«NO SOY PARTIDARIO DE DEJAR DEBATES, HAY QUE COMBATIR CON LA PALABRA»
LaLa espantada de Pablo Iglesias a la campaña madrileña hacía presagiar camorra. Ese es su estilo. Como esos futbolistas norteños de mediados o finales del pasado siglo que sacaban partido como ningún otro de un campo impracticable. El barro era el medio de alcanzar el fin. Guillermo Fernández Vara, con la escasa ingenuidad de la que un político contemporáneo es capaz de manejar, que es igual o menor a cero, esparramó unas gotas de ese brebaje amargo con que algunos socialistas, los menos, les gustaría condimentar la manduca del exvicepresidente. «No soy partidario de irsedelosdebates,sinodecombatircon la palabra, como se hace en democracia, determinadas actitudes». Se refería, claro, a la bronca en los estudios de la SER que acabó con el portazo de Pablo Iglesias al duelo retórico e intercambio de pareceres con otros candidatos en la pugna madrileña. En este sistema nuestro de libertades y derechos, de principios y garantías, la palabraeselcauceparaentenderseodisentir, con toda la contundencia que se precise. Es, por cierto, lo que nos distingue de los otros animales.loqueocurre, presidente Vara, es que Pablo Iglesias no acudió a la cita radiofónica a contender por sus convicciones, sino a ensuciar la campaña con una reyerta impostada a cuenta de un episodio de epístolas amenazantes con tantos cabos sueltos como un barco a la deriva. El problema de la izquierda es que no tolera que este país celebre unas elecciones en paz y jalea que los garrotazos y los ladrillos caigan sobre las cabezas de Vox y del PP para silenciar sus palabras. Por fascistas, claro.