La otra Semana Santa
A los fieles cristianos cada año les trae una Semana que desde siglos ha sido llamada Santa; cambian las fechas, las temperaturas, las costumbres, pero siempre entre marzo y abril las iglesias cristianas –la católica, las ortodoxas, las protestantes– celebran esos siete días recordando y reviviendo la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Así ha sido y será durante siglos.
La de 2021 va a ser una Semana Santa muy particular, como ya lo fue la de 2020; la pandemia impone dramáticas restricciones. No habrá procesiones, ni saetas, ni capuchones, ni sonido de tambores. Las Macarenas, Trianas, Angustias, Dolores no podrán ser veneradas por las calles. Incluso el acceso a los templos quedará condicionado por las reglas que impiden las aglomeraciones. ¡Qué tristeza!.
Pese a todo celebraremos la Semana Santa de manera diferente pero no menos sincera y, si me apuran, quizás más auténtica, porque no seremos distraídos por lo superficial para poder centrarnos mejor en lo esencial. Seguir al Señor desde Getsemaní al palacio de Poncio Pilatos, desde Herodes a Anás y Caifás, desde las calles de Jerusalén a la colina del Gólgota, desde el sepulcro al firmamento y a la casa del Padre. Un recorrido que para ser meditado como se merece se necesita más de un «triduo sacro» de una Semana, por muy santa que la llamemos.
Esa es la meditación a la que estamos invitados a partir de hoy, Domingo de Ramos, para aclamar al Nazareno que entra triunfante en Jerusalén, donde pocos días después será «elevado» al altar de la Santa Cruz. Pero si todo acabase en ese cruel madero «vana sería nuestra fe» según San Pablo. Entender y vivir eso es la esencia de nuestra fe, la que debemos alumbrar estos días con los impactantes relatos que los evangelistas nos han transmitido de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor.