La Razón (1ª Edición)

EL AIZKOLARI AL QUE AGASAJÓ AL CAPONE

EL CAPO, ADMIRADO TRAS EL TRIUNFO DE UZCUDUN SOBRE CHRISTNER, INVITÓ AL BOXEADOR VASCO A SU MANSIÓN DE FLORIDA

- POR LUCAS HAURIE Sevilla

HoyHoy presume España de un puñado de deportista­s conocidos y reconocido­s en todos los confines del planeta, pero el pionero fue sólo uno: Paulino Uzcudun Eizmendi. Antes de que Severiano Ballestero­s cambiase para siempre la historia del golf y, por supuesto, de que los Indurain, Alonso, Nadal o Gasol se convirties­en gracias a sus victorias en auténticos fenómenos globales, este leñador nacido entre dos siglos en un caserío del municipio guipuzcoan­o de Régil había concitado multitudes a ambos lados del Atlántico para verlo boxear y recibía honores de jefe de estado cuando visitaba las grandes capitales europeas. En Nueva York, era tan famoso como Babe Ruth, el beisbolist­a estrella de los Yankees.

Hasta el inicio de los años veinte, Uzcudun fue leñador de profesión y aizkolari –cortador de troncos en los festivales de deporte rural– para ganarse un sobresueld­o, ya que era el menor de diez hermanos en un hogar donde, desde la muerte de su padre en 1919, nada sobraba. Artillero Artillero en San Sebastián durante el servicio militar, un amigo lo convenció para que probaba con el boxeo con un argumento irrebatibl­e: «Te dan dos mil pesetas por aguantar una hora. Cortando troncos, ganas con suerte mil quinientas en ocho meses». No hizo falta más para convencerl­o. En febrero de 1923, pisó por primera vez un gimnasio, el que regentaba Monsieur Casalonge en la donostiarr­a calle Goñi.

El preparador francés había dirigido en su momento al campeón del mundo Georges Carpentier y se dio cuenta enseguida de que tenía entre manos algo muy importante. Aconsejó a Uzcudun que marchase a París, la meca del boxeo europeo por aquel entonces, donde su carrera despegó de manera fulgurante. El 24 de junio de 1923, el morrosko de Régil desembarcó del tren en la capital francesa, menos de un año después se proclamaba campeón de España de los pesos pesados y en mayo del 26, ante 40.000 espectador­es que atestaban la Monumental de Barcelona, le arrebataba la corona continenta­l al italiano Erminio Spalla.

Cien mil paisanos se apiñaron en los márgenes de las carreteras de todo el País Vasco para recibir al Uzcudun rey de Europa, que llegó a San Sebastián conduciend­o un flamante Hispano-suiza descapotab­le que se había comprado con sus primeras bolsas sustancios­as. En verano, la corte de Alfonso XIII se trasladó al Palacio de Miramar, como era tradición, y el monarca fue hasta el caserío de doña Joaquina a felicitarl­a por haber «criado a un luchador tan fuerte como Paulino». La madre del púgil, euskalduna que no hablaba una palabra de español, necesitó que su hijo le tradujese el mensaje real. Fue su última comparecen­cia en Europa antes de viajar a Estados Unidos.

Sus promotores prepararon el desembarco del fenómeno, aunciado como «un leñador que cortaba árboles descalzo sobre la nieve de los Pirineos», «un hombre que no estuvo en la ciudad hasta los 25 años» e incluso «un experto torero». Después de varias victorias prestigios­as y de sufrir algún que otro tongo, el campeón retó al boxeador de moda, Myers «KO» Christner, de quien el «New York Times» había escrito: «El hombre que se olvide de esquivar su derecha, puede que viva o puede que no».

Al cabo de diez extenuante­s asaltos, durante los que ambos púgiles encajaron golpes terribles, Uzcudun logró una clara victoria a los puntos, resumida así por su madre en una entrevista concedida a la revista «Estampa»: «Parece que el otro le dio muchos puñetazos a mi Paulino, que tiene muy mal genio y, claro, se los devolvió». Al Capone, que estaba esa noche en la primera fila del Madison Square Garden, lo invitó a pasar unos días en su mansión de Florida. «Puede que sea un gánster terrible, pero a mí me cayó la mar de simpático. Es gordo y alegre», dijo sobre el mafioso.

También mu ssoli ni ygoebbels lo recibieron a lo largo de una carrera que se prolongó hasta 1935, cuando sufrió el único KO de su vida en el último combate que disputó. Nada menos que frente a Joe Louis.

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VIDAL ROMERO Paulino Uzcudun, durante un pesaje

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