El candidato es el mensaje
Lo más complicado en campaña es encontrar ese tono «natural» en el que el mensaje sea parte del emisor y le aporte credibilidad, impacto y poso. Llegar a que el candidato sea el mensaje en un tiempo en el que el partido también quiere serlo. Madrid nos ha mostrado el surtido de estrategias para que rebañen los politólogos.
Hemos visto como el talante de Gabilondo, último ganador, ha sido malogrado por la impostura y el bandazo. Al candidato socialista le queda la honra electoral de no cosechar los peores resultados del socialismo en Madrid y no ser «sorpassado» por Mónica García. La sensación general la resume mi padre: «Está más para obedecer que para mandar».
García ha sabido ilustrar con propuestas, sonrisa, firmeza y hacerlo con un lenguaje libre de todas las exageraciones a las que obliga la izquierda enfadada y castradora. García plantó a un Iglesias en caída que con su paga de exvicepresidente garantizada por dos años necesita un púlpito no un escaño… su leyenda de «culo inquieto» agitador de la política le aproxima a la condición de botarate.
En Rocío Monasterio está todo lo que Vox puede dar de sí y sobre todo de no . Con Edmundo Bal solo puedo parafrasear el Cantar del Mío Cid: «Que buen vasallo si oviesse buen señor»... el mejor candidato no tiene partido. Así que Ayuso que ha sabido adaptar al cheli «ma non troppo» aquel anuncio de las Cajas de Ahorros Confederadas, «Estamos con la gente, nos gusta la gente, la buena gente», consigue que se la entienda y hasta cuando se lía sabe coger los atajos que llevan al titular. Ayer con Alsina anduvo chapoteando en la libertad y como percibió que había alguna salpicadura... « libertad es no encontrarte con tu ex»... y todos detrás. A eso ahora lo llaman marco y Ayuso es la más hábil cristalera.