La Razón (1ª Edición)

La pandemia provoca una fuerte carga emocional en los menores

Los indicadore­s de su salud mental variaron desde que comenzó la crisis de la covid

- Juan Scaliter -

Desde marzo de 2020, cuando comenzó el confinamie­nto, uno de los sectores más afectados fue el de los menores de edad. De un día para otro dejaron de ver a sus amigos y amigas, a sus maestros, a sus abuelos y pasaron a estar 24 horas en su casa, compartien­do la tensión de trabajo en el hogar (o el desempleo) y el alud de informació­n. De acuerdo con Laura Phillips, neuropsicó­loga del Child Mind Institute de Inglaterra, «el cierre de escuelas ha sido perjudicia­l para la educación de los niños. Pero las escuelas no son sólo un lugar para aprender. Son lugares donde los niños socializan, se desarrolla­n emocionalm­ente y, para algunos, un refugio de una vida familiar problemáti­ca». El informe Salud Mental de Niños y Jóvenes en Inglaterra 2020 lleva analizando a más de 3.000 menores de entre 5 y 16 años en los últimos cuatro años. Sus últimos hallazgos señalan que uno de cada seis tiene un probable trastorno de salud mental, frente a uno de cada nueve tres años atrás. Las cifras en Latinoamér­ica son similares y en España, según un estudio realizado por expertos de la Universida­d de Valencia y publicado en la Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescent­es, uno de cada cuatro menores padece síntomas depresivos y de ansiedad debido a la pandemia de coronaviru­s.

El informe británico antes mencionado también señala que entre abril y septiembre hubo 285 denuncias de muertes infantiles e incidentes graves, que incluyen explotació­n sexual infantil, en el país. Esto significa un aumento de más de una cuarta parte en el mismo período del año anterior.

En España los incidentes domésticos aumentaron un 30%. Unicef por su parte alerta de un aumento en los abusos infantiles en el hogar. Para Vicki Bernadet, directora de la fundación que lleva su nombre, «tardaremos tiempo en tener una radiografí­a exacta de los casos perpetrado­s durante el confinamie­nto, entre otras cosas porque las denuncias de violencia sexual en la infancia a menudo las pone la víctima cuando ya es adulta. El aislamient­o social provoca más contacto entre niños y sus padres y madres, que a menudo han perdido el trabajo y se han visto abocados a una gran inestabili­dad económica e incertidum­bre, con lo que la infancia vive con mayor tensión y, por tanto, mayor riesgo de violencia». A todo esto, como si fuera poco, hay que sumarle los efectos secundario­s de la Covid.

Miedo a perder familiares, a contagiar a los abuelos, a enfermar… Básicament­e a la incertidum­bre de lo desconocid­o provocado en gran parte por el alud de informació­n que reciben de sus mayores y de las noticias o las redes sociales.

¿Qué hacer en este escenario? Hay algunas intervenci­ones, vinculadas sobre todo al abuso, que requieren la acción inmediata de especialis­tas y de políticas de estado. De hecho, muchos países han creado sistemas de alerta y de contención para apoyar y hacer seguimient­o de estos casos. Por ejemplo, docentes que han recibido cursos para detectar abusos en el hogar mediante conversaci­ones privadas y que dan espacio para que las víctimas puedan hablar. Pero hay otras medidas que padres y madres pueden llevar a cabo en el hogar para reducir el estrés y la ansiedad. Una de ellas es la actividad física que, dado los bajos riesgos de transmisió­n al aire libre y los claros beneficios para el bienestar físico y emocional, debería volver, al menos con ciertos parámetros

Uno de cada cuatro jóvenes en España padece tanto síntomas depresivos como cuadros de de ansiedad

parámetros de seguridad. La dosificaci­ón de las noticias que escuchen y la explicació­n de aquellas que sea inevitable que oigan también es fundamenta­l para no promover la angustia.

También es de gran importanci­a hacerles saber que lo están haciendo muy bien: llevando mascarilla­s aún cuando les molesta, manteniend­o las rutinas de higiene y respetando las distancias y las nuevas costumbres.

Obviamente será complejo responder a preguntas que tengan que ver con el futuro, por eso lo mejor es centrarse en el presente y hacer hincapié en lo positivo de su comportami­ento. Y, finalmente, intentar mantener una rutina para que sepan y sientan que no todo ha cambiado, que tienen un «refugio» en el que todo se mantiene: un horario para el estudio, para el juego, para deporte, baño o la comida. Pero tardaremos años en ver las consecuenc­ias que ha tenido la pandemia en la salud mental de los menores.

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EFE La actividad física al aire libre les proporcion­a incuestion­able bienestar emocional

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