Irak, peligros y esperanzas
próximo viernes Francisco viajará a Bagdad, dando así inicio a una estancia de cuatro días en Irak. Los periodistas que volaremos con él somos conscientes de asistir a un viaje histórico: es el primero de un Papa desde noviembre de 2019 y nunca antes un Obispo de Roma había pisado la tierra donde arrancaron, con el patriarca Abraham, las grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo. Es además un viaje peligroso porque la situación políticomilitar no está estabilizada, como lo acaba de demostrar el atentado que causó decenas de muertos en la capital y el lanzamiento de misiles contra una base militar en Erbill, donde se alojan centenares de soldados extranjeros. Añadamos que la pandemia complicará el control de las multitudes que quieran ver y saludar al Papa. Pero es un viaje cargado de esperanzas y ese es el mensaje que Bergoglio quiere dar, sobre todo a los cristianos que aún viven en la antigua Mesopotamia. Hay un baile de cifras sobre esta cuestión; las fuentes concuerdan en que antes de las dos guerras del Golfo vivían en Irak cerca de un millón y medio de cristianos. Hoy los más optimistas hablan de 400.000, cifra que otros –quizás más realistas– rebajan a la mitad. De ellos la mayoría son católicos de origen caldeo, asirio o armenio y el resto ortodoxos. «Creo que el viaje del Papa marcará una nueva etapa en la historia de Irak», ha declarado el cardenal Louis Raphael I Sarko, patriarca de la iglesia caldea. «Francisco viene a estimular nuestra esperanza después de haber escuchado el estruendo de las armas y de las explosiones desde 2003». Ese año Irak fue invadido por una coalición militar para provocar la caída del dictador Saddamhussein,queen1999había impedido la visita de Juan Pablo II a Ur de Caldea, la ciudad que Abraham y su familia abandonaron camino de la Tierra Prometida.