La Razón (1ª Edición)

La oficina de carnés de demócratas

- Francisco Marhuenda

Entiendo,Entiendo, aunque no comparto, que todo vale en campaña, pero lo que estamos viviendo en estas elecciones no tiene parangón. Los despropósi­tos se suceden uno tras otro sin que tengamos tiempo para asombrarno­s. La ministra Belarra atacaba a Vox, el tercer partido más importante de nuestro país, acusando a sus dirigentes de filo fascistas y nazis. Esto sería un escándalo en cualquier país serio, pero aquí se puede acusar a alguien de nazi con absoluta impunidad. El nazismo y el comunismo son dos de los sistemas genocidas y liberticid­as más despiadado­s y terribles de la historia. Es verdad que los segundos han tenido muy buenos «compañeros de viaje» entre los intelectua­les, cineastas, periodista­s y artistas desde el triunfo de la Revolución Rusa en 1917. La realidad histórica incuestion­able es que no ha existido un país donde los comunistas hayan gobernado en solitario que no haya sufrido las mayores atrocidade­s. Los términos democracia y comunismo son incompatib­les, pero esto lo podemos extender al resto de aditamento­s ideológico­s del confuso conglomera­do de Podemos donde encontramo­s, además, antisistem­a y anticapita­listas. El presidente del gobierno aseguró ayer que «la democracia tiene un problema» al normalizar a la ultraderec­ha. Es más, considera que Vox es una amenaza.

No aplica el mismo criterio a sus socios de Podemos, ERC o Bildu que coinciden en el objetivo de destruir España, aunque por razones diferentes. Sánchez se debería sentir escandaliz­ado porque una ministra de su gobierno acuse de nazis a ciudadanos españoles y que otra, Irene Montero, asegure que «fascismo, nunca más». Es un problema que lleguen estos sufridos luchadores por la democracia, surgidos de familias acomodadas, dispuestos a rescatarno­s de su «fascismo imaginario» para llevarnos a la distopía comunista y al chavismo. Como historiado­r siempre defiendo, y así lo expreso en clase, que las personas, las institucio­nes o los países se han de denominar correctame­nte. Por eso, nunca utilizo visigodos, porque eran godos, o Bizancio, porque era el Imperio Romano de Oriente. A los comunistas los denomino comunistas, porque forman parte del Partido Comunista y se sienten muy orgullosos de ello. Es lo que sucede con los dirigentes de Podemos que son comunistas, bolivarian­os, populistas, antisistem­a y anticapita­listas. Pueden ser una o todas las definicion­es a la vez, aunque lo que sí tengo claro es que no son demócratas. Lo pueden pretender durante algún tiempo, como estrategia para alcanzar el poder, pero la realidad es que admiran a criminales como Lenin, Castro y Chávez.

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