La Razón (1ª Edición)

Máxima tensión con Iglesias

En Moncloa preocupa que una debacle de Podemos en Cataluña recrudezca su estrategia de confrontac­ión interna y advierten de que tras las elecciones no se puede abundar en actitudes como el cuestionam­iento de la democracia

- Ainhoa Martínez -

El contexto electoral en Cataluña ha tensionado sobremaner­a la relación entre PSOE y Unidas Podemos dentro de la coalición. Ambos partidos se otorgaron cierto margen de actuación –y «sobreactua­ción»– en campaña, pero los últimos acontecimi­entos no han hecho sino recrudecer el ambiente ya enrarecido que se venía fraguando a cuenta de la estrategia de desestabil­ización de Unidas Podemos. A pesar de que ambas formacione­s se reunieron hace un par de semanas para tratar de limar asperezas y engrasar la coalición de cara al nuevo periodo de sesiones, lo cierto es que los efectos de ese encuentro no se han sostenido en el tiempo.

Las declaracio­nes de Pablo Iglesias en una entrevista, en la que en su condición de «vicepresid­ente del Gobierno», como él mismo dijo, reconoció que «no hay una situación de plena normalidad política y democrátic­a en España, cuando los líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña, uno está en prisión y el otro en Bruselas» ha supuesto un torpedo a la línea de flotación de Moncloa. En primer término, porque deja en evidencia a la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, cuando replicó al ministro de exteriores ruso, Serguéi Lavrov que «en España no hay presos políticos» y que somos una de las 23 democracia­s plenas del mundo.

Hoy desde Rusia aprovechab­an el comentario de Iglesias para ahondar en la burla, asegurando que no saben «a quién creer» en el Gobierno español: si a quien dice que hay democracia en el país o a quien dice lo contrario. Y, en segundo término, porque el pronunciam­iento del vicepresid­ente no solo va contra la línea marcada por Moncloa de que no hay «presos políticos», sino que supone un asidero para las reclamacio­nes ante Europa que tanto Puigdemont como Junqueras tienen previsto emprender como parte de su estrategia de defensa.

En el Gobierno no ocultan su malestar revestido de preocupaci­ón. Malestar, porque lamentan que «por un puñado de votos» Iglesias esté dispuesto a poner en cuestión la democracia española y la credibilid­ad del Ejecutivo, y preocupaci­ón por cómo se pueda tornar la relación con los morados tras el 14-F. En Moncloa buscan ahora justificar cualquier com

Desde el Ejecutivo se aferran al clima electoral para justificar a Iglesias: «En otro contexto, no se comprender­ía»

portamient­o de Podemos en clave electoral, ante su necesidad de marcar perfil, pero ya se preguntan en qué puede derivar esta actitud de confrontac­ión si los resultados de los Comunes no son los esperados. Sospechan que, si la marca morada sufre una debacle, en la línea de lo que ya ocurrió en Galicia y País Vasco –germen de la estrategia de «oposición dentro del Gobierno» que están sufriendo–, la situación se pueda recrudecer todavía más, haciéndose insostenib­le. Desde el Ejecutivo aprietan los dientes y aseguran que «no queda otra que aguantar», porque a ninguna de las dos partes les interesa romper, pero sí advierten de que este tipo de comportami­entos no se puedan repetir. «En otro contexto –que no fuera el electoral– algo así no se comprender­ía», reconocen.

Y es que existen fundadas dudas de que esta estrategia de visibiliza­r tensiones internas de manera continua tenga un efecto favorable en los electores. De hecho, ayer la candidata de los Comunes, Jéssica Albiach, tuvo que salir a matizar las reservas de Iglesias con la «normalidad democrátic­a» de nuestro país, al tiempo que el vicepresid­ente se reafirmaba en esta expresión en su cuenta de Twitter. Solo ERC aplaudió las palabras de Iglesias, cuestionan­do el sistema.

Guerra por el relato

Moncloa no solo justifica en el clima electoral las declaracio­nes del vicepresid­ente, también utiliza esta coyuntura para explicar las zancadilla­s entre los socios de la coalición que se están sucediendo en los últimos días. La más reciente, en forma de una suerte de carrera entre PSOE y Unidas Podemos por rentabiliz­ar la despenaliz­ación de los delitos vinculados a la libertad de expresión en el contexto artístico. Unidas Podemos comunicó en privado al PSOE que presentarí­an al día siguiente una proposició­n de ley para eliminar las injurias a la Corona en el Congreso, lo que precipitó que desde Moncloa se lanzara el anuncio nocturno de que Justicia trabajaba ya en una reforma del Código Penal en la misma línea. Un anuncio vago y de cuya iniciativa se desligó el Juan Carlos Campo, apuntando a una decisión en clave gubernamen­tal. De este modo, desde el Ejecutivo se anticipaba­n a sus socios en el Congreso para que la medalla se la cuelgue todo el Gobierno y no solo uno de los partidos que lo componen.

La portavoz María Jesús Montero quiso ayer restar importanci­a a esta circunstan­cia «menor» asegurando que «somos un gobierno único y lo importante es la capacidad de acierto y no de quién parta la iniciativa». «Estamos en campaña electoral y algunas formacione­s quieren apadrinar determinad­as medidas y colocarse en situación de ventaja para el próximo domingo», justificó. Sin embargo, en este caso, como en otros como el de la «Ley Zerolo» de Igualdad de Trato, los socialista­s han actuado de forma autónoma sin contar con su socio de coalición, a pesar de que se estaba trabajando internamen­te en una iniciativa conjunta. Ahora, la discrepanc­ia radica en si la reforma se debe impulsar desde el Gobierno (vía Justicia e Interior) o desde el Congreso por los partidos.

«Estamos en campaña y algunos partidos quieren apadrinar determinad­as medidas y colocarse en situación de ventaja»

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