La Razón (1ª Edición)

Isabel II a Narváez: «¿Es que deseas que aborte?»

Una correspond­encia reservada da a entender que el padre de Alfonso XII no fue el rey Francisco de Asís

- POR JOSÉ MARÍA ZAVALA

Los despachos reservados del Vaticano y la Nunciatura española aluden a un hecho de extraordin­arias consecuenc­ias para la dinastía de los Borbones: la probada bastardía de Alfonso XII, fruto de los amores tempestuos­os de la reina Isabel II con el atractivo oficial Enrique Puigmoltó y Mayans. No en vano, en cierta ocasión la propia Isabel II, mientras discutía con su hijo Alfonso XII por cuestiones financiera­s, lo cual era demasiado frecuente entre ambos dado que la madre pedía constantem­ente al rey cuantiosos préstamos que jamás devolvía, le espetó: «Lo que tienes de Borbón lo tienes por mí». Y se quedó tan ancha.

La nieta de la ardiente y voluptuosa reina María Luisa de Parma poco tuvo así que envidiar a ésta en amores. Hace ya más de medio siglo que el padre Cristóbal Fernández logró acceder a los despachos internos de la curia eclesiásti­ca sobre tan peliagudo asunto. La desconocid­a correspond­encia revela hechos increíbles. ¿No resulta acaso insólito que la propia Isabel II sugiriese, en un documento privado, que el padre de la criatura que llevaba entonces en las entrañas (el futuro Alfonso XII) no era su esposo, el rey consorte Francisco de Asís, sino el ya mencionado Enrique Puigmoltó y Mayans?

Un párrafo determinan­te

Fechado en Madrid el 14 de octubre de 1857 (Alfonso XII nacería solo mes y medio después, el 28 de noviembre), el comunicado reservado de monseñor Giovanni Simeoni, encargado interino de Negocios de la Santa Sede, al cardenal Antonelli, secretario de Estado, desliza un párrafo que le deja a uno helado. Dice Simeoni: «Ya en precedente­s informes dije a V. E. que el general Narváez había hablado fuertement­e a S. M. [Isabel II] de la obligación que le incumbía de acabar con el esen cándalo [el romance de la reina con Enrique Puigmoltó], habiendo sido en estos últimos meses tan enérgicas las expresione­s, que la misma Reina, llorando, le repuso: “¿Es que deseas que aborte?”». Monseñor Simeoni alude a un nuevo hecho que constituye otro claro indicio de la paternidad de Alfonso XII: «Sobre la importante cautela sugerida por V. E. en su despacho de quitar de las manos del conocido sujeto [Enrique Puigmoltó] la carta de que alardea, no será tan fácil de lograrlo [sic] al Gobierno. La Reina misma ha prometido hacérsela restituir; pero es ésta una de esas promesas que luego no pone empeño en cumplir».

¿Qué carta era esa tan importante que requería ser recuperada de inmediato para preservar el buen nombre de la reina Isabel II? Monseñor Simeoni nos da la respuesta en otro despacho oficial al cardenal Antonelli, fechado el 15 de septiembre, más de dos meses antes del nacimiento del futuro Alfonso XII: «El mismo monseñor Claret [confesor de Isabel II] me ha dicho –afirma Simeoni– haberle asegurado la Reina que el padre de la prole que espera es su augusto esposo; pero que en una carta amatoria al oficial de referencia [Enrique Puigmoltó] ha escrito de su puño y letra que dicha prole debe atribuirse a ese oficial, en cuyas manos está la carta».

EL LABORATORI­O DE LA HISTORIA

román paladino: que el verdadero progenitor de Alfonso XII era el capitán de ingenieros valenciano Enrique Puigmoltó y Mayans, como atestiguab­a la propia Isabel II en una carta manuscrita dirigida a su amante, donde aseguraba que él era el padre del hijo que entonces esperaba. ¿No es extraordin­aria esta revelación, silenciada durante tanto tiempo por obvias razones?

Hechos consumados

Prosigamos con hechos consumados: en el mismo despacho reservado del 15 de septiembre de 1857, monseñor Simeoni ponía en antecedent­es al cardenal Antonelli sobre el escandalos­o romance de la reina, convertido en una peligrosa amenaza para el Estado. Dice así: «Hay otra causa, bien deplorable por cierto, que no dejará de afligir el ánimo del Santo Padre [Pío IX]. Hace algunos días que ha comenzado a cundir entre la clase alta, aunque hasta ahora había podido conservars­e en relativo secreto, el trato que S. M. tiene, desde hace meses, con un oficial del cuerpo de ingenieros. Llega éste a las habitacion­es de la Reina después de medianoche, permanecie­ndo en ellas hasta el amanecer».

Añadamos, finalmente, algunos rasgos del favorito de Isabel II o el padre del rey Alfonso XII, como se prefiera. Nacido en Onteniente, en agosto de 1827, Enrique Puigmoltó fue destinado a Madrid, donde alcanzó el favor de la reina, que le distinguió con la Gran Cruz de San Fernando de primera clase y con el título de vizconde de Miranda. Recompensa­s ganadas con admirable arrojo en el regio lecho, convertido en auténtico campo de batalla.

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LA RAZÓN Isabel II fue reina de España entre 1833 y 1868

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