Tratar la diabetes desde el sillón del dentista
Descubren que la placa dental puede influir en la evolución de la diabetes tipo 2, permitiendo nuevos tratamientos
Lo que sucede en la boca, no siempre se queda en la boca. Muchos la consideramos como una zona dedicada exclusivamente a masticar, saborear y digerir la comida. Pero realmente guarda una relación mucho más compleja con el resto del cuerpo. Algunas enfermedades pueden ser detectadas observando cambios en la boca, y una mala salud bucodental puede acabar provocando infecciones que afecten a todo el cuerpo. Esta es una señal de que un acto tan sencillo como lavarse los dientes a diario puede mantenernos sanos a nivel corporal. Y, según un estudio reciente, esto es especialmente cierto para los pacientes con diabetes tipo 2, ya que una boca sana puede reducir los síntomas de su enfermedad.
Al estar en contacto con el exterior y con diferentes nutrientes, se convierte en el lugar ideal para el crecimiento de microorganismos. La mayoría de ellos se acumulan en una fina capa viscosa sobre nuestros dientes y encías, que conocemos como placa dental. Ese pequeño ecosistema no es necesariamente malo. La placa dental se mantiene húmeda por el contacto con nuestra saliva, e incluye microorganismos autóctonos exclusivos de cada boca.
Una población oculta
Los microorganismos de la placa dental nunca atacan a nuestros dientes, pero sus residuos, sí. Al tomar azúcar, algunos tipos de bacterias la degradan y generan sustancias ácidas que pueden corroer el esmalte dental y provocar una caries. Al lavarnos los dientes, nos dedicamos realmente a eliminar estos residuos y mantener la placa dental bajo nuestro control. Si dejamos que los desechos se acumulen demasiado, pueden llegar a cristalizar, formando el sarro.
Este conocimiento sobre la higiene dental hace parecer que la boca está aislada. Que la placa dental vive ajena a lo que sucede en el resto del cuerpo, dedicándose solamente a alimentarse de los restos de comida. Pero los científicos tienen cada vez más pruebas de que no es así, y que la población de microorganismos de la boca está conectada a la salud general del cuerpo. Dicha conexión parece producirse en ambas direcciones: una boca enferma puede afectar al funcionamiento del resto del cuerpo, pero también algunas enfermedades del cuerpo pueden afectar a la bucodental. Uno de los mejores ejemplos es el de la diabetes tipo 2. Estos enfermos no pueden degradar correctamente el exceso de azúcar, haciendo que permanezca más tiempo en su boca y provoque caries e inflamación de las encías. Lo interesante viene en que, si intentamos que los enfermos recuperen una placa dental sana, esto provoca una mejora de sus síntomas.
La aparición del sarro por una mala higiene provoca cambios importantes en los microorganismos de la placa dental. Algunas bacterias pueden crecer mejor que otras, y proliferan bacterias más peligrosas que aceleran la degradación del esmalte dental y liberan toxinas al medio. Las toxinas son reconocidas por el sistema inmune, que se activa para intentar atacar y destruir el exceso de bacterias. Lo logra a través de la inflamación de la encía cercana, provocando un síntoma llamado periosalud dontitis. Es fácil de reconocer porque la encía sangra al lavarse los dientes. Este sangrado ayuda al sistema inmune a poder llegar al sarro y atacar, pero también funciona al revés, permitiendo a las bacterias del sarro acceder a nuestro torrente sanguíneo y provocando infecciones. Esto hace que la periodontitis necesite ser tratada por el dentista. Para hacerlo, primero se baja la inflamación y luego se retira de manera manual el sarro usando agua a presión o fricción.
Exceso constante de azúcar
Justo después de este tratamiento, el diente se queda libre de sarro pero también de placa dental, y necesita un tiempo para recuperar la población normal de microorganismos. Pero se ha descubierto que esta recuperación de la placa resulta extraña en los diabéticos de tipo 2. Ellos restauran mucho más lentamente la placa dental, y está compuesta de bacterias diferentes.
El exceso constante de azúcar en sus bocas genera una placa dental más peligrosa y que promueve la aparición de caries. Tanto es así que un dentista puede diagnosticar esta diabetes simplemente contando las visitas de un paciente a la consulta. Hay una solución que se ha probado y resulta interesante: trasplantar la placa dental. Es posible tomar muestras de ésta de alguien sano y ponerla en los dientes limpios de otra persona, haciendo que crezcan los microorganismos normales.
Con esta solución, los diabéticos
Una boca enferma puede llegar a afectar a la salud general de nuestro cuerpo propiciando la extensión de numerosas infecciones
con la placa dental sana reducen los síntomas de su enfermedad, ya que parece ayudar a la degradación normal del exceso de azúcar. Asimismo, están estudiando ahora otras enfermedades donde la placa dental se ve afectada, aunque esta relación es más compleja y difícil de seguir que en la diabetes. Quién sabe, puede que en un futuro detectar algunas enfermedades sea tan sencillo como frotar un diente.