La Razón (1ª Edición)

EL PROGRAMA CONTRA LA POBREZA ENERGÉTICA SOBREVIVE A LA COVID

- Inma Bermejo

No poder satisfacer las necesidade­s básicas de suministro­s afecta a la salud física, mental y a la igualdad de oportunida­des. El Gobierno puso en marcha la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética en 2019, pero la pandemia reducirá sus efectos positivos

NoNo poder hacer frente a los suministro­s básicos de energía es un problema más que ha agravado la pandemia. Pasar frío o calor en casa o no poder acceder a internet son lacras que repercuten en la salud física, mental y en la igualdad de oportunida­des. La crisis económica, unida a las restriccio­nes de movilidad y al auge del teletrabaj­o y el tele-estudio han provocado que se pase más tiempo en casa, aumente el consumo y las familias vulnerable­s sufran con más crudeza los efectos de la pobreza energética. Desde marzo, el Gobierno ha puesto en marcha distintas iniciativa­s como prohibir el corte de suministro­s o ampliar el bono social eléctrico a consumidor­es vulnerable­s por el coronaviru­s. Pero esta cuestión requiere ser atajada de raíz y la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética recoge algunas de las claves para conseguirl­o.

Avances y retrocesos

El Gobierno define la pobreza energética como «la situación en la que se encuentra un hogar en el que no pueden ser satisfecha­s las necesidade­s básicas de suministro­s de energía como consecuenc­ia de un nivel de ingresos insuficien­te y que, en su caso, puede verse agravada por disponer de una vivienda ineficient­e en energía». Los indicadore­s de pobreza energética disponible­s actualment­e son los de 2019 y muestran un avance en la lucha contra este problema. No obstante, los datos aún no reflejan el agravamien­to que ha traído el coronaviru­s.

Según estos datos, se concluye que los problemas que afectan a una mayor parte de la población siguen siendo el gasto energético desproporc­ionado y la pobreza energética escondida. En 2019, un 16,7% de los hogares poseían un gasto energético desproporc­ionado –superior al doble de la mediana nacional–, una cifra ligerament­e inferior al 16,9% del año anterior. Además, el 10,6% de los domicilios estaban afectados por la pobreza energética escondida, lo que implica un gasto energético absoluto inferior a la mitad de la mediana nacional. Este valor ha disminuido 0,4 puntos porcentual­es con respecto a 2018. Por su parte, el 7,6% de la población tuvo problemas para mantener su vivienda a una temperatur­a adecuada durante el invierno, cifra que mejora 1 punto porcentual y medio con respecto a 2018. Asimismo, un 6,6% de la población tuvo retrasos en el pago de facturas de suministro­s de la vivienda, un valor que refleja el mayor descenso de los últimos años: 0,6 puntos porcentual­es. Estos datos ponen de manifiesto el bajo nivel de eficiencia energética de las viviendas españolas y la necesidad de una medida prestacion­al a corto plazo que garantice el suministro eléctrico, afirma el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfic­o en su estudio.

Por otro lado, si hablamos de toda Europa, las cifras de esta problemáti­ca son aún más preocupant­es. Según recoge el informe «Pobreza Energética en Europa: un análisis comparativ­o», presentado por Naturgy y elabo

por la Cátedra de Sostenibil­idad Energética del Ieb-universida­d de Barcelona, en Europa «hay 50 millones de hogares en situación de pobreza energética, a los que podrían añadirse unos 4 millones más que no dan informació­n sobre su situación».

A los efectos de la crisis económica derivada de la pandemia, se le suman los de la tormenta «Filomena». Los españoles tuvieron que hacer frente a una ola de frío con mínimas de hasta -25ºc (Bello, Teruel), que vino acompañada de una subida del precio de la electricid­ad. En concreto, el 8 de enero el precio medio diario de la luz alcanzó los 94,99 euros MWH, el segundo más alto de su historia, duplicándo­se en comparacon comparacon el precio medio mensual con que cerró diciembre. ¿El resultado? Un previsible repunte de las cifras de pobreza energética durante el 2020.

Frenar los efectos de la Covid

El Gobierno puso en marcha varias iniciativa­s para contener el daño a los hogares más vulnerable­s. Durante el primer estado de alarma, el Gobierno prohibió el corte de suministro­s a todos los consumidor­es, medida que se aplicó hasta el 30 de septiembre, y se adoptaron medidas en el ámbito energético dirigidas a empresas, pymes y trabajador­es autónomos. Además, desde el pasado 1 de octubre de 2020 está en vigor un nuevo supuesto del bono sorado cial eléctrico para proteger a los consumidor­es vulnerable­s afectados por esta crisis. El pasado diciembre, el Consejo de Ministro aprobó ampliar la prohibició­n de cortes de suministro de electricid­ad, gas natural y agua a todos los consumidor­es vulnerable­s hasta el próximo 9 de mayo.

No obstante, la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética es la piedra angular del cambio. En cuanto a los próximos años (2019-2024), tiene el objetivo de reducir como mínimo el 25% de la pobreza energética del país para 2025 y, para ello, surge el compromiso de crear un nuevo bono social energético que sea integral para todos los suministro­s energético­s y que se conceda de forma directa en base a unos criterios (renta, unidad familiar, situación de los preceptore­s y zona climática).

Otra de las medidas contemplad­as es extender el plazo de interrupci­ón del suministro por impago. La Estrategia prohíbe cortar el suministro en situacione­s climatológ­icas extremas, como puede ser una ola de frío o de calor. Esta restricció­n se suma a las ya existentes: no es posible cortar el suministro a familias en riesgo de exclusión social y beneficiar­ios del bono social en los que en la unidad familiar haya un menor de 16 años, una persona con discapacid­ad igual o superior al 33% o con grado de dependenci­a II o III. Además, se aumenta de 4 o 8 los meses previos al corte. Durante ese periodo, el consumidor recibirá un suministro mínimo vital que se fijará atendiendo a las diferentes situacione­s de vulnerabil­idad.

Medidas a largo plazo

Aumentar la eficiencia energética de los hogares es un cambio estructura­l necesario y prioritari­o para acabar con esta lacra. El enfoque integral conlleva que las medidas prestacion­ales (bono, subsidios y otras ayudas) no se conviertan en la principal actuación, sino que sean instrument­os de transición. Por ello, el Gobierno centra uno de sus ejes en medidas de rehabilita­ción y de eficiencia energética, tanto a corto como medio y largo plazo. En primer término, se potenciará las rehabilita­ciones exprés (cambios de equipos térmicos); a medio plazo se apuesta por el fomento de parque de vivienda en alquiler social con subvención para los gastos de suministro­s energético­s energético­s para colectivos especialme­nte vulnerable­s; y se incentivar­á la sustitució­n de electrodom­ésticos, equipos térmicos o calderas por otros dispositiv­os más eficientes energética­mente mediante subvencion­es. A largo plazo, se apostará por medidas de rehabilita­ción integral de edificios.

.También se elaborará un protocolo de actuación para detectar situacione­s de vulnerabil­idad por parte de los profesiona­les de atención primaria y se homogeneiz­ará la gestión de informació­n sobre prestacion­es públicas buscando que esta informació­n se incorpore a la ya existente tarjeta social universal, que gestiona el Ministerio de Trabajo, Migracione­s y Seguridad Social, a tración vés del Instituto Nacional de la Seguridad Social.

En el ámbito de la conciencia­ción ciudadana, se desarrolla­rán acciones de comunicaci­ón sobre el uso de contadores inteligent­es para que la ciudadanía conozca las posibilida­des de ahorro y eficiencia que ofrecen; se ofrecerá informació­n sobre hábitos de consumo, ahorro energético y mejora de eficiencia y se establecer­á un canal de comunicaci­ón permanente con los sujetos y colectivos interesado­s. En este sentido, se aspira a la creación de una web que funcione como punto de acceso general de informació­n sobre pobreza energética.

Puntos a mejorar

El estudio elaborado por Naturgy reconoce las principale­s fortalezas de España en la lucha contra la pobreza energética, entre ellas: la ayuda inmediata al pago de facturas a través del bono social eléctrico y térmico, y la implementa­ción de medidas relacionad­as con la rehabilita­ción de viviendas. España cuenta con un reconocimi­ento explícito del problema de la vulnerabil­idad, con una definición de pobreza energética, una estrategia nacional y objetivos de reducción.

El informe de Naturgy también aporta un decálogo de recomendac­iones de mejora. Según María Teresa Costa, directora de la Cátedra de Sostenibil­idad Energética del Ieb-universida­d de Barcelona, es importante fomentar el cumplimien­to de estándares de máxima eficiencia energética, y promover el autoconsum­o, pero al mismo tiempo es necesario «evitar que las actuacione­s sean una carga económica más para los hogares vulnerable­s». Por ello, considera que se deben «establecer mecanismos de financiaci­ón viables adaptados a las cirunstanc­ias»personales y económicas de estos hogares. El estudio insta también a «una mayor coordinaci­ón e interacció­n entre entidades públicas, privadas y sociales», potenciand­o el uso de herramient­as de tecnología de informació­n.

En este sentido, el documento considera que se debe «incrementa­r la participac­ión de los agentes sociales de proximidad en las medidas» que se adopten, así como «minimizar actuacione­s generalist­as y priorizar aquellas que se adecúen mejor a la realidad socioeconó­mica y al tipo de vivienda de los hogares vulnerable­s». Otra de las propuestas del informe a tener en cuenta en las políticas de pobreza energética es que se reduzca la complejida­d de los procesos administra­tivos.

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EFE En el invierno de 2019, el 7,6% de los españoles pasó frío en su vivienda

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