«LAS POSIBILIDADES DE MORIR EN MADRID SON UN !" % MÁS ALTAS»
ÁngelÁngel Gabilondo no estaba en los planes de Sánchez para el futuro de la Comunidad de Madrid. Es un secreto a voces que su perfil de político moderado, escasamente empático y poco proclive al navajeo parlamentario e institucional del gusmonclovita gusmonclovita le había garantizado el pasaporte al retiro dorado como Defensor del Pueblo o a la jubilación. La conspiración sanchista contra los gobiernos autonómicos de centroderecha acabó con un adelanto electoral en Madrid y con un volantazo en el destino del catedrático de Filosofía, que sin comerlo ni beberlo ha sido empujado a la trinchera, y al campo de batalla embarrado que el Gobierno y su partido han decidido como única oportunidad de acabar con Isabel Díaz Ayuso e instalar a la izquierda en una comunidad hostil para sus recetas, sus eslóganes, sus propagandas y sus traiciones. Y el meritorio aspirante, tal vez convencido de que es su momento de asaltar el estrellato, se ha enfundado un traje desabrido y hosco confeccionado por Moncloa y con el que piensa en el triunfo sin reparar en los jirones de prestigio y dignidad que se deja en la gatera por la que se arrastra por obligaciones del guion sanchista.
Si la pandemia, los muertos, la tragedia, el sufrimiento eran terreno vedado en la contienda electoral, o al menos así nos lo vendieron en la pasada campaña catalana, en Madrid, el coto de caza contra Ayuso es libre y los cadáveres apilados por el coronavirus son un instrumento eficiente para ganar votos al servicio de la esto trategia y el discurso del miedo tan del gusto de los socialistas. «Las posibilidades de morir en Madrid son un 54% más altas», ha repetido con insistencia el egregio docente de ética Gabilondo. La parca, por tanto, corre con desenfreno por las calles y, en su retrato, la comunidad capitalina es el reino de los difuntos. Es una parodia ful que cabría esperar de los trileros de oficio que maneja el jefe, pero no de quien se autodefine como responsable y riguroso. Por lo demás, la necrofilia no parece la mejor baza para sumar voluntades, solo la constatación de que se ha perdido la cabeza y la vergüenza.