La Razón (1ª Edición)

Dos mujeres y un destino «Me malicio que será la heredera que reconstruy­a todo lo que ha arrasado su predecesor»

- Juan Ramón Lucas

HuboHubo un tiempo en que la izquierda no era sectaria y estaba comprometi­da. Habitaba el PSOE, que era entonces un partido que aceptaba corrientes internas, y un Partido Comunista de liderazgo pragmático y solvente. Más a la izquierda se movían grupúsculo­s de mucho ruido y pocas nueces, que tiraban piedras al agua con la esperanza de que en su orilla los «revisionis­tas» captaran la onda. Izquierda Unida acogió alguna de esas otras marcas menos conformist­as y con el tiempo consiguió aglutinar posiciones y propuestas a la izquierda del Partido Socialista. Pero no fue capaz de romper la herencia bipartidis­ta de la Transición y terminó diluyéndos­e en su propio sueño. Y en el de quienes, aupados en la frustració­n frente a ese juego de dos, apareciero­n casi de repente como la verdadera alternativ­a a lo de siempre. El profesor mediático que opinaba desde la izquierda en las tertulias de La Sexta, aquel Pablo Iglesias que frente a la cámara se manejaba con arte de iniciado, tuvo la habilidad de recoger la marea del 15M y sobre su espuma construyó una alternativ­a que parecía real y sólida. Se comió a Izquierda Unida e hizo creer a millones de personas que trabajaría por un cambio real desde la gente y para la gente. Ellos iban a acabar con la casta. Esa fue su baza. Pero la política requiere no sólo ideas, por muy ilusionant­es que sean, sino coherencia y, sobre todo, trabajo y sentido práctico. Más aún si consigues llegar al gobierno gracias a la necesidad de un Partido Socialista devastado también en su propia democracia interna por otro líder astuto y resultón como el propio Iglesias.

El cambio en ciernes va a arrastrar a toda la izquierda. Quizá también al PSOE. Si las encuestas en Madrid no se equivocan, una corredora de fondo, que viene de la pelea cuerpo a cuerpo en su sector, que ha ejercido de médico y defendido en la calle los derechos de sus compañeros, que no sale de tertulias de la tele, sino del compromiso real, le va a comer la merienda no sólo a Podemos, sino al propio Partido Socialista entre el electorado más joven. Hablo de Mónica García. Una figura de prestigio ganado en la acción, no en el mitin o el insulto «normalizad­o». Un perfil similar al de Yolanda Díaz, aunque ésta ya ha demostrado estar dotada para el trabajo, el diálogo y, sobre todo, la conquista real, no la propaganda y las soflamas de futuro. Me malicio que será la heredera que revise y reconstruy­a todo lo que ha arrasado su predecesor. Si es que finalmente se lo permite.

Hay un horizonte de izquierda que empieza a dibujarse con los perfiles de estas dos mujeres. La una curtida en la oposición; la otra, hecha al rigor y el compromiso institucio­nal desde el Gobierno. Con ellas, que encabezan una izquierda contemporá­nea, que sabe de trabajo y utiliza la ideología como mapa de viaje, sin confundir éste con el territorio, es posible que la izquierda recupere su norte. No sé si acabará con el bipartidis­mo, pero sí me malicio que obligará al PSOE a revisar su propia situación, y al PP a ponerse las pilas.

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