El arte, al servicio de la sensualidad
«Quien bebe y no repite no sabe lo que es beber», escribió el músico Adriaen Willaert, que vivió entre 1480 y1567, y que recogía con sus palabras la tradición medieval de que «vivir y beber es lo mismo». El magistral Tiziano se inspiró en Filostrato para pintar «La bacanal de los andrios», uno de esos cuadros esenciales del arte que puede contemplarse ahora mismo en la exposición «Pasiones mitológicas» que se exhibe en el Museo del Prado. Una composición ceñida a una historia clásica, pero que el artista, sin faltar a la partitura de fondo del relato, supo amoldar a sus propios intereses pictóricos y creativos. Se tomó ciertas libertades, lógicas en cualquier innovador, para expresar la carga de alegría y de libertades que se supone debe reinar en una isla, en este caso la de Andros, bendecida por la mano de Baco, el dios del vino. Tanto era así que la leyenda aseguraba que en sus arroyuelos las aguas se habían transmutado en el apreciado caldo de los bebedores. Pero Tiziano supo reconocer en este episodio circunstancial la oportunidad que solo intuyen las inteligencias adiestradas
para saltar del pensamiento común a la originalidad. Entendió que esta obra, que tanto ha influido después, le ofrecía la oportunidad para descubrir una nueva figura simbólica: esa mujer situada en primer plano cargada de sensualidad y erotismo que parece ofrecerse al espectador, y que reafirma la idea que Tiziano era un gran pintor y un generador de imágenes nuevas.