Benjamín Sánchez
Cualquiera que ejerciera el cargo de presidente del Gobierno, hubiera aparecido ayer, en el debate sobre la gestión del estado de alarma, con algunos rasgos anunciando un envejecimiento acelerado por el estrés y la responsabilidad: aumento de canas, aspecto cansado, ojeras e incluso bolsas en los ojos. Pero esto con Sánchez no ocurre. Le han desaparecido las marcas de acné en la cara, el ceño fruncido y hasta tiene las cejas más finas. A este paso en lugar de hablar del caso curioso de Benjamin Button habrá que empezar a hablar del caso curioso de Pedro Sánchez.
Los problemas no es que le envejezcan, es que le rejuvenecen. Como él tiene esa visión de que España es una nación de naciones, una especie de unión de estados como la Unión Europea, no hay problema que se le resista. La pandemia, que afecta a todo el país y a todos por igual, él la diversifica, la deslocaliza y asunto resuelto: 19 planes de restricciones distintos y que cada uno responda del suyo. Hay problemas de vandalismo por aplicar el Código Penal al rapero Hasel pero de las dos facciones del Gobierno, en la socialista hay silencio administrativo y en la podemita animación al saqueo. Pero como Sánchez ha dicho que hay que aprender a convivir con las deslealtades de Podemos, problema resuelto.
La previsión del turismo para este verano es desalentadora, máxime cuando la inmunización se retrasa y nuestra imagen en el exterior cada vez es más penosa, pero siempre se puede aplicar el turismo de Estado que practica el ministro Ábalos, vas por un día y te quedas siete. Con 23 ministros, sus altos cargos y asesores, otro problema resuelto. No os extrañéis si en la próxima comparecencia, a cuenta de la pandemia, Sánchez aparece vestido de comunión.