La tormenta perfecta sacude a Joe Biden
Millones de personas siguen sin luz, agua y comida en Texas. El temporal pone en jaque el plan de vacunación de EE UU
La mayoría de muertes han sido por congelación o por intoxicación de monóxido de carbono al calentarse
Hacía años que Estados Unidos no sufría un invierno tan devastador. En la costa este ha caído más nieve en un sola ventisca que en toda la temporada previa. En Texas, la ola de frío arroja un saldo pavoroso, con 24 muertos y entre 2,5 y 3 millones de personas sin electricidad ni calefacción. Son ya 36 los muertos a nivel nacional. Hay previsiones de nuevas nevadas, chubascos de aguanieve y frío extremo durante los próximos días. Un tercio de la población de EE UU vuelve a estar amenazada por un nuevo frente.
Las noticias que llegan de ciudades como Houston son directamente espeluznantes. Familias que queman la madera de sus cercados para calentarse o usan los juguetes de los niños como combustible. Hospitales próximos a quedarse sin suministro energético. Miles de personas encerradas en los coches, con el peligro evidente de intoxicarse con los gases del motor. Cuentan que en todo el Estado son ya cientos los casos de personas que acuden a los hospitales con síntomas de congelación y también envenenadas por el monóxido de carbono de los coches.
Y no solo sufren los seres humanos: se han rescatado hasta 3.500 tortugas marinas, trasladadas a un centro de recuperación para evitar que el frío acabe con sus vidas. Pero incluso en ese centro hace ya tres días que no hay energía. El problema esencial, tal y como explica la CBS, es que Texas, con un clima continental en el norte y subtropical en el resto del Estado, no está preparada para soportar un frío tan prolongado y violento. Las instalaciones de los edificios, las calefacciones y tuberías, tuberías, y los grandes gasoductos y oleoductos, no fueron diseñados para protegerse de unas temperaturas subárticas. Las autoridades texanas pidieron ayer a unos siete millones de residentes «hervir el agua» antes de consumirla por si pudiera estar contaminada después de que una ola de apagones golpeara las instalaciones de tratamiento en el sur de EE UU a causa de las fuertes tormentas. También se ha roto la cadena de suministros y no quedan alimentos en numerosos supermercados a lo largo del Estado.
Como ha sucedido en otras latitudes, en Texas, y en lugares como Mississippi o Kentucky, vuelve a plantearse el dilema entre invertir para unas contingencias atmosféricas poco probables o bien dedicar los recursos a otras necesidades más cotidianas. De fondo asoma también la cuestión de si asistimos a un fenómeno raro pero no tanto o si se trata de una de las primeras manifestaciones del cambio climático, siendo perfectamente compatible el aumento global de las temperaturas y el calentamiento planetario como la proliferación de los sucesos atmosféricos extremos, con grandes olas de frío, huracanes, etc.
Como todo en estos tiempos, la miseria y el frío, y las inevitables polémicas partidistas, y la lógica búsqueda de responsabilidades han terminado por desembocar en la enésima guerra cultural. Hay quien, como el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, culpan del desastre a las energías renovables, que habrían absorbido inversiones clave o bien serían incapaces de responder en unas circunstancias tan apuradas. «Esto muestra cómo el Green New Deal sería un acuerdo mortal para EE UU», ha comentado, tergiversando o, en todo caso malinterpretando, el comunicado de la Red Eléctrica del Estado, que aclaraba que los principales problemas tenían que ver con la red de gas natural. En realidad, el suministro energético en Texas sigue dependiendo en una proporción abrumadora de las fuentes tradicionales y los combustibles fósiles. Muchos paneles solares están inoperativos a causa de la nieve y el hielo, al igual que buena parte de las turbinas eólicas del Estado, pero también las centrales térmicas
Las autoridades texanas han pedido que se hierva el agua antes de consumirla por si pudiera estar contaminada
y termoeléctricas. Richard Parker, autor de «Lone star nation: How Texas will transform America», ha escrito en el «New York Times» sobre la falacia, «aún prominente en el Estado de la estrella solitaria, de que el petróleo y el gas son más importantes que la catástrofe climática».
El también texano Beto O’rourke, que fue candidato a las primarias demócratas, le ha afeado al gobernador que, mientras millones de personas padecen un frío extremo, haya aprovechado para hacer campaña en favor de los combustibles fósiles. «Su partido ha gobernado Texas durante 20 años. Acepte la responsabilidad y ayúdenos a salir de esto». Y en
plena tormenta política, el senador Ted Cruz de Texas también ha sido criticado después de que Fox News informara que se fue de vacaciones a la turística Cancún (México) con su Estado totalmente devastado.
Sin olvidar el problema causado en la campaña de vacunación, uno de los grandes retos del presidente Joe Biden para mitigar la pandemia. En su primer mes al frente del país, ya ha vivido su primer gran desastre con graves consecuencias para la otra gran emergencia nacional. La vacunación avanzaba a un ritmo muy superior al de hace semanas y ha visto cómo solo el pasado viernes hubo que suspender en Texas el envío de más de 700.000 dosis. Es más, ante la gran cantidad de carreteras cortadas y los más de 4.000 vuelos cancelados, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades reconoció que se enfrentarán a serios retrasos en la recepción de dosis y que los cortes de energía también obstaculizará la entrega. En Nueva York, las autoridades informaron de que, debido al temporal, se han retrasado unas 35.000 citas.
Todo esto el día en el que se confirmaba que la esperanza de vida de los estadounidenses ha caído un año debido a la covid-19 (77,8). Un descenso que no se había experimentado desde la Segunda Guerra Mundial.