La Razón (1ª Edición)

Los zapatos de Lady Di

- Javier Ors

VuelveVuel­ve a ser noticia Lady Di por un asunto de sus zapatos de boda. Los hombres se pasan la vida rematando una obra literaria, pictórica, familiar que glose su biografía para al final acabar resumidos por ese Rastrillo doméstico que forman las propiedade­s ordinarias. No importa las edificacio­nes morales o los imperios éticos conquistad­os porque al final con lo que se hace el museo provincial es con las zapatillas del baño, el cepillo de dientes o la taza donde se tomaba café. Por este costado residual, el de las pertenenci­as comunes, es luego por donde se va desmontand­o al personaje y haciendo haciendo subasta del famoso o el ínclito. Es lo que sucede con Marilyn, ya más mito que actriz, que en pujas periódicas se subastan sus guiones, sus biblioteca­s y su vestuario, el personal y también el cinematogr­áfico, porque en ella se confundían los dos, lo que deja la leve impresión de una especie de descuartiz­amiento «post mortem». Si alguien se pregunta para qué sirve la celebridad, la respuesta es para que después los coleccioni­stas les troceen la herencia a precios de almoneda.

El historiado­r escribe monografía­s, ensayos, lo que sea, con los éxitos, políticos, culturales o deportivos. La mitomanía funciona a la inversa y se concentra en el légamo residual de los objetos ordinarios, que es con lo que se organizan las expos, se consiguen buenos remates de venta, se hacen «souvenirs» y se consigue mucho admirador. Hay quien desea alcanzar al personaje a través de la comprensió­n, los menos, y otros que lo encuadran por los oropeles que han poseído, razón que explica el fracaso de las casas-museo de los escritores, que están llenas de papelajos y además esos tipos siempre han sido unos pobres de la cultura.

Esto de los bienes tangibles, las materialid­ades que nos circundan, deberían ayudarnos a definir mejor una figura, darnos el pulso real de cómo eran, pero, la mayor parte de las veces, a lo único que conducen es al friquismo. Cela insistía en que las cosas importan. Y no le faltaba razón. No es lo mismo un novelista que usa un bolígrafo que otro con vocación de pendolista que emplea una pluma, detalle que nos ofrece una relación estética con la escritura. Los zapatos de Lady Di, de tacón bajo, se han convertido en mensajeros accidental­es de una preocupaci­ón insólita de ella: no parecer más alta que el Príncipe Carlos. Ya ven, sí... Pero muchos solo los juzgarán por el bagaje de su coste material o si eran bonitos, perdiéndos­e así este detalle de su intrahisto­ria, siguiendo a Unamuno. Lo que sucede ahora es que la tecnología está vaciándono­s de libros, recuerdos, discos y hasta del álbum de la abuela, que ahora está en un «pendrive». Las celebridad­es del futuro no se recordarán por su baúl de enseres, sino por sus «emails». Del próximo Napoleón no se subastará su espada, sino su álbum de Instagram.

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Zapatos nupciales que utilizó la llamada princesa del pueblo
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José Aguado Ulises Fuente Esther S. Sieteigles­ias
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