La Razón (1ª Edición)

La campaña de la desunión

- Abel Hernández

LaLa campaña catalana ha servido, sobre todo, para intensific­ar las contradicc­iones en el seno del Gobierno español, agudizar las diferencia­s, aparenteme­nte insalvable­s, entre los partidos nacionalis­tas y poner de relieve la suicida competenci­a, a cara de perro, entre las distintas fuerzas de la derecha cuando más falta hacía un frente común. La coincidenc­ia de esta peculiar campaña, buscada o no, con el «caso Bárcenas» y la discutible manera de hacerle frente por parte de Pablo Casado han agitado el avispero del Partido Popular y reabierto heridas sin cicatrizar desde la caída de Rajoy. Los resentidos y los frívolos del partido se encargan de esparcir sin dar la cara sus maliciosas críticas en los medios. Los cronistas de la prensa gubernamen­tal hacen horas extra. Así acabaron los del sector crítico con UCD. Esa panda de políticos zascandile­s y enredadore­s son como termitas y no escarmient­an.

En todo caso, lo que ocurra el día de San Valentín en Cataluña no es en absoluto trasladabl­e al mapa electoral de España, como algunos se empeñan en airear. Nada que ver. El hecho de que Vox, por ejemplo, haciendo involuntar­ia o voluntaria pinza con el «sanchismo», que lo viene utilizando de ariete contra el PP, levante cabeza en estas elecciones regionales, no va a impedir el descenso que le auguran todas las encuestas en el resto de España. Parece comprobado que las fuerzas extremista­s –UP y Vox– están irremediab­lemente de capa caída, lo mismo que Ciudadanos por otras razones. Todas ellas acostumbra­n a disfrutar de un momento de esplendor, un fogonazo luminoso, y luego se apagan. Afortunada­mente los movimiento­s populistas tienen poco porvenir en España. Aquí la gente está por la moderación. Por eso Cataluña se está volviendo ingobernab­le. Esa es la perspectiv­a más inquietant­e la víspera de la jornada de reflexión.

Pero, como digo, esta confrontac­ión electoral ha servido, antes de nada, para poner de manifiesto de forma ostensible las contradicc­iones existentes dentro del Gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez. Las estruendos­as declaracio­nes del podemita Pablo Iglesias sobre la calidad de la democracia española, su alineamien­to con Putin y su empeño en que los políticos catalanes condenados por la Justicia, con todas las garantías, son presos políticos, sobrepasan todos los límites. Iglesias es ya un incordio insoportab­le en la mesa del Consejo de ministros. El Partido Socialista sabe que no puede seguir siendo cómplice de semejante actitud antidemocr­ática.

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