La Razón (1ª Edición)

Envejecer diez años en un día

Estela, de 44 años, no puede caminar más de un minuto sin que el corazón se le dispare: «Llevo así desde marzo. ¿Por qué me ha tocado esto a mí?»

- POR ÁNGEL NIETO LORASQUE

Mª Carmen se fatiga al hablar. Tiene que esforzarse para no caerse al caminar y sus músculos apenas tienen fuerza. Por no hablar de lo que le ha costado tener que renunciar a su gran pasión: la lectura. «No consigo concentrar­me ni retener la informació­n, así que he tenido que dejarlo», comenta mientras coge las cintas elásticas que le ha dado David, su fisioterap­euta. Hace un año que se contagió de Covid y aún hoy no ha conseguido ser ni la sombra de la que era antes de la sufrir esta enfermedad. «Es como si hubiera envejecido 10 años de golpe, no me reconozco. De un día para otro cambió todo. El 20 de marzo del año pasado me desmayé en casa, me llevaron al hospital y ya no recuerdo más. Cuando me desperté no sabía dónde estaba ni qué me había pasado. No distinguía lo que era realidad o ficción. No controlaba el brazo derecho, tenía un trombo en la pierna y me fatigaba a la mínima. Tampoco podía comer sola, se me caía todo encima. De un día para otro pasé a convertirm­e en una persona dependient­e», describe mientras sus compañeros de clase se empeñan en ejercitar su musculatur­a y equilibrio.

«Hay veces que soy incapaz de levantarme de la cama. No puedo leer ni ver series porque ya no tengo memoria. Cada día es volver al punto de partida»

Esta madrileña de 73 años asiste dos días a la semana al nuevo servicio de rehabilita­ción que ha organizado el Hospital Gregorio Marañón para pacientes que han superado la Covid, pero que las graves secuelas les impiden retomar su vida previa a la infección. Marta Casallo es la médica que junto con el fisioterap­euta David Peña han implantado este programa, el cual lleva en marcha un mes y medio y por el que han pasado ya más de una veintena de pacientes: «Cuando pudimos abrir las consultas de rehabilita­ción nos dimos cuenta de que era necesario organizar algo para pacientes que mostraban serios problemas para recuperars­e de las secuelas. La mayoría de ellos refieren fuertes dolores musculares, articulare­s, una sensación de fatiga contante que les imposibili­ta volver a su puesto laboral y que presentan falta de aire con mínimos esfuerzos», explica la doctora. La finalidad de este proyecto consiste en dar a los pacientes las pautas necesarias para, después, en sus casas, realizar los ejercicios que aquí les han enseñado y poder así, poco a poco, ir mejorando.

El pitido del pulsioxíme­tro

David atiende a Estela, de 44 años, a quien la Covid le dejó una fuerte huella en el sistema cardioresp­iratorio. Le coloca en el dedo un pulsioxíme­tro que nada más activarse muestra el elevado nivel

de pulsacione­s: «Hoy me he levantado fatal, incluso para venir al hospital he tenido que pararme a hacer un descanso porque no podía caminar. Y eso que vivo al lado», explica esta madrileña. Se sube a la bici, empieza a pedalear y el medidor del ritmo de su corazón se dispara. «Descansa un poco», le indica David. El fisioterap­euta reconoce que los paciente que tienen en este programa, los cuales oscilan entre los 40 y los 75 años, «muestran un todo en uno, es decir, afectacion­es de pacientes vasculares, neurológic­os, pulmonares y cardioresp­iratorios. Es una mezcla de todos ellos concentrad­os en una misma persona, eso implica tener que controlar muchos aspectos al mismo tiempo».

Por ello, las sesiones son muy reducidas y solo hay cuatro pacientes en cada una de ellas. Hoy es el último día de Estela, que cayó enferma el 15 de marzo del año pasado: «La Covid me provocó una pericardit­is, además de la

«De un día para otro pasé a convertirm­e en una persona dependient­e. Aunque ya he recuperado movilidad, no me reconozco»

neumonía bilateral. Una vez que me dieron el alta mi vida ya no era la de antes. Me ha cambiado todo, no puedo hacer nada, me canso, se me acelera el corazón... No sé cómo voy a amanecer cada día. Hay veces que me levanto y estoy bastante bien y me animo, pero al día siguiente no puedo salir de la cama y supone regresar al punto de partida de nuevo. Trato de ser optimista, pero es desesperan­te». Tras bajarse de la bici se dispone a hacer ejercicios de fuerza. Los brazos le tiemblan y ella se desespera: «Esto ha provocado un terremoto en mi vida, yo era una persona muy activa, no paraba, caminaba mucho y a buen ritmo, ahora si llego a los 10 minutos ya es una buena noticia. Además, me da mucho miedo lo que me pueda pasar, por eso he venido a estas sesiones donde, aunque se me acelere el corazón al hacer un mínimo esfuerzo, me tienen controlada por si me pasa algo».

David hace referencia, precisamen­te, a esa sensación de temor que ahora tienen muchos pacientes ex covid. «Aquí ganan confianza, necesitan un entorno seguro y controlado. Hay que tener en cuenta que la mayoría ha perdido mucha masa muscular como consecuenc­ia estar encamados durante un largo periodo. La recuperaci­ón es lenta, pero se puede conseguir. También se nota que varios han perdido capacidade­s cognitivas, de memoria y concentrac­ión. Aquí, incluso, se aprecia cómo les explicas los ejercicios y les cuesta retener las directrice­s».

Cerca de Estela se encuentra Josefa López, de 71 años, que trata de mantener el equilibrio mientras camina protegida entre dos barras. «Ahora coge esta pelota, ponla a la espalda y camina sin agarrarte a la barra», le indica Marta. «Yo con tal de no retroceder, me conformo. He estado muy malita, no podía ni hablar, y a mis hijos les decían que no esperaba que saliera, así que, al menos, estoy aquí», explica mientras hace una pausa para sentarse. Relata que estuvo mes y medio en la UCI y que ahora «ya no puedo andar tan tiesa como lo hacía antes, necesito de un bastón y de andador. Gracias a que tengo un marido que me hace todo, porque yo ya casi ni cocinar puedo».

Su respiració­n se entrecorta y el cansancio después de dos paseos entre las barras es evidente. Se sienta y nos sigue contando: «Aquí hago bicicleta, cintas .... y luego mi marido me aprieta en casa para que haga todo lo que me manda el médico. Lo que más me cuesta es la bici». Juan, otro de los pacientes, hace sentadilla­s agarrado a las espalderas. David le indica que realice cinco bajadas y descanse, pero él quiere hacer diez para superarse. El fisioterap­euta le vigila: «Después de la enfermedad me he acobardado mucho. Antes era muy activo, no es que saltara vallas, pero caminaba bien y me gustaba ir a bailar con mi esposa», afirma con humor antes de apremiarno­s para concluir la entrevista porque se acerca la hora de comer: «El apetito y las ganas de tomarme mi cervecita es lo único que no he perdido», sentencia.

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FOTOGRAFÍA DE GONZALO PÉREZ Estela Bejarano: 44 años Alta covid: marzo 2020 Secuelas: cardíacas, fatiga, neurológic­as y motoras
 ??  ?? Mª Carmen González: 73 años Alta covid: junio 2020 Secuelas: motoras, neuronales y respirator­ias
Mª Carmen González: 73 años Alta covid: junio 2020 Secuelas: motoras, neuronales y respirator­ias

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