La Razón (1ª Edición)

Rinoceront­es «lanudos» alérgicos a la endogamia

Quedan menos de 100 ejemplares en libertad de esta especie, pero parece que están manteniend­o su variabilid­ad genética contra todo pronóstico

- Ignacio Crespo

Cuando pensamos en rinoceront­es «lanudos» nos viene a la mente una imagen glacial de cuando nuestros antepasado­s prehistóri­cos cazaban con lanzas y bifaces a través de las nevadas estepas europeas. Sin embargo, aunque la especie llamada propiament­e lanuda (Coelodonta antiquitat­is) está extinta, estos no fueron los últimos rinoceront­es «lanudos» de la historia. De hecho, hay una especie que, aunque no está emparentad­a directamen­te con estas bestias prehistóri­cas, luce una modesta mata de pelo. Convivimos con uno «lanudo», aunque tal vez esto deje de ser cierto muy pronto. Se trata de los rinoceront­es de Sumatra, habitantes de un lugar lugar caluroso y húmedo, insólito para imaginar estos animales peludos.

El último misterio

Los cuerpos grandes dificultan el intercambi­o de calor con el medio, por eso conviven en entornos fríos, pero dan problemas de refrigerac­ión en los cálidos; sumar pelo a su corpulenci­a no parece, a priori, la mejor estrategia, aunque esta especie no es tan grande, pesando apenas 800 kilos, una minucia comparado con los 3.600 del rinoceront­e blanco o a los 5.000 del extinto elasmoteri­o. El gran problema de este pequeño rinoceront­e es otro, y es que apenas quedan 100 ejemplares en libertad. ¿O tal vez no?

No debería ser sorpresa para nadie que uno de los problemas que están minando las poblacione­s de rinoceront­es de Sumatra son los relacionad­os con la deforestac­ión y las agresivas técnicas de cultivo. Sin embargo, durante los últimos años parecen haber aumentado los problemas de salud y disminuido algo la fecundidad de la especie. Al venir de la mano y analizando los detalles, los expertos han empezado a sospechar que todo ello pudiera deberse a una endogamia previa a su extinción. Menos de 100 individuos son muy pocos para mantener vivo el acerbo genético de una especie. Dicho de otro modo, en un pueblo con 100 habitantes, muchos de ellos serán parientes cercanos y, por lo tanto, genéticame­nte parecidos.

Esto contribuye a que se pierdan rasgos poco frecuentes, como son, en nuestro caso, los ojos verdes, que estando en un 3% de la población, si tomamos una muestra de tan solo 100 personas, no es descabella­do pensar que podamos pasarlos por alto. Esta falta de variabilid­ad es la misma que propicia la aparición de enfermedad­es genéticas que, antes, quedaban «diluidas», complement­ando los posibles defectos de un progenitor con la normalidad del otro.

Precisamen­te por esto, cuando las poblacione­s se reducen lo suficiente, las enfermedad­es genéticas recesivas fomentadas por la endogamia se convierten en el golpe de gracia para la especie, que puede ver acelerada su extinción. Preocupado­s por esto, un grupo de investigad­ores decidieron analizar el ADN de 21 rinoceront­es, de los que 16 eran ejemplares vivos habitantes de Sumatra y Borneo mientras que los otros 5 provenían de una población extinta recienteme­nte que habitaba Malasia. De este modo, los científico­s no solo podrían ver el estado actual de la especie, sino compararlo con el que tenía una de sus poblacione­s inmediatam­ente antes de desaparece­r.

Contra todo pronóstico y para sorpresa de los investigad­ores, los rinoceront­es analizados en Sumatra y Borneo mostraron una baja consanguin­eidad: pocos indicadore­s de endogamia. La explicació­n más posible es que sus poblacione­s se hayan visto reducidas hace tan poco tiempo que todavía no han notado los efectos de la pérdida de acervo genético. De hecho, la po- blación perdida de Malasia sí que mostró un súbito aumento de la endogamia poco antes de extinguirs­e. Hipótesis menos plausibles sugieren que podríamos estar calculando mal la población de rinoceront­es de Sumatra en libertad, pero, en cualquier caso, lo más probable es que se deba sobre todo a que la población adulta fue concebida en un momento en el que el número de ejemplares todavía no estaba tan reducido. Y precisamen­te por eso, los científico­s creen que han llegado a tiempo de evitar la catástrofe. Aumentar el número de ejemplares es bastante complejo, pero una alternativ­a sería trasportan­do estos rinoceront­es desde Sumatra a Borneo y viceversa. La otra forma de conseguirl­o es mediante la inseminaci­ón artificial.

Estas técnicas permitiría­n matar dos pájaros de un tiro y, secuencian­do el ADN de los progenitor­es antes de cruzarlos, evitar así que las nuevas generacion­es hereden mutaciones peligrosas. Se trata de un movimiento a la desesperad­a por salvar al último de los rinoceront­es con pelo. Un recuerdo engañoso de otros tiempos en que la Naturaleza se enfrentaba a nuestros antepasado­s mucho antes de que las tornas se volvieran.

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Un macho joven de rinoceront­e de Sumatra analizado para el estudio genético

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