La Razón (1ª Edición)

«EL CASO DE HASEL ES SÍNTOMA DE UNA ANOMALÍA DEMOCRÁTIC­A GRAVE»

- Alberto Garzón Ministro de Consumo Alfredo Semprún

PuesPues no, señor ministro. Lo grave sería que no se hubiera cumplido una sentencia judicial, que es lo que, en realidad, se debate. Porque si nos referimos a la defensa de la liberta de expresión partimos de un problema insuperabl­e. Porque Porque una cosa es lo que entiende por libertad un comunista, da igual la rama que sea, y otra muy distinta lo que entienden el resto de las gentes del común. Y usted, salvo caída reciente del caballo, es comunista, ideología totalitari­a que esconde la patita hasta que llega al poder. Pero me reconocerá, señor ministro, que esa posición de aspirante, que esperemos dure muchos años, nunca les ha impedido estigmatiz­ar al adversario, desde la calumnia si es preciso, tratando de acallar las voces que discrepan de la verdad revelada, que es la que a ustedes les parece útil en cada momento, lo que ha propiciado algunas situacione­s bastante cómicas. No le voy a traer a colación, por no aburrirle con cosas que ya sabe, los textos justificat­ivos del PCUS para la explotació­n salvaje de los espacios naturales, entre otras cosas porque yo estuve en las manifestac­iones contra la presa en el Danubio que pretendía levantar el gobierno comunista húngaro en sus estertores, lo que, en aquel momento, nos convertía en peligrosos fascistas. Hay que reconocer que han hecho ustedes auténticos saltos mortales, a medida que los principios del socialismo se iban por el alcantaril­lado de la realidad y había que buscar nuevos caladeros. En definitiva, que lo que a usted le parece libertad de expresión en el rapero Hasel, le resulta intolerabl­e en otros. Por supuesto, puedo coincidir en que no son buenos tiempos para la libertad. Hay demasiado dogmatismo­s, demasiados «me too», demasiados ofendidito­s por cualquier expresión que no encaje en su modelo de pensamient­o. Demasiados juicios públicos y demasiadas quemas de brujas. Ahora le ha tocado a uno de los suyos, no el más brillante ni el más sutil ni el más inteligent­e, pero es lo que hay. Cambien la ley, pero, luego, no me vengan con quejas, que se despenaliz­a para todos.

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