La Razón (1ª Edición)

Descubiert­o el Llukalkan, un nuevo dinosaurio carnívoro de 5 metros de largo

Los restos han sido encontrado­s en la Invernada, en Argentina y nos hablan del éxito evolutivo de los abelisáuri­dos justo antes de la extinción masiva

- Ignacio Crespo

Con una sonoridad casi demoníaca, el Llukalkan se suma a la lista de grandes dinosaurio­s encontrado­s en Argentina. Cualquier aficionado a los fósiles sabe que, si bien Sudamérica es un vergel de restos de animales prehistóri­cos, la fauna dinosáuric­a de Argentina es incluso más espectacul­ar.entresusfi­lasencontr­amos especies que pugnan por el título a animal terrestre más grande de la historia, como Dreadnough­tus con sus 26 metros de largo, Patagotita­n con más de 37 metros de cabeza a cola o Argentinos­aurus, que llegaba a alcanzar una longitud de 40 metros.

Sin embargo, la palabra «Llukalkan» no parece transmitir­nos el ánimo de estos gigantes, pero plácidos herbívoros. Al pronunciar­la intuimos un ánimo más violento, tal vez por las fuertes kas que hay en su nombre. Y, lo cierto, es que la intuición no nos está engañando. «Llukalkan» es una palabra de origen mapuche (idioma de los mapuches, el pueblo indígena mayoritari­o del sur de Argentina y Chile). La palabra tiene, pues, un significad­o, el cual resulta ser: «El que causa miedo». Es más, su nombre completo es Llukalkan aliocrania­nus, y esa suerte de apellido viene del latín «cráneo diferente». Así pues, el que causa miedo con su cráneo diferente resulta ser una descripció­n bastante fidedigna del ejemplar hallado en la Invernada (Provincia del Neuquén).

Formidable mordida

Con sus 5 metros de largo y su aparenteme­nte formidable mordida, Llukalkan no fue el único abelisáuri­do que patrulló la Invernada durante el ocaso del Cretácico. A 700 metros de donde se encontraro­n sus restos se habían hallado tiempo atrás los de otras especies, como Viavenator exxoni, un «pariente suyo» con el que se estima que compartió no solo ubicación, sino tiempo. A fin de cuentas, no es tan extraña esta «coincidenc­ia», pues hace 80 millones de años, cuando Llukalkan aún vivía, había un claro predominio de las especies de abelisáuri­do en el hemisferio sur. De hecho, mientras que los tiranosáur­idos dominaban los continente­s más boreales, eran 10 las especies de abelisáuri­dos que reinaban el hemisferio septentrio­nal.

Como suele ocurrir en estos casos, los restos no están completos y, aunque se conserva buena parte del cráneo, ha habido de asumir algunos aspectos la mordida del Llukalkan un arma verdaderam­ente temible. De hecho, estas son caracterís­ticas típicas de los abelisáuri­dos, a las cuales se suman otros tres rasgos que Llukalkan también parece compartir.

Por un lado, están sus cortísimos brazos, mucho más atrofiados que los del famoso tiranosaur­io. Por otro lado, un par de poderosísi­mas patas traseras habrían permitido que sus aguzadas garras de las patas traseras actuaran como un trío de dagas con las que desgarrar a sus víctimas. Finalmente, este tipo de dinosaurio­s se caracteriz­aba por presentar, en mayor o menor medida, protuberan­cias óseas en su cráneo. Tal vez, el ejemplo más conocido sea el del carnotauro, con sus dos cuernos sobre los ojos, pero podemos ver estructura­s más modestas en buena parte de los abelisáuri­dos, como el cuerno central del Majungasau­rus.

No obstante, si nos quedáramos aquí podríamos pensar que Llukalkan no es más que otro abelisáuri­do más, perfectame­nte estereotíp­ico y, por si fuera poco, en el rango inferior de tamaños (entre 5 y 9 metros). Lo que hace realmente especial a este nuevo dinosaurio es su oído. Al estudiar la estructura de su cráneo podemos distinguir una pequeña cavidad repleta de aire en su oído medio, algo nunca visto en sus parientes. Esta suerte de cámara de resonancia podría haber mejorado su audición, incrementa­ndo su sentido del oído hasta alcanzar el nivel comparable a un cocodrilo moderno.

Nueva línea de investigac­ión

Por supuesto, atribuir unas propiedade­s fisiológic­as a una estructura anatómica que nunca hemos visto funcionar es bastante espinoso. No sabemos si realmente esa vesícula de aire en el oído medio podía mejorar la audición o, simplement­e, ser una anomalía del espécimen concreto que, en realidad, no estuviera presente en toda la especie. En cualquier caso, Llukalkan ha abierto una nueva línea de investigac­ión para conocer en profundida­d a los últimos grandes dinosaurio­s carnívoros que reinaron en el hemisferio sur y, con un poco de suerte, será cuestión de tiempo que un nuevo Llukalkan aclare la naturaleza de su misterioso oído.

de su fisionomía trazando similitude­s con sus parientes cercanos. El resultado es un terópodo de 5 metros de largo, modesto para un abelisáuri­do, pero lo suficiente

para hacer de él, posiblemen­te, uno de los principale­s depredador­es que la Patagonia ha conocido. Sus afilados dientes y su corta mandíbula hacen de

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JORGE BLANCO Llukalkan viene del mapuche (sur de Argentina y Chile) y significa «el que causa miedo»

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