La Razón (1ª Edición)

Miren qué cosas: Laura Borrás ya es funcionari­a del Estado que detesta

- Jesús Amilibia

El circo catalán ofrece con frecuencia en su pista central números extraordin­arios, como el caso de Laura Borràs, presidenta del Parlament y ya profesora titular de la Universida­d de Barcelona. Era la única candidata que optaba a la plaza y su tesis doctoral versó sobre «Formas de la locura en la Edad Media». Afinando un poco y actualizán­dose, cuánto hubiera agradecido que la doctora en Filología Románica aliviara mi angustioso vivir sin vivir en mí (y el de otros muchos) con un análisis sobre las formas de la locura actual en Cataluña, tanto en la clase política como en quien la apoya y vota. Por ejemplo, cómo se puede detestar al Estado español y al mismo tiempo convertirs­e en funcionari­a de ese mismo Estado. Cómo se puede ser insigne separatist­a y a la vez adherirse al Estado del que se quiere separar. ¿Contradicc­ión? Ya decía Baudelaire mientras olía las flores flores del mal que «en la declaració­n de los derechos del hombre se olvidaron de incluir el derecho a contradeci­rse». Antonio Machín tocó el tema en «Corazón loco». Decía en su canción no comprender cómo se pueden querer a dos mujeres a la vez y no estar loco, para después confesar que era muy posible si una era la esposa y madre de sus hijos y la otra, el amor complement­ario, o sea, la querida o amante. En el caso de Borràs, España vendría a ser el gigoló a tiempo parcial al que nunca paga («España nos roba») Al revés: le paga él a ella, en un flagrante caso de chulería funcionari­al e intelectua­l, es decir, una cosa entre «La bien pagá» de Lola Flores y «Me debes un beso», de Manolo Escobar. Cosa fina. Pero algunos analistas de la cosa no han sabido ver el lado positivo del lío. Yo veo una Laura Borràs firmemente convencida de la perdurabil­idad del Estado español durante mucho tiempo. Nada de una España rota, nada de fragmentac­iones, soberanism­os o separatism­os. Todo lo contrario: demuestra la profesora su inquebrant­able fe en la fortaleza de la nación española, nación unida de la que espera vivir mucho tiempo, incluso más allá de la jubilación. Por cierto, enseñará Didáctica de la Lengua y la Literatura. Su relación contractua­l con España será de beso con lengua.

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