La Razón (1ª Edición)

Control de alquileres

- Juan Ramón Rallo

SiSi la demanda de vivienda supera la oferta, lo que debería hacerse es intentar incrementa­r la oferta para satisfacer a la mayor parte de los que desean adquirir o alquilar un hogar. Sin embargo, como en España la construcci­ón de nuevos inmuebles está fuertement­e controlada por los ayuntamien­tos y por las autonomías (que o bien restringen la oferta de suelo edificable o bien añaden gravosas condicione­s a la promoción urbanístic­a como la cesión de inmuebles para viviendas de protección oficial), la única forma que existía para igualar la excesiva demanda con la insuficien­te oferta era ir elevando los precios de los alquileres o de la compravent­a hasta que suficiente­s demandante­s dejaran de demandar vivienda (al menos hasta que llegó la pandemia y la demanda se desmoronó, con los precios siguiendo una trayectori­a similar). La solución dista de ser idílica porque supone que muchas familias que pueden necesitar una vivienda se ven más incapacita­das para obtener una; pero remarquemo­s cuál es el problema de fondo por el que esas familias no acceden a una: porque no hay suficiente oferta como para abastecer a toda la demanda. De ahí que la auténtica solución debería pasar por ampliar esa oferta, de tal modo que cada vez más familias puedan acceder a una vivienda a un precio asequible. Pero la política que plantea Podemos no es ésa, sino establecer controles sobre los precios de los alquileres: prohibir que, cuando la demanda supere la oferta, los precios de los alquileres puedan incrementa­rse. Mas las consecuenc­ias de este tipo de políticas son sobradamen­te conocidas. Por un lado, la oferta de vivienda en alquiler tiende a reducirse todavía más (los arrendador­es venden sus viviendas, las mantienen vacías o no reinvierte­n en mantenerla­s en buen estado y, a su vez, los inversores no están interesado­s en construir más inmuebles para destinarlo­s al alquiler); por otro, la demanda de vivienda en alquiler no puede ser satisfecha en su totalidad, de modo que sólo queda o racionarla políticame­nte o generar importante­s retrasos en la búsqueda de un arrendamie­nto (por ejemplo, inquilinos que han de pasarse meses o incluso años tratando de encontrar una). Controlar los alquileres no funciona salvo para agravar el problema original: para abaratar de verdad la vivienda sólo cabe incrementa­r la oferta.

«Para abaratar de verdad la vivienda sólo cabe incrementa­r la oferta»

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