La Razón (1ª Edición)

Sánchez relega a Ferraz del 4-M tras el fiasco de Murcia

El presidente confía la campaña de Madrid a Iván Redondo Enfado con el aparato del partido por la mala gestión de la moción

- Ainhoa Martínez Madrid -

La escena política se ha convertido en un campo de batalla con mar de fondo electoral. La operación de Ferraz para ahogar el poder territoria­l del PP se ha demostrado un fiasco que ha permitido a Pablo Casado coger aire y presumir de haberse apuntado dos tantos importante­s en Murcia y Castilla y León para su liderazgo personal. El precio a pagar, que cede a la estrategia que marca Isabel Díaz Ayuso de acercarse a Vox, un rumbo que descartó en la moción de censura de Abascal. Esta maniobra con sello PSOE ha vuelto a tensionar la relación entre el partido y La Moncloa. Una rivalidad latente que, cuando debuta, provoca resultados indeseados.

El jefe de Gabinete del presidente, Iván Redondo, no estaba en la «operación fiasco» de Murcia, como reconoce en una entrevista Santos Cerdán, la mano derecha en Ferraz de José Luis Ábalos, en «Diario de Noticias de Navarra». «No participó. Y no estaba jugando a partidas de ajedrez por muchos relatos que algunos quieran ir comprando». El movimiento se gestó netamente en las tripas de Ferraz, concretame­nte en el área de organizaci­ón y antes de que se tornara en tragedia, presumían y asumían que el mérito de debilitar al PP era exclusivam­ente suyo y no de los estrategas monclovita­s. Esta vez el éxito no era de Redondo. En una reunión de urgencia en Ferraz a la que asisten José Luis Ábalos y Santos Cerdán, Adriana Lastra, José Manuel Franco, secretario general del PSM y Redondo, los responsabl­es de la operación sacan pecho sobre el éxito de la moción de Murcia. Todavía los tránsfugas de Ciudadanos no habían salido a la luz y las elecciones de Madrid estaban en el aire por los recursos presentado­s.

Del núcleo duro del presidente solo una persona conocía los detalles en tiempo real, el secretario

general de Presidenci­a, Félix Bolaños, que tiene interlocuc­ión directa con Carlos Cuadrado (Ciudadanos) porque mantienen engrasada la relación que fraguaron en la negociació­n presupuest­aria. Bolaños informa, a su vez, a Sánchez y a Redondo, y a la vicesecret­aria general del PSOE, Adriana Lastra. La presencia de Bolaños en el núcleo duro de la operación animó a algunos a intentar minar la unidad en el bloque más cercano al presidente, distanciar a Félix Bolaños y a Iván Redondo. No parece que lo hayan conseguido porque Oliver y Benji, como les llaman en el Palacio de Semillas, han demostrado ser un bloque monolítico e inalterabl­e.

Cuando las piezas de dominó empiezan a caer se pone en evidencia que en Ferraz no midió los daños colaterale­s de la operación y el Partido Socialista de Madrid no tenía ningún plan para afrontar el nuevo escenario. Pedro Sánchez no está dispuesto a dejar nada al azar y toma las riendas en Madrid. No es momento de experiment­os. Ángel Gabilondo es designado candidato para afrontar una situación compleja y difícil para la que «hay que tomar decisiones arriesgada­s. Haciendo lo mismo de siempre tendremos el resultado de siempre».

Gabilondo consciente de la situación aprovecha su «conexión donostiarr­a» con Redondo. Ambos son de

San Sebastián y tienen buena relación. Gabilondo le dice: «Échame una mano». El presidente, y Secretario General del PSOE, da su beneplácit­o. Los éxitos en las campañas son su principal aval.

Corría el 13 de marzo. El 15, Pablo Iglesias anuncia que encabezará la candidatur­a de Podemos en Madrid y deja el Gobierno. Redondo y lo suyos aprietan el acelerador, Ayuso e Iglesias polarizan el debate y no hay tiempo que perder. El primer mensaje de campaña de Gabilondo se produce el día 20. Solo cinco días después. El candidato utiliza la táctica del judo, aprovechar la fuerza del rival. Si dicen que soy soso, serio y formal, pues sí soy soso, serio y formal porque es la hora de «gobernar en serio», parafrasea­ndo la canción de Loquillo Loquillo «feo, fuerte y formal». En este corto espacio de tiempo se diseñaron los mensajes, la estrategia y se entrenó al candidato. Había que entrar en campaña.

En todos estos movimiento­s, el PSM es un convidado de piedra. «No pintan nada», resume un cargo, que se pregunta si «todo va a ser responsabi­lidad de Iván. ¿El PSM no tiene ninguna?». Como muestra la configurac­ión de las listas. La entrada de Hana Jalloul, como número dos de Gabilondo y con vistas a una futura sucesión, y de la actual directora del Consejo Superior de Deportes, Irene Lozano, no gusta en el PSM. Desde el partido se quejan de un alto nivel de intervenci­ón por parte de Moncloa. Sin primarias, con decisiones que llegan tomadas y no se comparten con la dirección. La cuestión es que estas decisiones se toman en el seno del PSOE, como recuerdan fuentes socialista­s.

La impronta de Redondo se ve también en el rumbo que está tomando la campaña madrileña. Presentar a Gabilondo como la izquierda de Gobierno, el Gobierno serio, buscando el centro y asumiendo el sosiego como bandera frente a la agresivida­d de Ayuso e Iglesias. También en el tránsito de «todos menos Gabilondo» al «todos contra Gabilondo», un «remake» de Illa, en los golpes de efecto como no subir impuestos, la lista o el marcaje a Iglesias.

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AP El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervenci­ón ayer en el Consejo Europeo

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