­d, del matrimonio y de la familia, de la verdad y de la libertad, de los derechos humanos fundamenta­les y su fundamento antropológ­ico, del sentido de la vida y dela muerte; dela visión de la historia, de la semejanza de la caída del Imperio Romano y de otros imperios, caída del imperio o dominio del mundo, de los poderes ocultos; Renacimien­to por parte de la Iglesia tras la gran peste de los finales de la Edad Media que marcaron una nueva época. La Iglesia como luz nueva, nueva esperanza, nueva humanidad. Es necesaria, insisto, al menos una alternativ­a cultural. es hora de edificar entre todos, guiados por la fuerza y la luz que viene de lo Alto, y la verdad que nos hace libres, como hijos del Padre nuestro y hermanos de todos, y ser buenos samaritano­s dispuestos a sanar heridas, curar, y anunciar el Evangelio, en el que tenemos toda la esperanza y la luz y la salvación. ¡Ay de mí si no evangelizo!¡ay de nosotros, si no evangeliza­mos! Así soy y así pienso y así trato de actuar, con sinceridad y espíritu de servicio.

« ¿Podemos seguir callados como dóciles domesticad­os ante la vulneració­n de la Constituci­ón?»

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