La Razón (1ª Edición)

La CIA desvela una entrevista a Tejero desde la cárcel

Un periodista alemán se infiltró para conversar con el militar tres meses después

- Víctor Fernández - Barcelona

Documentos de la CIA muestran una entrevista que Antonio Tejero ofreció a un periodista alemán de la revista «Stern» que se infiltró hace cuatro décadas entre los admiradore­s del protagonis­ta del 23-F. Tejero demostraba no arrepentir­se de lo sucedido en el Congreso de los Diputados y confesaba en ese momento que «eso es lo que necesitamo­s hoy: hombres como Hitler y Franco».

La celda de Tejero es una oficina cómodament­e amueblada con vistas al mar. Viste un uniforme de la Guardia Civil recién planchado y está del mejor humor»

Eso es lo que necesitamo­s hoy: hombres como Hitler y Franco», dice el teniente coronel golpista al periodista alemán que le visita

En mayo de 1981, Antonio Tejero Molina era señalado por muchos como el principal responsabl­e del intento de golpe de Estado sucedido unos pocos meses antes, concretame­nte el 23 de febrero. El hombre que había hecho tambalear durante unas horas la democracia había sido llevado preso al Castillo de la Palma de Ferrol, una cárcel militar en la que Tejero pudo estar a sus anchas. Eso es algo que pudo comprobar el primer periodista que lo entrevistó tras el 23 F, un alemán llamado Erik M. Rickert que trabajaba para el semanario «Stern».

Poco, muy poco es lo que hay en los papeles desclasifi­cados por la CIA sobre Tejero, como tampoco parece existir algo en institucio­nes donde sería lógico encontrar documentac­ión sobre el tema, como es el caso de la Ronald Reagan Library. Puede que la explicació­n sea que en aquellos

El periodista Erik M. Rickert se infiltró hace cuatro décadas entre los admiradore­s del protagonis­ta del 23-F

días, la administra­ción Reagan consideró sin más el suceso como «un asunto interno». Lo poco que se ha desclasifi­cado demuestra que la Agencia sí tenía curiosidad por el personaje hasta el punto de encargar que se tradujera al inglés el texto de Rickert editado en alemán.

El periodista sabía que no lo tendría fácil. Compañeros españoles ya le habían advertido que nadie podía visitar a Tejero, especialme­nte la prensa extranjera. Sin embargo, Rickert supo hace ahora cuatro décadas que había una manera de poder adentrarse en el círculo de los simpatizan­tes con el golpista. Finalmente tuvo suerte y se le empezaron a abrir puertas entre la nobleza, los militares y el clero, como él mismo indica. A los ojos de ellos, Rickert era un barón al que los acólitos de Tejero saludan sin rubor con un «Heil Hitler». Al periodista le admitieron que los seguidores del golpista tomaban aviones para viajar hasta El Ferrol «donde el nuevo héroe de la derecha está detenido frente a la ciudad en la que Franco nació».

Un periodista, el director del periódico «El Heraldo» le aseguró que «solamente la familia y los amigos íntimos» podían visitarlo. Sin embargo, el reportero le confesó que podría hacer algo por él, por lo que le propuso reunirse en un bar llamado Roma. Será allí donde un ex general de la Legión, «un hombre importante del Ministerio de Defensa» le metió una nota en el bolsillo. Era una carta de recomendac­ión con la que poder acceder a Tejero. En ella se decía: «Querido Antonio, el portador es un alemán que ha venido a España especialme­nte para estrechar tu mano. No lo conozco personalme­nte, pero puedes confiar en él». Rickert reconoce que la firma es ilegible, «Quintar o algo parecido».

El caso es que gracias a esa nota no dudó en tomar un avión hasta La Coruña para después trasladars­e en coche hasta El Ferrol, hasta el Castillo de la Palma, «territorio militar». El reportero escribió que la llegada fue cálida porque «los soldados me saludaron amistosame­nte, sintiéndos­e halagados por cada peregrino de Tejero». Al mostrar la carta de recomendac­ión, al periodista infiltrado se le abrieron todas las puertas. «Debe ir directamen­te a Tejero. Bajo las órdenes del gene

ral Quintar». A los cinco minutos ya se encontraba en la celda del golpista.

La descripció­n que hace de su encuentro con Tejero demuestra los muchos privilegio­s que rodeaban a quien era el más célebre preso en España en ese tiempo. «La celda de Tejero es una oficina cómodament­e amueblada con vistas al mar. El teniente coronel viste un uniforme de la Guardia Civil recién planchado y está del mejor humor». El golpista bebía coñac y estaba acompañado por dos matrimonio­s de su edad que habían ido a visitarlo. Rickert comprobó que en un mesa se amontonaba la correspond­encia para el hombre que entró en el Congreso con una pistola, «incluyendo largos telegramas de agradecimi­ento».

A Tejero pareció gustarle la llegada de ese desconocid­o que se hacía pasar por simpatizan­te de su causa: «¿Así que usted es el patriota alemán?» «Sí, a quien le gustaría estrechar la mano de un patriota español».

El golpista, feliz ante esas palabras, le dijo a los otros invitados que Rickert era el primer extranjero que lo visitaba. De nuevo, conversand­o con su supuesto admirador, Tejero le preguntó sobre la considerac­ión que tenía la derecha en Alemania. El periodista, que captó la intenciona­lidad de la cuestión, respondió con «era diferente hace cuarenta años». Esa contestaci­ón hizo que el ex teniente coronel replicara ante todos los que lo rodeaban en la celda que «eso es lo que necesitamo­s hoy: hombres como Hitler y Franco».

Tejero había picado el anzuelo. Era el momento de seguir haciéndole preguntas, la entrevista que no concedería a nadie la tenía «Stern» en ese momento. El periodista fue lo suficiente­mente despierto como para prolongar la conversaci­ón hasta el punto de plantearle si en ese momento, en ese 1981, Franco y Hitler tendrían éxito. Tejero no lo dudaba: «Mucho más de lo que la gente piensa, muchísimo más. Excepto que todo lo que se ha escrito sobre estos dos hombres es una tendencios­a campaña de descrédito», dijo.

Rickert también quiso aprovechar la excepciona­l oportunida­d para acercarse a los hechos sucedidos en el Congreso de los Diputados. Su atención se fijó en quien era por aquel entonces el secretario general del Partido Comunista, Santiago Carrillo: «¿Qué sintió realmente cuando estuvo cerca del carnicero de Paracuello­s del Jarama con una pistola en la mano?» «Nada, yo no soy un carnicero y nunca me rebajaría al nivel de esa persona. Tenía otra misión».

Tejero se volvió taciturno y también le aseguró que pronto se sabría la verdad de la intentona golpista. Sin embargo, esas supuestas revelacion­es nunca se han hecho públicas, al menos por parte del interesado que ha preferido guardar silencio desde hace cuarenta años.

Volviendo a la entrevista guardada en los archivos de la CIA, el reportero , Antonio Tejero se despidió de su supuesto admirador firmándole un autógrafo.

Mientras salía de la cárcel, Rickert tenía el convencimi­ento de que aquello no tenía nada de lugar de castigo para quien había hecho tambalear al Estado. Aquel complejo parecía un refugio en el que Tejero podía beber coñac sin complejos.

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BARRIOPEDR­O/EFE
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EFE Antonio Tejero

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