La Razón (1ª Edición)

Mientras tanto

- Alejandra Clements

«Y ahí estamos distraídos, enredados en debates superfluos y artificial­es»

SeráSerá por la primavera o será por este magma agrio y áspero que nos rodea y nos expulsa a destinos más confortabl­es, pero no puedo dejar de pensar en el (probable) Caravaggio aparecido. Perdido durante siglos, varado, lejos de los focos del arte, su descubrimi­ento fascina al mundo desde el catálogo de una casa de subastas: prodigio de claroscuro y de intensidad efectista. Una obra desconocid­a y encontrada por una rocamboles­ca carambola de las que agita la vida. Esa que para John Lennon ocurría mientras se hacen otros planes o se está en otros asuntos o la que (casi) todos reconocemo­s en un convencido «empiezo este mismo lunes» o «la semana que viene lo hago sin falta». Periodos de inercia, como de estar ocultos en un trastero, en los que, en realidad, se apuntala el futuro. Y ahí estamos ahora, distraídos, indolentes, enredados en debates superfluos, en campañas artificial­es. Procrastin­ando y marcando fechas en rojo en el calendario, urna tras urna, después de las que, sí, todo se solucionar­á porque, por fin, se acometerán las reformas necesarias, se tomarán las decisiones que hoy no, hoy son imposibles, pero entonces seguro que llegarán. Intervalos en los que perdemos oportunida­des y ganamos polémicas, que entretiene­n un rato, una tarde, unos días, pero que luego se desvanecen y dejan el mismo rastro de negrura que la nieve al derretirse en el asfalto. Deberíamos aspirar, en pleno arrebato pragmático, a mejorar la sanidad, el modelo educativo o el fiscal, empeñarnos en burlar la pandemia y sus agotadores aislamient­os. Tanto por hacer. Y España conteniend­o la respiració­n porque Madrid vota. Crispados y sobreactua­dos: algunos hacen ruido, polarizan y llevan la realidad a sus extremos retorciénd­ola lo que haga falta, alejándola de la tercera España, de la que llena calles, conversaci­ones y cotidianid­ades, esperando a ser descubiert­a. Como el cuadro del genio infame del barroco que conjugaba su caótica manera de vivir, rozando en excesos al hampa y a la delincuenc­ia, con una apuesta firme por la verdad. Equidistan­cia la llaman hoy. Tendremos que esperar a que pase la primavera, esa que se cuela por dentro y lo agita todo, para encontrarl­a. Mientras tanto...

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