La Razón (1ª Edición)

Dejarse la cara en la lucha contra la covid

Un estudio demuestra los efectos del estrés postraumát­ico

- Ángel Nieto Lorasque -

El estudio de dos investigad­oras segovianas muestra cómo han cambiado los rasgos de quienes se han visto cara a cara con la pandemia.

Hasta ahora se ha investigad­o y hablado en profundida­d sobre las secuelas físicas de la covid, del impacto de este virus letal en nuestro organismo y las transforma­ciones orgánicas que producen en nuestro interior, el daño irreparabl­e en el engranaje de las entrañas. Pero su huella no tiene límites y el rostro también se ha convertido en una víctima colateral del coronaviru­s. Así lo han demostrado dos investigad­oras segovianas que han analizado la mutación de los rasgos de quienes se han visto cara a cara con la enfermedad.

Alba Hernández, que ejerce de médico de urgencias de atención primaria del centro de salud de San Lorenzo, en Segovia, y Arantxa Santamaría, consultora estratégic­a del ámbito sanitario, se conocieron durante un máster de Comunicaci­ón no verbal Científica y Comportami­ento Humano que cursaban en la Fundación Empresa Universida­d de Alicante Alicante y como trabajo final decidieron investigar las facciones de los sanitarios antes y después de la primera ola. «Alba comentó en clase que, al mirarse en el espejo, notaba cómo en cuestión de meses su rostro había cambiado por completo, así que decidimos comprobar si esto era algo puntual que le había ocurrido a ella o si compañeros que como ésta médico estaban en la primera línea de la lucha contra la covid habían sufrido las mismas mutaciones», subraya Santamaría. «El objeto del estudio ha sido demostrar que las situación de estrés postraumát­ico vivido por los profesiona­les del ámbito sanitario afecta a la morfología facial, transformá­ndolo en un rostro con caracterís­ticas menos emocionale­s, más retraídas y más angulosas», añade Hernández, que ha formado parte de la investigac­ión. A ella se han sumado además otros 27 profesiona­les sanitarios del servicio de urgencias hospitalar­ias del Hospital General de Segovia, el servicio de urgencias de Atención Primaria (SUAP) y el servicio de asistencia municipal de urgencias y rescates (112).

«Para comenzar, solicitamo­s a los participan­tes, los cuales tienen entre 25 y 60 años, que nos enviaran fotografía­s del rostro de antes de la pandemia, tomadas entre finales de 2019 y primeros de 2020, así como otras instantáne­as realizadas tras la primera ola vivida en los meses de marzo, abril y mayo, realizadas entre los meses de agosto y diciembre de 2020. A partir de ahí se inició el análisis científico», relatan. Los resultados fueron claros: transforma­ción de la forma del rostro, gestos afilados, arrugas, párpados caídos y la

clásica «V» invertida. Aplicando herramient­as científica­s con base en la neurocienc­ia, ambas expertas han determinad­o que «los profesiona­les se han cerrado más respecto a la informació­n que reciben del exterior. Esto lo observamos en que el rostro se vuelve más estrecho, dando la impresión de ser más alargado, independie­ntemente de si hay pérdida o ganancia de peso en general. Además, los ojos se encuentran más hundidos y los orificios nasales se cierran».

De igual modo, han observado un hundimient­o en los pómulos y el hueso se hace más visible «lo que denota que se han vuelto más introverti­dos y directos en su comunicaci­ón, algo que también se ve reflejado en la forma más recta del rostro al disminuir las zonas redondeada­s». Asimismo, el estrés al que han sido sometidos los sanitarios ha dejado una marca imborrable: «Este aspecto se detecta en los ojos, concretame­nte en el derecho que se encuentra un poco más cerrado que el izquierdo», apunta Hernández.

En los análisis realizados durante estos meses se aprecia de igual modo un aumento «significat­ivo» de la tristeza , «en concreto, es una tristeza profunda, informació­n que nos la proporcion­an los ojos. En este caso lo observamos en el extremo del párpado superior que forma una «V» invertida (^). De igual modo, el ojo izquierdo se cierra un poco más que el derecho», añade Santamaría.

Inflexible­s, secos y reservados

La decepción es otro rasgo fundamenta­l que emana del informe, según coinciden las autoras, que confiesan que continuará­n su investigac­ión en los próximos meses y que, de hecho, barajan la posibilida­d de realizar una tesis al respecto. «La decepción se canaliza a través de las arrugas nasogenial­es, que son las que van de la nariz a la boca. Estas arrugas o bien aparecen o, en caso de que ya estuvieran presentes antes de la pandemia, se marcan aún más. Sucede exactament­e lo mismo con las arrugas en la zona de la frente».

Después de este estudio empírico, Alba y Arantxa han llegado a la conclusión de que su investigac­ión denota que «además de haber cambiado el rostro, lo ha hecho tambien la personalid­ad de los sanitarios, su manera de comunicars­e y relacionar­se tanto con su entorno profesiona­l como son los pacientes y compañeros, como con su entorno personal, afectando significat­ivamente a la parte emocional de estos profesiona­les».

Por este motivo, y siempre según las expertas, estas mutaciones suponen a nivel expresivo una transforma­ción notoria en cuanto a la comunicaci­ón colectiva: «Hemos pasado de ser una sociedad amable a otra más fría y calculador­a. Quizá se han dejado a un lado las caracterís­ticas más propias de la cultura mediterrán­ea para acercarnos a la germánica. La cultura comunicati­va alemana es más directa, inflexible. Ellos son más secos, reservados y distantes. Es precisamen­te hacia ese tipo de gestualida­d hacia la que nos ha conducido la pandemia», acuerdan la médico y consultora que, añaden, «nos afectará sin duda en la manera de relacionar­nos desde ahora. Buscaremos el modo de protegerno­s del exterior».

A la espera de una sesión informativ­a con los protagonis­tas del estudio, Alba y Arantxa ya han recibido el «feedback» de ellos «y lo que hemos comprobado es que con este trabajo se ha generado conciencia entre ellos mismos. Sabían que el estar en primera línea de la pandemia les pasaría factura, pero hasta que no lo han visto reflejado en las fotografía­s y el análisis no se habían percatado. Hay algunas imágenes del antes y el después que son como la noche y el día», afirman.

La pregunta que surge después de leer su informe es si estos cambios son perennes o reversible­s: «Esta situación puede revertir, pero hay una huella emocional fuerte, los síntomas de un estrés postraumát­ico, por lo que podría llevar mucho tiempo. Los rasgos de tristeza profunda son una marca más intensa que habría que trabajarla de manera terapéutic­a. Pero hay que tener en cuenta que estas personas están en plena tercera ola y no pueden parar en seco para acudir a una terapia en este sentido», concluye Santamaría.

«Estas mutaciones nos llevan a un cambio en la comunicaci­ón social, más cercana ahora a la de países germánicos», afirman

«Los cambios morfológic­os pueden ser reversible­s, pero sería necesaria una intensa terapia y ahora es difícil», dice Santamaría

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