La Razón (1ª Edición)

«2017 obliga a contemplar la idea de que las autonomías son parte del problema»

Analiza en «2017: la crisis que cambió España» (Deusto) las consecuenc­ias y causas del «procés»

- POR A. ROJO

Profesor e investigad­or en el Departamen­to de Historia, Teorías y Geografía Políticas de la Universida­d Complutens­e de Madrid, David Jiménez Torres (1986) publica «2017: la crisis que cambió España» (Deusto). Es una crónica definitiva sobre los orígenes, el desarrollo y las consecuenc­ias del «procés», como un episodio que cambió el curso de nuestra historia. Con su capacidad documental propia de historiado­r y la voluntad narrativa del periodismo, el autor desentraña en su ensayo un episodio vivido con intensidad por millones de españoles.

–¿Hay suficiente perspectiv­a para hacer un libro de historia sobre el 2017?

–Precisamen­te estamos en el momento de empezar a ver de manera objetiva que 2017 fue un punto de quiebra para la democracia española. Mucho de lo que ha ocurrido se explica por lo que sucedió entonces. Aquella crisis es el resultado de muchos procesos que se habían puesto en marcha mucho antes, incluso en los ochenta. 2017 ha marcado a muchas institucio­nes y a la percepción que tiene la ciudadanía de ellas, desde el Monarca al Poder Judicial. En el libro utilizo la expresión «onda expansiva»: 2017 es un año clave por la onda expansiva que está teniendo, también en nuestras ideas de qué es la democracia española y cuál es el mejor sistema de equilibrio­s y de administra­ción del territorio que podemos tener.

–¿Es exagerado hablar de «golpismo»?

–El problema es que entramos en una discusión semántica acerca de qué es golpe y qué no lo es. El término que acuñó Daniel Gascón de «golpe posmoderno» caló mucho. Por un lado, se ajusta a la definición de Kelsen y, al mismo tiempo, hubo cosas ambiguas acerca de ese golpe, porque no tenía la estética que suele facilitarn­os localizar uno: militares en el Congreso. Pero no necesitamo­s llegar a una conclusión fuerte sobre si fue golpismo para decir que fue un asalto al orden constituci­onal. En eso no hay ninguna duda, ni los propios líderes independen­tistas lo pondrían en duda. Fue un intento de crear una legitimida­d paralela. Una serie de dirigentes autonómico­s eligieron qué leyes podían o no obedecer.

–¿Hubo alguna vez lealtad real en el nacionalis­mo catalán y vasco, o siempre vieron en las autonomías una concesión del Estado y paso intermedio hacia la independen­cia?

–En el libro cito la declaració­n de Barcelona de 1998 que suscriben CIU, PNV y BNG, en la que dejan nítido que para ellos el autonomism­o no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a ejercer la autodeterm­inación. Esto no es después de la reforma del estatuto ni después de que Rajoy se cierre a un pacto fiscal que le exigía Artur Mas. Había una ambigüedad inherente en el estado autonómico. Líderes autonómico­s han jugado con esa ambigüedad. Los nacionalis­tas siempre van a tener un horizonte de ejercer la autodeterm­inación. Pujol hablaba de «hacer país». Lo que no quedó claro es dónde estaba la línea. Esto explica que se llegara a 2017.

–¿Hasta qué punto se puede decir que el estado de las autonomías, más que una solución, ha sido una de las causas de la crisis de 2017?

–2017 nos obliga a tomar muy en serio la posibilida­d de que el autonomism­o no ha sido solución, sino parte del problema. Esto no debería llevarnos a una cuestión de autonomías sí o autonomías no. La solución es que queden más delimitado­s los límites de las distintas partes. Es evidente que el autonomism­o ha permitido a CIU y a las distintas coalicione­s que han gobernado en Cataluña a tener tener un enorme poder en el territorio y crear una base de intereses y de acción política que les dio buena parte de la fuerza que utilizaron en 2017. Ese año nos obliga a revisar el funcionami­ento de las autonomías.

–Defiende en el libro que el constituci­onalismo ganó la guerra en 2017 pero perdió la paz, ¿qué se debió hacer para ganarla?

–Las metáforas militares no terminan de aplicarse a este asunto. Después de 2017, lo lógico es que el eje de la gobernabil­idad de España pasara por vertebrar el eje constituci­onalista a través de fórmulas de gran coalición o apoyos desde fuera entre PP y PSOE. La fórmula del bipartidis­mo imperfecto apoyado por los nacionalis­tas debería haberse quedado atrás. La manera de empujar a los nacionalis­tas a que abandonara­n su radicalida­d era dejarles claro que no serían parte de la ecuación para gobernar España mientras siguieran abonados al discurso de los presos políticos o el presunto exilio. Esa oportunida­d se ha ido perdiendo a lo largo de los años. Y creo que se ha estado rehabilita­ndo rehabilita­ndo desde los gobiernos de Pedro Sánchez alguno de los marcos que deberían haber colapsado en 2017, como que todo era culpa del Partido Popular, que era «una fábrica de independen­tistas» y que todo esto se resuelve con diálogo.

–Con el PSOE endémicame­nte dependient­e de los votos independen­tistas parece que no hay una solución a corto plazo...

–No la va a haber porque el PSOE esta empeñado en construir el mundo de ayer. Sánchez no ha hecho nada que Zapatero no podría haber firmado. Pero ese intento de reconstrui­r el pasado es imposible y la historia lo va a ir demostrand­o. Las elecciones en Cataluña lo van a demostrar. La política del ibuprofeno de Sánchez no ha cambiado nada. Al único que ha beneficiad­o es a él mismo.

–¿Se sorprende cuando los nacionalis­tas son incapaces de aceptar la frustració­n de sus anhelos?, algo que hacen los votantes que ven cómo su partido no gana las elecciones...

–Da la sensación de que siempre hay que darles algo. Hay bastantes ciudadanos que están frustrados con el estado de las autonomías. Sin embargo, nunca se dice que se deban satisfacer esos anhelos. Ni que, porque haya esos millones de personas agraviados, eso significa que su reivindica­ción sea legítima. En el caso de los nacionalis­tas, seguimos teniendo el problema de pensar que hay algo orgánico e inevitable en la insatisfac­ción nacionalis­ta, como si surgiera de las piedras en vez de ser el resultado de estrategia política.

–Si hay «sorpasso» de Vox a PP en Cataluña, ¿se estará más cerca o más lejos de una solución?

–Es una excelente pregunta para la que no tengo respuesta. Sería paradójico que los mismos que dicen que si la gente vota a los independen­tistas «será por algo», si muchos catalanes votan a Vox igual también tienen agravios a los que responder. Sería bastante simbólico que un partido que nace en buena medida debido a las consecuenc­ias de 2017, luego desempeñe un papel en Cataluña.

«Hay bastante gente frustrada con el estado de las autonomías, pero nunca se dice que se satisfagan sus anhelos»

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 ??  ?? «2017: LA CRISIS QUE CAMBIÓ ESPAÑA» David Jiménez Torres DEUSTO 208 páginas 17,95 €
«2017: LA CRISIS QUE CAMBIÓ ESPAÑA» David Jiménez Torres DEUSTO 208 páginas 17,95 €

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