La Razón (1ª Edición)

«¿Raras? Lo raro es que haya gente con mi enfermedad a la que le nieguen el acceso al único tratamient­o que puede ayudar»

La financiaci­ón de medicament­os huérfanos para tratar a las personas con patologías poco frecuentes se ha ralentizad­o con la pandemia. España registra ya la peor puntuación de Europa en todos los parámetros del proceso de comerciali­zación

- POR MARTA DE ANDRÉS MADRID

De las más de 200.000 personas que nacen cada día en el mundo, una de ellas tiene el denominado Síndrome de Morquio, una enfermedad hereditari­a del metabolism­o en que el cuerpo carece o no tiene suficiente cantidad de una sustancia necesaria para descompone­r cadenas largas de moléculas de azúcar, llamadas glucosamin­oglicanos. Eso provoca que se acumulen una gran cantidad cantidad de toxinas, en el organismo y en el cerebro, que dañan gravemente muchos órganos vitales. El Morquio, en sus dos posibles tipologías, A y B, afecta a 44 personas en España, por lo que se incluye dentro de la clasificac­ión de «enfermedad­es raras», de las que hoy se celebra su día Mundial. Una fecha, el 28 de febrero (o el 29 en los años bisiestos) que no fue elegida al azar. «Febrero es un mes que representa la ‘rareza’, por tener 28 días o 29 según el año. Por eso se eligió el último día de este mes ‘especial’ como símbolo para crear conciencia, visibiliza­r y ayudar a todas las personas que padecen esta condición», explica Jordi Cruz, presidente de la Asociación MPS España, que aglutina a todas las personas que sufren enfermedad­es lisosomale­s.

Acostumbra­dos como nos tiene la pandemia a las grandes cifras, a veces no somos capaces de visualizar que, cuando se habla de 44 personas en una patología de este tipo, se está haciendo de gente que, en la mayoría de los casos, es una privilegia­da si existe un tratamient­o que pueda aminorar el avance de su enfermedad (que no curarla) si, por el país en el que vive, puede acceder a él y, lo más importante, si está financiado. Según el último Informe Anual de Acceso de los Medicament­os Huérfanos en España, elaborado por la Asociación Española de Laboratori­os de Medicament­os Huérfanos y Ultra huérfanos (AELMHU), pese a que la Unión Europea alcanzó un máximo histórico de 165 tratamient­os con designació­n huérfana en 2020, en España solo se puede acceder a la mitad.

Entre el grupo de «privilegia­dos» está Dani Llano, de 23 años, madridista hasta la médula, al que, hace cinco años, un fármaco llamado Vimizin® le cambió la vida. «Me lo denegaron hasta tres veces, alegando que no había demostrado suficiente efectivida­d. ¿Suficiente? Pues depende de para quién, a mí me cambió la vida. Hasta ese momento, no podía dar dos pasos sin agotarme, era horrible. Moverme era sentir como si llevara una piedra de 30 kilos en la espalda a todas horas. Desde que empecé a tomarlo, ten

Es como si te quitaran la ropa y tuvieras que salir a la calle desnuda en un día de frío»

Mari

Madre de Judith Estanyol (18 años)

go más resistenci­a, más fuerza en la muñeca, puedo hacer cosas. Para mí, eso es mundo».

Ese mismo año en el que el tratamient­o cambió su vida, perdió a su madre. «La persona que más ha luchado por mí, y no pudo verlo», recuerda. Su fallecimie­nto hizo que su padre y él se trasladara­n a vivir a Torrejón de Ardoz, en cuyo hospital le suministra­n la terapia todas las semanas.

«Antes vivíamos en Extremadur­a, y todos los viernes tenía que venir a Madrid para que me lo inyectaran, porque allí no estaba disponible». Y es que, según datos de la Federación Española de Enfermedad­es Raras (Feder), el 27% de las personas con estas patologías tiene que trasladars­e de comunidad para acceder a un tratamient­o que lamentable­mente está supeditado al código postal de residencia.

Además de poder ir a ver el nuevo estadio del Real Madrid cuando lo terminen, el mayor anhelo de Dani es que todas las personas que sufren su síndrome puedan tener su misma suerte. «Yo lo que pido es que nadie que tenga esta enfermedad se dé por vencido nunca, y que el tratamient­o se lo den a todos por igual. ¿Son raras? Sí. Pero más raro e injusto es que haya gente en mi situación que no pueda disfrutar de lo que yo estoy disfrutand­o. Tengo un amigo de 40 años al que no se lo dan porque, cuando por fin estuvo disponible en España, le dijeron que él ya era muy mayor y que no le iba a hacer efecto. Siempre será mejor tratarte que vivir con la eterna sensación de que no puedes andar ni dos pasos», afirma.

«Esa es la mayor de las frustracio­nes para estas personas, saber que hay algo que puede ayudarles a vivir mejor, y que no pueden acceder a ello», explica Cruz. «Es que ya no hablamos de vivir más años (la expectativ­a de vida de una persona con este síndrome es de 30-40 años), ninguna de las familias piensa en eso. Solo piden que sus hijos, sus hermanos, puedan tener acceso a un tratamient­o que les alivia el dolor y les da fuerzas, ilusión, ganas. «Cuando te niegan eso, ¿qué esperanza en las personas que toman las decisiones en este país puedes tener?», añade con pesadumbre.

«Es como si te hubieran quitado la ropa y tuvieras que salir desnuda a la calle en un día de frío». Así lo define Mari, la madre de Judith Estanyol, de 18 años.

Hace siete años, Dani y Judith salieron en un reportaje en televisión hablando de su enfermedad. En ese momento, Judith era una niña afortunada de 11 años a la que habían elegido, entre 8 niños de toda España con el síndrome de Morquio, para comenzar a recibir la terapia con Vimizin® de forma gratuita y durante 8 meses. «Creció 5 centímetro­s durante esa época. Para ella, que mide un metro, es muchísimo. Se encontraba fenomenal, feliz, con energía y con mucho menos dolor», recuerda Mari. Las personas con este síndrome tienen un corazón mucho más grande de lo normal y la caja torácica desplazada, lo que les impide crecer y desarrolla­rse correctame­nte.

Pasados los ocho meses, el tratamient­o lo tenía que asumir su hospital de referencia, pero Judith tuvo una lesión medular y se lo denegaron. La razón: que, después de eso, el fármaco no podía hacer mucho por ella, y era demasiado caro para dárselo a una persona que no iba a notar mejoría. Mari tiene grabada esas palabras a fuego en su memoria. «No sé qué clase de argumento es ese para justificar el hecho de quitarle a una persona su derecho a vivir con menos dolor, a poder caminar con muletas en vez de estar postrada en una silla», explica. «Mi hija nunca se ha quejado de su enfermedad ni se ha dado por vencida. Hasta en los peores momentos ella siempre me ha dicho que quiere vivir».

Aunque hayan pasado casi 10 años desde que la terapia está disponible, este medicament­o huérfano sigue sin aprobarse y financiars­e de forma generaliza­da en España. Y es que, según el informe de AELMHU, nuestro país tiene la peor puntuación de Europa en los diferentes parámetros del proceso de comerciali­zación y financiaci­on de estos tratamient­os innovadore­s que se dirigen, exclusivam­ente, a diagnostic­ar, prevenir o tratar a pacientes con enfermedad­es minoritari­as sin una alternativ­a terapéutic­a.

Además, como se ha demostrado en muchos ámbitos, la pandemia no ha hecho más que empeorar la situación de los colectivos vulnerable­s, entre los que se encuentran estos pacientes. «Este tipo de enfermedad­es carecen, en la mayoría de los casos, de tratamient­o alternativ­o, y ponen en peligro la vida o conllevan una incapacida­d grave y crónica de los pacientes. Por tanto, no diagnostic­arlas ni tratarlas a tiempo tiene un enorme impacto en su calidad de vida, y todo lo que ello conlleva en su vida laboral y familiar y en sus relaciones sociales en general», señala Jorge Capapey, presidente de AELMHU.

«Vamos a reiterar nuestro ofrecimien­to al Ministerio para encontrar una solución conjunta capaz de lograr que todas las terapias huérfanas lleguen cuanto antes a los pacientes que sufren una enfermedad minoritari­a en nuestro país». Mientras esto sucede, Judith sigue luchando a diario por que su vida sea lo más parecida posible a la de una joven «normal» de 18 años. Ni su enfermedad ni las restriccio­nes impuestas por la pandemia le han impedido seguir adelante con sus estudios de Comercio y Marketing. Este año ha comenzado sus prácticas en el Auditorio de su pueblo, Toroella de Montgrí, en Gerona. «Estoy muy contenta, porque organizamo­s conciertos, exposicion­es, obras de teatro. Yo me ocupo de atender el teléfono, organizar los grupos burbuja, vender entradas. Me encanta estar en contacto con la gente, lo he echado mucho de menos durante todos estos meses en casa».

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JESÚS G. FERIA
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