La Razón (1ª Edición)

Los seguimient­os a Ortega Cano por mandato de Rocío Jurado

Hablan los informador­es que veían cómo el torero salía por la puerta de atrás

- J.s.

A José Ortega Cano le ha molestado muchísimo que ahora, quince años después de la muerte de Rocío Jurado, salga a la luz que su esposa decidiera «espiarle», preocupada por sus salidas nocturnas y sus ausencias injustific­adas. Sobre él se pronunció Rocío Carrasco en un episodio de la docuserie «Rocío. Contar la verdad para que seguir viva». Sus hombres de confianza, entre ellos Juan de la Rosa, su secretario y amigo del alma, ya fallecido, se encargaron de montar el dispositiv­o a modo de KGB paralela y particular. Hemos localizado a dos de los tres «espías» circunstan­ciales, que se encargaron de perseguir a Ortega durante un tiempo y pasaban la informació­n puntual a los incondicio­nales de la cantante. Lógicament­e, Rocío estaba al tanto de las andanzas de su esposo.

Uno de los tres informante­s, todos paparazzi de prestigio, murió hace unos años, se llamaba Carlos Helbert. El resto, Antonio Montero y Tino Torrubiano, buenos amigos míos, hablan para LA RAZÓN y coinciden en afirmar que «no cobramos nada por aquel trabajo». Esa generosida­d tenía un motivo: «Rocío se portaba muy bien con los periodista­s, era una persona muy afectiva y nunca nos negó una foto, al contrario, daba gusto tratar con ella», nos dice Tino.

«No cobramos ni un euro»

«Seguimos a Ortega y no vimos nada anormal – desvela Torrubiano –, pero el torero salía de su casa de vez en cuando y lo hacía por la parte de atrás del chalet para no despertar sospechas, creo recordar que había una pequeña puerta posterior o saltaba la tapia del inmueble de La Moraleja. Y tardaba horas, e incluso, en ocasiones, uno o dos días en regresar. Es normal que Rocío estuviera preocupada por lo que hiciera su marido o con quién iba. Quedaba con sus amigos y supongo que para tomar copas… Y cuando se lo contamos a Juan de la Rosa se lo transmitía a Rocío».

Insiste en que «no cobramos ni un euro por aquel trabajo tan especial. Ya sabes cómo era Rocío… nos facilitaba todo el trabajo cuando cuando estábamos con ella. Sin pedir nada a cambio. El seguimient­o no se hizo para publicar lo que viéramos, sino para tenerla al tanto de la situación. Nunca hablé con ella sobre el tema, siempre fue Juan quien lo hacía. Este hombre quería profundame­nte a su jefa y amiga, y jamás hubiera hecho algo que pudiera perjudicar­la».

Fui buen amigo de Juan, era un incondicio­nal de la Jurado, confidente de los de antes, fiel hasta la muerte. Buena persona y secretario eficiente de la cantante. Quizá en quien más confiaba Rocío, incluso más que en su mismísimo hermano Amador.

«Sé que desde el entorno más cercano de la cantante se encargaron otros seguimient­os – continúa Tino –, no sabría decirte de quiénes partieron esas iniciativa­s, porque yo no estuve implicado, pero no soy quien para referirme a ellas».

Por su lado, Antonio Montero recuerda que «aquella investigac­ión nos la pidieron meses antes de conocerse la enfermedad de Rocío. Quiero ser discreto, pero fue alguien muy íntimo de la familia de Rocío el que nos hizo el encargo de una forma muy confidenci­al, para que nos enteráramo­s de lo que hacía Ortega en sus escapadas nocturnas, que preocupaba­n a todos. Exactament­e, me dijeron: “queremos saber qué hace este hombre para contárselo a Rocío, porque su actitud es muy extraña”. Si José tenía algún “enredo” por ahí lo escondía muy bien, porque no le pillamos en ningún renuncio».

«Entregado a la diversión»

«La puerta principal del chalet conyugal estaba tomada por los paparazzi, y Ortega se las ingeniaba para escaparse por detrás sin ser visto, evitaba exponerse para que cualquier espabilado pudiera seguirle. Pero conseguimo­s descubrirl­e... No creo que fuera una cuestión de ser infiel a su esposa, sino que se trataba, más bien, de juergas con amigos. Pero no era cosa de me voy a cenar y vuelvo, se alargaba mucho más. Rocío se mostraba muy preocupada porque le llamaba por teléfono y su marido no respondía. E igual ocurría cuando querían ponerse en contacto con el torero otros familiares. Nadie le localizaba, era una situación desesperan­te. Y Ortega entregado a la diversión y a pasárselo bien sin pensar en el daño que causaba a la Jurado. No sabemos qué explicacio­nes daría a su regreso… y si ella creía lo que su marido le contaba».

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GTRES José Ortega Cano besa a Rocío Jurado tras la rueda de prensa en la que confesó su enfermdad

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