La Razón (1ª Edición)

Los mensajes de whatsapp o el nuevo esperanto

- José Aguado

ElEl otro día me dio por buscar en el teclado de móvil el signo de interrogac­ión que cierra las preguntas. No lo encontré, pero lo extraño es que, hasta ahora, no había pensado utilizarlo. Dentro de poco me parecerá raro escribirlo en estas palabras de periódico y, finalmente, se extinguirá, como los dinosaurio­s o las tiendas de fotos. En unos años nos leerán como leemos a nuestros clásicos: vamos que no nos leerán.

El idioma evoluciona. El problema es que aún hay códigos que no son comunes. Así, un amigo, amigo, tras varios mensajes, consiguió una cita en esta época de confinamie­nto. Cuando él le dijo que si quedaban en el centro, mañana por la tarde, ella contestó «ni» y ahora no sabemos qué hacer. Él es optimista y cree que se equivocó en la primera letra. Yo sería más optimista si hubiese contestado «so», simplement­e porque me parece más fácil acertar en la primera.

Mi amigo, que no pierde la esperanza, me recordó uno de los mejores capítulos de Los Simpson (uno de los antiguos, por tanto), en el que Homer engorda lo suficiente como para poder trabajar desde casa. Solo tiene que dar al teclado, pero llega un día en el que los dedos le han engordado tanto que no puede escribir nada, ni siquiera las primeras letras.

No quiero pensar cómo son los dedos de la (im)probable cita de mi amigo, pero ahora me miro los míos cada vez que, en el móvil, escribo mensajes en los que es imposible entender nada y a los que, sin embargo, me responden. Sucede también al contrario: me llega un mensaje en algo que no es castellano y, sin embargo, no tengo problemas en leerlo y contestar en lo que yo creo que es español, pero que el corrector, corrige. A Facebook, tan ocupado en recopilar nuestros datos, se le ha pasado avisarnos de eso: no es un corrector, es un traductor al idioma whatsapp.

Hace años se puso de moda hablar del esperanto, un lenguaje universal para que todos nos entendiése­mos. Se hicieron miles de artículos y opiniones acerca de él sin dar la clave principal: no le importaba a nadie.

Hay algo bueno y distinto a eso en este nuevo idioma de whatsapp. No tiene un origen nacionalis­ta y quien lo impone no es más que nuestra vaguería. No dudo, por tanto, de su éxito rotundo. Aunque su desarrollo es desigual: está mi madre que se pasa escribiend­o media hora para decir hola y está quien te manda un audio, que ya es tener fe en que le quieres suficiente como para ponerte a oírlo.

Sin embargo, estoy seguro de que llegará un día que digamos: «sólo ni es so» y no habrá tribunal que no lo entienda.

Bueno, lo dejo: tengo un audio de mi amigo, ya les cuento.

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Whatsapp está haciendo que evolucione el lenguaje como nunca
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Ulises Fuente Esther S. Sieteigles­ias Javier Ors
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