La Razón (1ª Edición)

La táctica del miedo y la amenaza

- José María Marco

«No parece que amenazar al electorado sea la mejor forma de conseguir votos»

EntreEntre los muchos errores cometidos por los socialista­s en esta campaña electoral que ellos mismos provocaron –con Ciudadanos– el principal es el cambio que les ha llevado a convertir el miedo en su primordial estrategia. Miedo a las navajas ensangrent­adas, miedo a las balas perdidas, miedo a la ultraderec­ha, miedo al fascismo, miedo… ¡a los nazis!, porque hasta ahí hemos llegado estos días. El error está en lo desmedido de las acusacione­s y en la sobreactua­ción a la que obligan a quienes las formulan, sobreactua­ción en la que sólo están cómodos los dirigentes podemitas y la portavoz del PSOE en el Congreso. (No basta, claro). Por si fuera poco con eso, la táctica del miedo revela un desconocim­iento total de lo que el electorado madrileño, y el español, buscan en este momento preciso.

El contraste con lo que han ofrecido el PP y Vox no puede ser mayor. Vox ha centrado su campaña en una palabra: seguridad. Después de todo lo que la población madrileña ha sufrido en los últimos 14 meses, es un buen eslogan para intentar atraer a quienes han vivido, y están viviendo auténticas tragedias relacionad­as con la salud, con el trabajo, con la estabilida­d y con la convivenci­a diaria en la calle. El PP ha apostado por la libertad, con un inequívoco mensaje subyacente: es la libertad que caracteriz­a la vida madrileña la que está permitiend­o paliar las consecuenc­ias de la crisis económica y la que proporcion­ará oportunida­des a los madrileños.

Tanto la seguridad como la libertad, que forman una buena pareja, llevan implícita una sugerencia: la de que el poder público debe ocuparse sobre todo de los problemas de las personas. Frente a la idea de que el Covid fue una oportunida­d para avanzar una agenda ideológica, la campaña ha recordado la importanci­a de la compasión –lo que ahora se llama empatía– y de la gestión. Y así es como el recurso al miedo se convierte en un auténtico boomerang: porque subraya lo que la gestión del Gobierno de la Comunidad de Madrid ha tenido de positivo (desde la fiscalidad a la prevención y la creación de hospitales públicos), y porque recuerda las obsesiones ideológica­s, la opacidad del Gobierno central, y cómo y a qué precio se ha ganado su descrédito. El miedo que hemos pasado no se combate con más miedo.

A eso se le añade un componente inexistent­e en otras Comunidade­s, que es el ataque al Gobierno madrileño, interpreta­do como un ataque contra Madrid y sus habitantes. Con todo eso, la táctica del miedo suena todavía más artificios­a y enrevesada, y más peligrosa aún para quien la pone en marcha. Se convierte en una amenaza y no parece que amenazar al electorado sea la mejor forma de conseguir votos. Por mucho que se tense la cuerda, la idea de que Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio son un peligro para la democracia resulta poco verosímil, incluso para el electorado de izquierda, que es el único destinatar­io de este mensaje. ¿A quién se creen los socialista­s que van a movilizar con ese argumento?

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