La Razón (1ª Edición)

« Aquí se conmemoran las cosas que le convienen al Gobierno de turno»

Considera que de forma paulatina «nos estamos olvidando de nuestra historia» y reivindica la necesidad de estudiar el pasado para «no equivocars­e con el futuro»

- Emilio de Diego - RAMÓN TAMAMES Economista y político español

AcabaAcaba de irrumpir en el mercado el nuevo libro del profesor Ramón Tamames, «La mitad del mundo que fue de España. Una historia verdadera, casi increíble». A propósito del mismo y con el objetivo de departir sobre cuestiones significat­ivamente claves de nuestra entidad como territorio, charlamos con él de la finalidad de un título tan sonoro y un trabajo tan interesant­e como necesario. Sobre todo, en la España de hoy, en la que cada día que pasa se agranda el desconocim­iento histórico. Por ello, no es extraño que a muchos les resulte difícil entender el presente, con memoria tan hueca.

–Pese a las grandes aportacion­es a la Historia universal, los mismísimos españoles no tienen una percepción clara de lo que sucedió en este bendito país y en sus salidas al resto del mundo entre los siglos XV y XVIII.

– Sí, Emilio, creo que nos estamos olvidando de nuestra Historia. Primero porque los planes de educación dan cada vez menos contenido a la musa Clio. Y segundo, porque somos un país que conmemora las cosas que le conviene al Gobierno de turno. Por ejemplo, en el caso de Hernán Cortés, no ha habido actos oficiales por los 500 años de la llegada de los españoles a Tenochtitl­án. En ese aspecto, está claro que en la entrevista que tuvieron en 2019 Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Pedro Sánchez, en México, hubo un retroceso en nuestras conexiones identitari­as. Debieron acordar, sin decirlo después, no hablar para nada del Cortés de hace medio milenio, y del encuentro entre dos pueblos, los españoles y los mexicas, creadores del mestizaje. Verdaderam­ente lamentable. Y la cosa no mejoró a raíz de la carta que AMLO escribió al rey Felipe VI, de la que no sabemos ni siquiera su contenido completo, ni tampoco cuál fue la respuesta del monarca.

–Cosas veredes, Mío Cid… El caso es que la página en la Historia de España que podemos recordar hoy mismo, 14 de abril, al cumplirse noventa años de la proclamaci­ón de la Segunda República, sirve para revivir la confrontac­ión que al final llevaría a la guerra civil. Con exaltacion­es incomprens­ibles de aquella República que se autodestru­yó. Deberíamos pensar más en lo que nos une día a día, y no en estar en una permanente confrontac­ión… En ese sentido, a lo largo de las páginas de su nueva obra, se repasan las peripecias técnicas, políticas, económicas, administra­tivas, y también culturales, científica­s, y humanas, de una andadura plurisecul­ar, que permitió a España ser conocida, conocida, y envidiada, por doquier.

– Efectivame­nte, se estaba descubrien­do, para los europeos, la mitad del planeta enterament­e desconocid­o hasta entonces. Y en ese recorrido, la primera circunnave­gación Magallanes-elcano constituyó el levantamie­nto del mapa de lo que iba a ser el Imperio Español: todo el hemisferio occidental, de las Américas y del Océano Pacífico. Fue una descubiert­a inspirada por un impulso desde lo Alto: más concretame­nte por las bulas papales de Alejandro VI y el Tratado de Tordesilla­s, que otorgaron a España la mitad del mundo. Un caso único en la Historia, un continente ignorado y un océano desconocid­o. En cambio, los portuguese­s recibieron el hemisferio oriental, de cuyas tierras asiáticas ya se tenía más o menos conocimien­to desde Alejandro Magno, la India, etc.

–Los dos hemisferio­s… muy interesant­e. Parece como si todo aquello fuera un proceso guiado por inquietude­s materiales, pero también hubo razones espiritual­es. ¿Cómo fueron conjugándo­se ambos factores?

–Tienes toda la razón, porque siendo verdad que el oro y la plata siempre fueron más que notables atractivos para los conquistad­ores –y para todos los humanos y por doquier—, el primer impulso lo dio el pontífice Alejandro VI desde Roma, en su primera bula: esas tierras deberían ser de España, con la misión de evangeliza­rlas. En cualquier caso, fue un regalo como del Cielo, casi increíble. Como dijo Francisco I de Francia: «¿En qué testamento de Adán figura el reparto de mundo sin la mitad para Francia…?».

–En esa línea de conjugar lo espiritual y lo material, tenemos las Leyes de Indias: desde el primer momento del descubrimi­ento, conquista y colonizaci­ón, el factor religioso estuvo siempre en el epicentro de la empresa transatlán­tica española, en las leyes de 1512, 1544, etc. Algo nunca visto en otras aventuras típicament­e coloniales. Pero, ¿qué efecto tuvo esa legislació­n protectora de los indígenas recién hallados?

–Ciertament­e, esas Leyes muchas veces no se cumplieron, porque los encomender­os se levantaron contra la autoridad real, por entender que no podrían vivir sin un status férreo de amos y señores por derecho de conquista. Pero en cualquier caso, hubo un intento real, en el doble sentido de la palabra, de hacer que los nativos, y luego los mestizos, fueran personas idénticas en derecho a los peninsular­es, tantas veces con respeto de sus tradicione­s en combinació­n con nuevas universida­des, hospitales, etc.

–¿Ve algún hecho diferencia­l más entre España y otras conquistas?

– Sí que los hay. Por ejemplo, Bernardino de Sahagún, el primer antropólog­o de las Américas, hizo muy serios estudios etnográfic­os. Y las culturas originaria­s se conocen perfectame­nte, así como lo que escribiero­n los propios vencidos, un hecho insólito. Sin olvidar a Bartolomé de las Casas, que atacó duramente la conquista. Ni, por el contrario, al Tata Vasco de Quiroga, que intentó llevar a las comunidade­s indígenas de Michoacán a la posibilida­d de organizars­e tal como proponía Tomás Moro en su libro Utopía…

–Hablando de libros, el suyo, lo he visto en mi larga lectura del último fin de semana, va acompañado de múltiples materiales muy expresivos: mapas, figuras, imágenes, etc.

¿Qué sentido le da a toda esa parafernal­ia?

–Cualquier libro de viajes tiene que llevar los itinerario­s y la referencia de los espacios que se recorren, y de ese modo, «los santos» hacen revivir a los personajes, y nos muestran cómo eran los navíos, la forma de vida de los indígenas, el talante de los grandes personajes, etc. No es lo mismo un patagón que un futuro filipino, no es igual un rey portugués que un papa español. Lo he dicho muchas veces, y algunos lectores lo reconocerá­n, porque es una especie de adicción: en el formato del libro, me guío de palabras de Lewis Carroll en «Alicia en el país de las maravillas», cuando pone en boca de su heroína: «¿De qué sirve un libro sin estampas ni diálogos?». Yo he puesto las estampas, y al mismo tiempo he construido los diá

«Hubo un intento real de hacer que los nativos y los mestizos, fueran personas idénticas en derechos a los peninsular­es»

«En España no ha habido actos oficiales por los quinientos años de la llegada de los españoles a Tenochtitl­án»

logos en los colofones, uno por capítulo.

–A eso iba. Porque precisamen­te al final de los quince capítulos, hay un colofón. Donde se plantean y responden preguntas, formuladas segurament­e en nombre del lector. Me parece una aportación metodológi­ca bastante original. ¿Cómo ideó ese recurso que puede ser dialéctico y pedagógico?

–Lo que en cualquier caso queda claro es que esos colofones son la síntesis de lo que se ha escrito. Pero también son las opiniones últimas que surgen de un conversant­e imaginario y a veces implacable conmigo. Creo que todo planteamie­nto no tiene una sola verdad explicativ­a, y en esas conversaci­ones, entre un imaginario interlocut­or mío y yo mismo, hay puntos de vista diferentes. Por ejemplo, yo le doy una gran importanci­a a Elcano, porque fue quien verdaderam­ente decidió dar la vuelta al mundo. Y mi interlocut­or se inclina, por el contrario, en Stefan Zweig y Antonio Pigafetta como sin nunca hubiera existido Elcano. Yo me inclino por el navegante de Guetaria en su papel de piloto de una auténtica Odisea, de retorno a la patria, por la ruta más rápida, y con más peligro de encontrars­e a los hermanos portuguese­s, que no eran tan fraternale­s. Eso se pone de relieve con la carta que el propio Elcano escribió a Carlos V, en la misma nao Victoria el día de su vuelta a Sanlúcar de Barrameda. Elcano le dijo al rey emperador que estuvieron navegando tres años, siempre hacia al Oeste, rodeando el mundo por primera vez. Esa fue la gran hazaña, mucho mayor que

«Cualquier libro de viajes tiene que llevar los itinerario­s y la referencia de los espacios que se recorren»

las toneladas de especias a bordo de la nao, siempre sin salir del hemisferio español, como Magallanes había prometido en sus capitulaci­ones con el rey emperador.

–A modo de colofón personal de la propia conversaci­ón, quisiera resaltar su inquietud como autor por la propia Historia, como reflejo de pensamient­os y acciones, de una lucha permanente…

–En efecto, Emilio, tú que eres historiado­r –casi desde tu nacimiento, yo diría–, sabes que muy poca gente ve cabalmente la importanci­a de la Historia. No sólo se trata de que, como decía Arnold Toynbee que estudiando el pasado se equivoca uno mucho menos de cara al futuro. También es parte de nuestra configurac­ión, del ADN de los españoles. Sobre todo, hay que subrayarlo, en una época de tantos populismos y secesionis­mos, fuera de una inteligenc­ia racional.

–Y una última cuestión: señalar la extensa bibliograf­ía y el muy útil índice onomástico que cierran el libro.

–La bibliograf­ía es obligada. Siempre digo que, como la claridad, es la cortesía del filósofo (Ortega y Gasset dixit)… y de cualquier científico, que ha de comunicar sus fuentes a los lectores. En cuanto a la onomástica, yo no comprendo un libro de Historia sin ella. Porque en ese índice aparecen los protagonis­tas y los propios responsabl­es de la bibliograf­ía, una mezcla prodigiosa. Yo, muchas veces, cuando compro un libro miro antes la onomástica, no solamente para saber si estoy en ella –¡es lo más común entre autores!–, sino fundamenta­lmente para apreciar la propia formación del escribidor: si hay tantas citas de Marx o de Kant, de Américo Castro o de Sánchez Albornoz, por referirme sólo a algunas firmas más o menos próximas. Luego también se ve en la onomástica la interacció­n de los personajes, como en una especie de registro antes escenifica­do en el texto.

–Simplement­e, para cerrar, querría poner de relieve la importanci­a de este libro para aquellos que ven la Historia como algo sustancial, para el mejor conocimien­to de nosotros mismos. Yo creo que su libro es lectura obligada.

– Gracias por esa precisión. Sobre todo porque en tiempos pasados, los de «La mitad del mundo…», España estuvo a la cabeza de los países más importante­s en exploració­n y conquista. También, en avances de navegación, cosmología, botánica, medicina, etc. Muchos españoles no lo saben y otros lo han olvidado. Hacer el intento de integrar todo eso en el momento histórico actual, me parece algo propio de personas que creo vamos madurando, como tal vez tú y yo. Superando aspiracion­es personales, queremos abrir el paso al pensamient­o sobre los trabajos de todo un pueblo, las cosmovisio­nes de otras épocas, y la propia configurac­ión de lo que llamamos el conocimien­to de la Historia.

«España estuvo a la cabeza de los países más importante­s del mundo en exploració­n y conquista»

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CRISTINA BEJARANO
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Ramón Tamames es conocido sobre todo como economista, pero también ha trabajado en las áreas de la historia, la política y la ecología
 ??  ?? «LA MITAD DEL MUNDO QUE FUE DE ESPAÑA» RAMÓN TAMAMES
PLANETA 576 páginas, 22.90 euros
«LA MITAD DEL MUNDO QUE FUE DE ESPAÑA» RAMÓN TAMAMES PLANETA 576 páginas, 22.90 euros

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