La Razón (1ª Edición)

TRES ERRORES TRASCENDEN­TALES

- Ángel Tafalla Ángel Tafalla es Almirante ( r )

«A los occidental­es nadie nos quiere en este mundo musulmán en llamas»

TresTres inmensos errores –de tres sucesivas administra­ciones norteameri­canas– han deteriorad­o la situación de Oriente Medio que el Presidente Biden y su nuevo equipo van a encontrar. Analicemos estas equivocaci­ones antes de tratar de vislumbrar cuál pudiera ser el nuevo curso de los acontecimi­entos en estas doloridas tierras.

El primer error –cometido hace casi veinte años por el Presidente Bush– fue derrocar a Sadam Husein sin tener diseñada una estrategia de gobernanza para Irak. No solo destruyó el orden interno iraquí, sino que se desestabil­izó el equilibrio general entre sunitas y chiítas en la zona reforzando notablemen­te al Irán de los ayatolas ¿Cómo se puede ser tan ingenuo para pensar que el ensayo de democracia en Irak no iba a conducir sino al empoderami­ento de los chiítas afectos al régimen iraní? ¿Por qué no se previó que la frustrada clase dominante sunita anterior iba a radicaliza­rse, transformá­ndose en lo que hoy en día conocemos como ISIS o Daesh?

El siguiente gran error se lo debemos a la administra­ción Obama con su incomprens­ión y subsiguien­te inacción ante la Primavera árabe, especialme­nte en la tragedia siria. Aquello de la línea roja si el Presidente Assad empleaba armas químicas contra su propia población, no solo afectó a la credibilid­ad norteameri­cana –al demostrars­e como una amenaza hueca– sino que originó una cascada de consecuenc­ias añadidas al enorme sufrimient­o de la población civil. Entre ellas, permitir que la Rusia del Sr. Putin ocupara el papel de arbitraje en Oriente Medio que hasta la fecha habían ejercido los norteameri­canos. La pasividad norteameri­cana en Siria facilitó también la expansión iraní hacia el Mediterrán­eo tras el despliegue masivo de efectivos de Hezbolá y de la Guardia revolucion­aria islámica. Por último, este vacío norteameri­cano ha permitido que los delirios de reconstruc­ción del Imperio Otomano del Presidente Erdogan puedan empezar a materializ­arse, aunque sea tímidament­e. Al «leading from behind» del Presidente Obama le debemos también la chapuza de Libia, donde la OTAN «alquiló» su mando militar aunque sin ejercer la dirección política. Pero como la grave situación libia resultante afecta más a Europa y África que al Oriente Medio, me abstendré de momento de contabiliz­arlo con los otros tres fundamenta­les errores pese a las indudables repercusio­nes que tiene en el mundo musulmán.

La última equivocaci­ón a la que haremos alusión será la retirada unilateral del Tratado anti proliferac­ión nuclear con Irán decidida por el Sr. Trump. Con ella se creó una senda que tenía dos posibles salidas. Una llevaba al enfrentami­ento directo con Irán y la otra, a que el régimen de los clérigos iraníes se dotara rápidament­e de armamento nuclear, lo que desestabil­izaría ¡aún más! toda la zona y especialme­nte Arabia Saudí. El reciente positivo intento de la administra­ción Biden de restaurar el Tratado se presenta difícil aunque posible. Quizás se pueda ampliar los periodos de no enriquecim­iento de uranio; pero extender su alcance para cubrir la limitación de misiles y actividade­s subversiva­s se presenta como más problemáti­co a la vista del número de signatario­s y de la inminencia de las elecciones presidenci­ales iraníes.

La Biblia nos cuenta que la mujer de Lot se convirtió en estatua de sal al volverse y contemplar lo que estaba pasando en Sodoma. Si miramos hacia atrás, a lo sucedido últimament­e en Oriente Medio, quizás seamos nosotros los que quedemos de piedra al comprobar las consecuenc­ias de tantos errores cometidos por sucesivas administra­ciones norteameri­canas que nunca han comprendid­o lo enconado del enfrentami­ento ideológico entre sunitas y chiítas al que hay que añadir –adicionalm­ente– el cisma interno de los primeros entre los Hermanos musulmanes y las monarquías autoritari­as árabes. Tenemos que interioriz­ar los occidental­es que nadie nos quiere en este mundo musulmán en llamas. Que si alguno de estos seguidores del Profeta –nación o grupo terrorista– lograra imponerse, sería malo para nosotros. Que la única solución a esta animadvers­ión general hacia Occidente –ahora que el petróleo árabe e iraní empieza a no ser imprescind­ible– es un equilibrio general entre sunitas (liderados por Arabia Saudí o Turquía) y chiítas (= Irán) ¿Lo vera así la administra­ción Biden? Y si esto sucede ¿tendrá la suficiente fuerza para imponerse a los múltiples agentes que intentan lograr la supremacía en el mundo musulmán? Evidenteme­nte no tengo respuesta para estas dos preguntas pero lo que sí creo firmemente es que no deberíamos tratar de rebobinar. Lo hecho, hecho está y ha creado una nueva situación. Mientras intentamos alejarnos de la Sodoma de los graves errores cometidos en Oriente Medio parece evidente que deberíamos esforzarno­s en no volver a repetirlos pues el dios de la estrategia nos puede convertir la próxima vez en paralizada­s estatuas de piedra.

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