«EL FASCISMO ES EL ROSTRO DEL PODER»
HayHay que explicarlo. Según el señor Iglesias, cuando avanza la democracia, los ricos se encrespan y tiran de fascismo para mantenerse en el poder. Por supuesto, la democracia es él, que es comunista y, por lo tanto, está fuera de toda sospecha sospecha de totalitarismo. Los malos son las derechas, dispuestas a todo con tal de retener el poder. De ahí, la violencia que sufre, las amenazas que recibe y los insultos que le dedican para deshumanizarle y que cualquier loco le pegue un tiro. No digo yo que debería hacérselo mirar, pero, escuchándole, uno empieza a creer que existen realidades paralelas y, ciertamente, es para preocuparse. No hay que extrañarse de que al señor Iglesias no se le caiga la palabra fascista de la boca cuando se refiere a los 3.700.000 españoles que votaron a Vox, que dieron al partido de Abascal 52 escaños y lo convirtieron en la tercera fuerza política de la Cámara. Cámara. Cuando se está en posesión de la verdad absoluta se pasan por alto estos pequeños detalles. Pero ocurre que no todos somos un Iglesias, por los hechos, incapaz de ponerse, siquiera por un momento, en el lugar del otro, y de ahí el desasosiego que da pensar que existan muchos compatriotas, más de un millón, que puedan estar sinceramente convencidos de que acecha el fascismo y de que sus libertades corren peligro. No es cierto, pero también hay varios millones de españoles que creen que España va camino de convertirse en Venezuela y no parece. Azuzar el miedo nunca ha sido buena política, menos en un tiempo y un lugar tan preñados de problemas, eso sí, reales y acuciantes, como altos niveles de desempleo, jóvenes con bajos salarios, precios de la vivienda exagerados, elevados impuestos, pensiones bajas y profundos desequilibrios territoriales. Problemas que las recetas comunistas de Iglesias, que ha estado en el auténtico poder, el que otorga el dominio del BOE, sólo consiguen extremar. Lo cierto es que no hay más fascismo que el que existe en su estrategia electoral y el que fomenta entre los suyos, esos airados que echan lejía sobre las huellas de los otros.