LA COVID MATA INCLUSO POR MANO AJENA
LlegaronLlegaron al hospital a duras penas con la esperanza en lo más recóndito de su alma de doblar el brazo a este otro enemigo distinto al que habían padecido. En Irak, la lucha no es en esta ocasión contra otros hombres, ni siquiera se busca el socorro a las heridas causadas por armas de manos enemigas. Es un virus. La covid no ha dado tregua ni a las tierras martirizadas durante décadas, sometidas a la extrema crueldad de genocidas y fanáticos sanguinarios, tras años de exterminio entre banderías, de guerras y odio. De puertas para dentro, se combate como siempre a vida o muerte con el ánimo de que la vacuna regale el milagro de una victoria contra la enfermedad letal. Las salas bullen, los pasillos se achican y las UCI no dan un paso atrás hasta el último aliento. Y entonces, una explosión y las llamas en el hospital bagdadí de Ibn al Khatib, dedicado a los pacientes con el virus. El infierno se desató en la madrugada del sábado al domingo. 82 personas murieron y otras 110 resultaron heridas, aunque las autoridades esperan que el balance empeore. Las víctimas perecieron por asfixia al quedarse sin ventilación cuando las llamas arrasaron la Unidad de Cuidados Intensivos. El Gobierno asegura que investigará hasta el final para esclarecer lo ocurrido, pero aquella sociedad sabe que las corruptelas y la precariedad remataron la labor que el bicho de Wuhan ya tenía en marcha.