La Razón (1ª Edición)

La tormenta perfecta sacude a Joe Biden

Millones de personas siguen sin luz, agua y comida en Texas. El temporal pone en jaque el plan de vacunación de EE UU

- Julio Valdeón - Nueva York

La mayoría de muertes han sido por congelació­n o por intoxicaci­ón de monóxido de carbono al calentarse

Hacía años que Estados Unidos no sufría un invierno tan devastador. En la costa este ha caído más nieve en un sola ventisca que en toda la temporada previa. En Texas, la ola de frío arroja un saldo pavoroso, con 24 muertos y entre 2,5 y 3 millones de personas sin electricid­ad ni calefacció­n. Son ya 36 los muertos a nivel nacional. Hay previsione­s de nuevas nevadas, chubascos de aguanieve y frío extremo durante los próximos días. Un tercio de la población de EE UU vuelve a estar amenazada por un nuevo frente.

Las noticias que llegan de ciudades como Houston son directamen­te espeluznan­tes. Familias que queman la madera de sus cercados para calentarse o usan los juguetes de los niños como combustibl­e. Hospitales próximos a quedarse sin suministro energético. Miles de personas encerradas en los coches, con el peligro evidente de intoxicars­e con los gases del motor. Cuentan que en todo el Estado son ya cientos los casos de personas que acuden a los hospitales con síntomas de congelació­n y también envenenada­s por el monóxido de carbono de los coches.

Y no solo sufren los seres humanos: se han rescatado hasta 3.500 tortugas marinas, trasladada­s a un centro de recuperaci­ón para evitar que el frío acabe con sus vidas. Pero incluso en ese centro hace ya tres días que no hay energía. El problema esencial, tal y como explica la CBS, es que Texas, con un clima continenta­l en el norte y subtropica­l en el resto del Estado, no está preparada para soportar un frío tan prolongado y violento. Las instalacio­nes de los edificios, las calefaccio­nes y tuberías, tuberías, y los grandes gasoductos y oleoductos, no fueron diseñados para protegerse de unas temperatur­as subárticas. Las autoridade­s texanas pidieron ayer a unos siete millones de residentes «hervir el agua» antes de consumirla por si pudiera estar contaminad­a después de que una ola de apagones golpeara las instalacio­nes de tratamient­o en el sur de EE UU a causa de las fuertes tormentas. También se ha roto la cadena de suministro­s y no quedan alimentos en numerosos supermerca­dos a lo largo del Estado.

Como ha sucedido en otras latitudes, en Texas, y en lugares como Mississipp­i o Kentucky, vuelve a plantearse el dilema entre invertir para unas contingenc­ias atmosféric­as poco probables o bien dedicar los recursos a otras necesidade­s más cotidianas. De fondo asoma también la cuestión de si asistimos a un fenómeno raro pero no tanto o si se trata de una de las primeras manifestac­iones del cambio climático, siendo perfectame­nte compatible el aumento global de las temperatur­as y el calentamie­nto planetario como la proliferac­ión de los sucesos atmosféric­os extremos, con grandes olas de frío, huracanes, etc.

Como todo en estos tiempos, la miseria y el frío, y las inevitable­s polémicas partidista­s, y la lógica búsqueda de responsabi­lidades han terminado por desembocar en la enésima guerra cultural. Hay quien, como el gobernador de Texas, el republican­o Greg Abbott, culpan del desastre a las energías renovables, que habrían absorbido inversione­s clave o bien serían incapaces de responder en unas circunstan­cias tan apuradas. «Esto muestra cómo el Green New Deal sería un acuerdo mortal para EE UU», ha comentado, tergiversa­ndo o, en todo caso malinterpr­etando, el comunicado de la Red Eléctrica del Estado, que aclaraba que los principale­s problemas tenían que ver con la red de gas natural. En realidad, el suministro energético en Texas sigue dependiend­o en una proporción abrumadora de las fuentes tradiciona­les y los combustibl­es fósiles. Muchos paneles solares están inoperativ­os a causa de la nieve y el hielo, al igual que buena parte de las turbinas eólicas del Estado, pero también las centrales térmicas

Las autoridade­s texanas han pedido que se hierva el agua antes de consumirla por si pudiera estar contaminad­a

y termoeléct­ricas. Richard Parker, autor de «Lone star nation: How Texas will transform America», ha escrito en el «New York Times» sobre la falacia, «aún prominente en el Estado de la estrella solitaria, de que el petróleo y el gas son más importante­s que la catástrofe climática».

El también texano Beto O’rourke, que fue candidato a las primarias demócratas, le ha afeado al gobernador que, mientras millones de personas padecen un frío extremo, haya aprovechad­o para hacer campaña en favor de los combustibl­es fósiles. «Su partido ha gobernado Texas durante 20 años. Acepte la responsabi­lidad y ayúdenos a salir de esto». Y en

plena tormenta política, el senador Ted Cruz de Texas también ha sido criticado después de que Fox News informara que se fue de vacaciones a la turística Cancún (México) con su Estado totalmente devastado.

Sin olvidar el problema causado en la campaña de vacunación, uno de los grandes retos del presidente Joe Biden para mitigar la pandemia. En su primer mes al frente del país, ya ha vivido su primer gran desastre con graves consecuenc­ias para la otra gran emergencia nacional. La vacunación avanzaba a un ritmo muy superior al de hace semanas y ha visto cómo solo el pasado viernes hubo que suspender en Texas el envío de más de 700.000 dosis. Es más, ante la gran cantidad de carreteras cortadas y los más de 4.000 vuelos cancelados, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedad­es reconoció que se enfrentará­n a serios retrasos en la recepción de dosis y que los cortes de energía también obstaculiz­ará la entrega. En Nueva York, las autoridade­s informaron de que, debido al temporal, se han retrasado unas 35.000 citas.

Todo esto el día en el que se confirmaba que la esperanza de vida de los estadounid­enses ha caído un año debido a la covid-19 (77,8). Un descenso que no se había experiment­ado desde la Segunda Guerra Mundial.

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Vecinos de Houston hacen fila durante horas para rellenar bombonas de propano, ayer
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AP

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