«LE PREGUNTA UN PEZ A OTRO: ¿QUÉ DEMONIOS ES ESO DEL AGUA?»
EnEn primer lugar, hay que poner en contexto la frase, aunque podría entenderse sin saber a cuento de qué viene. Estaba Ángel Gabilondo en Fuenlabrada, acompañado de Reyes Maroto –la ministra de la navaja esquizofrénica–, en un acto sobre educación y cultura, un tema sobre el que él es versado y, como tal, inconcreto, pero, bueno, la cultura también es ocio, pasar el rato, matar el tiempo. Despidiéndose casi, Gabilondo quiso recrear una conferencia del malogrado escritor norteamericano David Foster Wallace que pronunció en una universidad (se suicidó en 2008, después de haber escrito «La broma infinita», considerada una de las cien mejores novelas en inglés del pasado siglo). Prefirió contarle a sus alumnos una fábula que viene a ser más o menos así: se cruzan dos peces con otro más viejo que viene nadando en sentido contrario y que les pregunta:
¿cómo está el agua? La pareja, más joven, no responde y al rato le pregunta uno al otro: ¿qué demonios es eso del agua? Entonces, Gabilondo sube el tono y dice, para traer la fábula o lo que le interesaba: «Para saber en qué aguas nadamos, para ser consciente de dónde estamos y qué estamos viviendo en este preciso momento, para abstraernos del ruido y llegar a la verdad...». La verdad, ahí está dicha, pero tan sola. Lo primero que viene a la cabeza al oírle es –con todo el respeto– si él sabe en qué aguas está nadando y si es consciente de que está siendo arrastrado por una corriente de agua sucia. Para destripar esa verdad, remataba, está la herramienta de la cultura y la educación. Qué nostalgia. Gabilondo, que prologó «Discurso y verdad en la antigua Grecia», de Michel Foucault –otro condenado por la cultura de la «cancelación»–, sabe que la «parresía» es el compromiso del hombre con la verdad, con la sinceridad, y que decir la verdad comporta un riesgo, incluso el mayor de todos, que no hay verdad sin coraje. Sabe que con la aceptación de la mentira todo se vino abajo, también en su propio partido, y ya no basta con saber nadar con un cierto estilo. Hay que decir la verdad, profesor.