La Razón (1ª Edición)

Los birmanos desafían a los militares

En la jornada más violenta desde que se desataran las protestas contra el golpe de Estado, varios manifestan­tes resultaron heridos por los disparos de la Policía

- Victoria Pascual - Hong Kong

Desde el golpe de Estado que la semana pasada perpetró el Ejército en Birmania, la tensión acumulada en las calles de esta nación asiática ya ha mostrado sus consecuenc­ias. Ayer, al menos seis manifestan­tes resultaron heridos en un tiroteo policial en la capital del país, con dos de ellos en estado crítico. Unos hechos que sucedieron después de que los antigolpis­tas salieran a protestar desafiando a la Junta militar, que había advertido que utilizaría la fuerza si no se cumplía con sus recomendac­iones. Los disparos de ayer, en los que al parecer se empleó munición real, pusieron de manifiesto que por fin ha llegado la sangre al río y pintaron un escenario con un futuro incierto. Por un lado, se encuentra un Ejército que durante cincuenta años reprimió a su pueblo con dureza. Por otro, unos ciudadanos que no parecen querer dar su brazo a torcer tras haber saboreado las mieles del camino hacia la democracia.

Y en medio de todo esto, una mujer herida en la cabeza debatiéndo­se entre la vida y la muerte. «Está en la unidad de emergencia, pero es 100% seguro que la lesión sea mortal... Según los rayos X, es una bala real», declaró un médico que prefirió mantener el anonimato a Reuters. Según apuntan los analistas, su desenlace podría ser la llama final que prenda la mecha del conflicto entre la sociedad civil y los militares. Ayer por cuarta jornada consecutiv­a, miles de ciudadanos desafiaron la ley marcial impuesta por los militares el día anterior en algunas localidade­s y se manifestar­on por todo el país. Unas protestas en las que los disparos al aire, las pelotas de goma, los gases lacrimógen­os y los cañones de agua conformaro­n una estampa que quedó plasmada en unas redes sociales semibloque­das por los uniformado­s.

Las imágenes del día mostraban los disturbios más graves vividos en la nación asiática desde que comenzara su andadura democrátic­a en 2011. Al grito de «No queremos una dictadura» y exigiendo la liberación de la líder de facto, Aung San Suu Kyi, detenida tras la asonada, los ciudadanos recorriero­n las calles portando pancartas y levantando el brazo mostrando tres dedos que pedían el regreso a la senda democrátic­a. El gesto, que se inspira del filme «Los Juegos del Hambre», se ha convertido en un símbolo de protesta con el que mostrar su rechazo a los militares. Si en Mandalay fueron detenidos 27 manifestan­tes, entre los que se encontraba un periodista, y al menos dos manifestan­tes resultaron heridos, en la ciudad central de Bago la multitud esquivaba los cañones de agua disparados por la Policía. El canal militar Myawaddy informó de que cuatro policías resultaron heridos y algunos

Al grito de «No queremos una dictadura», también exigieron la liberación de la líder de facto del país, Aung San Suu Kyi

algunos vehículos policiales dañados en dicha ciudad debido a los «ataques violentos de manifestan­tes destructiv­os», pero de lo acontecido en la capital ni una palabra. Mientras, en Rangún, donde se habían impuesto restriccio­nes a las reuniones de más de cinco personas, el Gobierno militar desplegó tropas camufladas por unas calles que se inundaron de manifestan­tes. «Hago un llamamient­o a las Fuerzas de Seguridad para que respeten los derechos humanos y las libertades fundamenta­les, incluido el derecho de reunión pacífica y la libertad de expresión», dijo Ola Almgren, coordinado­r humanitari­o de Naciones Unidas en Myanmar. «El uso de fuerza desproporc­ionada contra los manifestan­tes es inaceptabl­e», agregó el funcionari­o tras indicar que numerosos manifestan­tes habían resultado heridos a manos de las Fuerzas de Seguridad.

El lunes de la semana pasada el Ejército justificó su asonada al tachar de fraudulent­as las elecciones de noviembre en las que el partido de Suu Kyi, la Liga Nacional por la Democracia (LND), venció con una arrollador­a mayoría del 83%. Aquel mismo día detuvieron a cientos de políticos y activistas aliados de la premio Nobel y, días más tarde, cortaban internet y bloqueaban algunas redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram. Con este escenario el futuro no pinta muy halagüeño para los manifestan­tes. La última vez que el Ejército de Myanmar desestimó los resultados de una elección fue en 1990, lo que aisló al país durante 25 años.

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REUTERS La Policía birmana usa el cañón de agua contra los manifestan­tes en Naypyitaw, ayer

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