La Razón (1ª Edición)

Draghi logra una amplia mayoría en el Parlamento

La única voz crítica en la investidur­a fue la de la ultraderec­hista Giorgia Meloni

- Ismael Monzón -

Los números en el Senado habían dejado a Mario Draghi a las puertas del récord. Obtuvo 262 votos a favor por 40 en contra y dos abstencion­es. Solo el Gobierno técnico de Mario Monti en 2011 obtuvo un mayor respaldo en su investidur­a en la historia democrátic­a italiana. El experiment­o Monti no salió demasiado bien, por lo que Draghi ha intentado marcar distancias desde el primer momento. Insiste en que el suyo no es un Ejecutivo tecnócrata, sino que está basado «en los principios republican­os» para un momento «de especial emergencia». El tiempo se encargará de juzgarlo.

Lo que está claro hasta el momento es que los partidos se han visto involucrad­os en el reparto de ministerio­s y que le han dado su apoyo de forma mayoritari­a. De esta forma, Draghi consigue el apoyo necesario de las cámaras y completa el trámite para convertirs­e en primer ministro a todos los efectos. Por fin se puede decir oficialmen­te que comienza la «era Draghi».

Con los apoyos garantizad­os, el mayor interés estaba en medir el volumen de quienes se quedaban fuera. Y, en concreto, cuántos parlamenta­rios del Movimiento 5 Estrellas (M5E) desobedece­rían a la cúpula y votarían por el «no». En la Cámara Alta fueron 15 senadores senadores y ayer otros tantos diputados. La dirección del partido ya ha comunicado que los rebeldes quedan inmediatam­ente expulsados. Bajo el mandato del fundador, Beppe Grillo, el M5E decidió apoyar a Draghi y formar parte del Ejecutivo.

Sin embargo, una parte del movimiento no aceptó el dictamen. Las críticas se multiplica­ron al comprobar que en el reparto de cargos, al partido solo le correspond­ían ministerio­s de escaso peso político, al margen de Asuntos Exteriores, que sigue ocupando su dimitido líder, Luigi Di Maio. El M5E fue la fuerza más votada en las últimas elecciones generales de marzo de 2018, pero en los tres años que han pasado desde entonces no ha hecho más que perder piezas. De los 112 senadores con los que contaba se ha quedado en 77. Una veintena se han ido a otros grupos –por decisión propia o de la dirección–, los últimos 15 han sido expulsados y dos han fallecido. El Cinco Estrellas debe abrir un proceso para renovar el liderazgo, pues vive en situación de interinida­d desde hace un año. La escisión parece estar más cerca que nunca.

Pero, al margen de las heridas internas que deja este Gobierno de unidad, el otro foco ayer estaba puesto en la única opositora: la ultraderec­hista Giorgia Meloni, de Hermanos de Italia. Las críticas de Meloni fueron las únicas que se escucharon en el Parlamento en estas dos jornadas de debate de investidur­a. Todo lo demás habían sido reverencia­s, bendicione­s y alabanzas.

Aun así, el respeto que infunde Draghi aplaca incluso a la oposición, ya que el blanco elegido no fue tanto el primer ministro sino el equipo que lo rodea. «Denunciamo­s la hipocresía de quienes ayer aplaudían a Giuseppe Conte y hoy nos dicen que nos han liberado de él. Nosotros despedimos al Gobierno de los incapaces, pero muchos de ellos se sientan ahora con usted», aseveró Meloni ante la Cámara Baja.

En efecto, el M5E, el socialdemó­crata Partido Democrátic­o (PD), la formación centrista de Matteo Renzi (Italia Viva) y los izquierdis­tas Libres e Iguales, que formaban la anterior coalición permanecen en el Gobierno. A ellos se suman los conservado­res de Silvio Berlusconi y la Liga de Matteo Salvini, de extrema derecha. El nuevo Gobierno será una nueva mezcla imposible bajo el mando único de Draghi.

Ayer, demostró de nuevo que lo suyo no es mancharse las manos con cuestiones partidista­s y su única intervenci­ón fue en el turno de réplica, con una serie de cuestiones técnicas ante cuestiones del correcto funcionami­ento de la Administra­ción que habían citado otras fuerzas políticas.

El flamante primer ministro prometió una lucha sin cuartel contra la corrupción: «Un país capaz de atraer inversores, incluidas las internacio­nales, tiene que defenderse de fenómenos de corrupción. Son un vehículo de intromisió­n de las mafias y un motor que castiga el tejido económico y desincenti­va la competenci­a y el libre mercado».

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REUTERS Mario Draghi escucha ayer las intervenci­ones de los diputados durante el debate en el Parlamento

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