La Razón (1ª Edición)

El día en que se salvó la Monarquía

- Francisco Marhuenda

LosLos millones de españoles que vivimos el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 lo recordamos como uno de los acontecimi­entos más importante­s de nuestra Historia. El fracaso de la chapucera intentona salvó a la Monarquía y se convirtió en un gran éxito de la democracia. En aquella época era estudiante y estaba escuchando la radio en mi añorado Seat 600 blanco que me habían regalado mis padres. El sobresalto fue mayúsculo. Acababa de cumplir veinte años y tenía gran interés por la política, militaba en las Juventudes de UCD. No daba crédito a lo que escuchaba. Ha sido un tema que siempre me ha interesado, porque tiene aspectos muy claros y otros que permanecen en la penumbra. Los historiado­res siempre situamos los acontecimi­entos en el contexto de su época y aquella era una España que poco tiene que ver con la actual. La asonada me parece una delirante chapuza protagoniz­ada por Tejero, un teniente coronel de la Guardia Civil, que tuvo que reclutar de forma caótica los efectivos que necesitaba. No pudo ser, afortunada­mente, más esperpénti­ca.

La falta de planificac­ión es algo impropio de los militares, que puestos a dar un golpe de Estado lo completan con éxito sin dificultad. Creo que nadie puede dudarlo. Lo normal es que hubieran sido unidades del ejército de tierra acompañada­s de vehículos con capacidad para moverse por Madrid. Otra cuestión distinta es que posiblemen­te confluyero­n diversas intentonas golpistas y la más chapucera precipitó los acontecimi­entos. Existe una verdad judicial, pero siempre quedarán dudas hasta que se desclasifi­quen los documentos y se sepa si alguien más jugó un papel importante, ya fuera para apoyarlo o para conducirlo al fracaso. Fue un día que salvó a la Monarquía, porque estaba condenado al desastre aunque hubiera triunfado. Lo sucedido en Grecia con el rey Constantin­o, cuñado de don Juan Carlos, es muy clarificad­or. Ninguna solución, incluida un gobierno encabezado por Armada, un caballero y hombre de honor, era viable. Hay algo sobre lo que tampoco se puede tener ninguna duda y es que fracasó, porque el rey no lo quiso apoyar. No permitió que se utilizara su nombre y habló con todos los altos mandos de las Fuerzas Armadas, en un momento en que todo era más lento y complicado, porque no existían teléfonos móviles, para darles la orden, clara e inequívoca, de que estuvieran al lado de la Constituci­ón, su pueblo y su rey.

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