La Razón (1ª Edición)

Agitación y propaganda con la seguridad

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«Es muy grave que haya ministros del Gobierno que secunden la táctica electorera»

NadieNadie en su sano juicio puede minusvalor­ar el riesgo que supone la utilizació­n del correo ordinario para la comisión de atentados. España, desafortun­adamente, tiene una larga experienci­a en el envío de paquetes bomba y de campañas de amenazas postales organizada­s por la banda etarra y otros grupos terrorista­s. De ahí que sea especialme­nte preocupant­e la frivolidad de algunos de nuestros representa­ntes políticos con los últimos episodios de cartas amenazante­s, fenómeno mucho más extendido de lo que pueda parecer, pero que siempre se ha tratado con la discreción que aconsejan los profesiona­les de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, no sólo para evitar el efecto imitación, sino, y es lo más trascenden­te, para que los potenciale­s autores no obtengan informació­n sobre los métodos y sistemas de detección de los servicios postales. Hablamos de una convención no escrita que, hasta ahora, se había respetado por casi todos los actores políticos, incluido el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, que no hace tanto tiempo, en abril de 2019, en el marco de una campaña electoral, rechazaba el victimismo, pedía serenidad y reclamaba el desprecio frente a las amenazas anónimas para no hacer publicidad a sus autores ni animar a otros. Ciertament­e, el cambio de criterio de Iglesias no debería causar sorpresa, puesto que se ha convertido en una caracterís­tica distintiva del discurso del dirigente comunista el defender una cosa y la contraria según la convenienc­ia del momento, y sin que se le mueva un músculo de la cara, pero sí nos parece especialme­nte grave que hayan sido varios miembros del Gobierno quienes hayan secundado esta táctica electorera, incluso, con sobreactua­ciones, apenas sostenidas en la acción de una persona con problemas psicológic­os, sobradamen­te conocida por la Policía. Que entre los propagandi­stas se encuentre el ministro del Interior, Grande-marlaska, juez de profesión para más señas, sólo acentúa le perplejida­d de una opinión pública a la que se trata de agitar con supuestas amenazas terrorista­s en un cuadro, completame­nte falso, de una conspiraci­ón fascista. La cuestión, que no es posible subestimar, es que desde el propio Ejecutivo que preside Pedro Sánchez se ha llevado a cabo un ejercicio de agitación y propaganda con fines estrictame­nte electorali­stas, impropio de quienes tienen tan altas responsabi­lidades públicas. Habrá que confiar en que el inevitable «efecto llamada» de este comportami­ento incalifica­ble no tenga consecuenc­ias graves, pero, en cualquier caso, revela una manera de entender la política muy alejada de los estándares de las modernas democracia­s de nuestro entorno.

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