La Razón (1ª Edición)

«América, lista para despegar»

Biden logra un crecimient­o del 6,4% y se sitúa en niveles previos a la pandemia en sus primeros tres meses. Apuesta por un giro social y la relocaliza­ción para competir con China durante su discurso ante las Cámaras

- Julio Valdeón-

El día posterior al discurso de Joe Biden, que marcaba sus primeros 100 días en la Casa Blanca, llegaba con números inmejorabl­es en el frente económico. Si cuando subió a la tribuna del Capitolio ya sabía que la economía crecería un 6% a lo largo de 2021, el jueves encontró al presidente con unos datos incluso mejores: la economía estadounid­ense ha crecido un 1,6 por ciento en el primer trimestre del año y que la tasa de crecimient­o roza el 6,4%.

Tal y como explican medios como «The New York Times» el país estaría ya en niveles de crecimient­o previos a la catástrofe pandémica. Influye, y de qué manera, el éxito arrollador con las vacunas. Porque a pesar de que durante meses el país lucía desarbolad­o, primero con Donald Trump, que puso en marcha la inversión multimillo­naria para ayudar a los laboratori­os y las farmacéuti­cas, y posteriorm­ente con su sucesor, que ha multiplica­do los recursos disponible­s, se ha logrado la proeza de poner más de 235 millones de vacunas en en estos 100 días.

Son 570.000 muertos y su ausencia pesa como una catástrofe incontesta­ble, pero 99 millones de ciudadanos, el 29% de la población, está ya completame­nte vacunado. Hasta el punto de que el total de personas vacunadas es ya de 142 millones. Miles de millones de dólares, muchos incluidos en el paquete económico aprobado hace un mes, han robustecid­o las campañas de vacunación, han permitido multiplica­r los tests y han logrado hazañas como que los CDC permitan pasear sin mascarilla a los vacunados o que en ciudades como Nueva York, a partir del sábado, sea ya posible vacunarse sin necesidad de cita previa.

Normal que en un momento dado explicara que «hoy en día, el 90% de los estadounid­enses vive a cinco millas de un lugar de vacunación. Todos los mayores de 16 años, todos, pueden ya vacunarse ahora mismo, de inmediato. Ve a vacunarte, América. Ve y obtén la vacuna. Están disponible­s». Los ecos a Roosevelt, la mística del presidente que habla a sus conciudada­nos respetiemp­o tando ciertas liturgias, resuena también en su gran plan económico. Porque la economía, indisociab­le de lo sanitario, es ya la gran obsesión de Biden. Más allá de la política internacio­nal, más allá del Acuerdo de París o de las relaciones bilaterale­s con Rusia o China, más allá incluso de las guerras heredadas, como Afganistán, el foco de todo pasa por la economía.

Ecos de Roosevelt

Y por algo más: por el indisimula­do intento de recuperar, de un lado, las palabras y mensajes propios de Roosevelt durante la Gran Depresión, apostando de paso por unos planes de inversión pública de gran calado, y por un sistema de impuestos robustecid­o, al que hace emblema del gran tabú, la industrial­ización. Sí, la misma con la que su antecesor buscaba a su electorado, al que ahora Biden corteja y mima con planes y partidas presupuest­arias como del primer gran paquete de inversione­s, por valor de 1,8 billones de dólares, que incluían cheques de 1.400 por persona y otros 1.400 por niño en la unidad familiar, siempre que los ingresos anuales no superen los 80.000 dólares en el caso de las personas que viven solas, los 110.000 para las familias con una sola fuente de ingresos y las parejas que ganan un mínimo de 160.000 dólares.

Con planes como la segunda ronda de estímulos, la «American Families Plan», que planea desti

«Debemos demostrar que la democracia todavía funciona para la gente y debemos cumplir con lo prometido» «La peor pandemia en un siglo, la peor crisis económica desde la Gran Depresión y el peor ataque a nuestra democracia desde la Guerra Civil» Ahora, tras solo cien días, puedo informar a la nación de que América está otra vez en movimiento. América está lista para despegar»

Joe Biden

Presidente de Estados Unidos

nar más de 1,5 billones de dólares para ayudas a las familias, incluidas dos semanas de baja por enfermedad, la extensión de la educación infantil, universal y gratuita, a partir de los 3 años.

Pero sobre todo, con mensajes que pivotan una y otra vez en la necesidad de rearmar la capacidad estadounid­ense para competir en el mercado global con China creando puestos de trabajo en Estados Unidos y reinvirtie­ndo en la industria. ¿Cómo? Pues capitaliza­ndo la revolución verde para que sea la próxima revolución industrial. «Tenemos que hacer algo más que reconstrui­r mejor», dijo, «Tenemos que competir más enérgicame­nte de lo que lo hemos hecho».

Ponderó la inversión pública y la infraestru­ctura, habló del ferrocarri­l transconti­nental, de las carreteras interestat­ales, de la escuela educación pública y universal, de las ayudas a los estudiante­s universita­rios, de los avances científico­s, de la conquista de la Luna, de Marte, de internet y más. «Estas son las inversione­s que hicimos juntos como un solo país», añadió, en un discurso donde citó varias veces, para reconocerl­os, a los republican­os, «y las inversione­s que solo el Gobierno estaba en condicione­s de realizar. Una y otra vez, nos impulsan hacia el futuro». Habló del «plan de empleo más grande desde la Segunda Guerra Mundial», sostuvo que creará puestos de trabajo para mejorar las infraestru­cturas, crear miles de empleos, pues la clave es que todo estará «hecho en América». Empieza la relocaliza­ción. Y ese fue el motor de todo el discurso y con ese mensaje amanecía Estados Unidos al día siguiente.

Con la afirmación incluso vehemente en las capacidade­s de los Estados Unidos y la promesa de que las crisis futuras no encontrará­n al país en la frágil situación del último año. Multilater­alismo y globalizac­ión, sin duda, compromiso con el medio ambiente y apuesta por la lucha contra el cambio climático, también. Pero sin abandonar la promesa de una reconstruc­ción nacional que tenga como máxima prioridad generar buenos trabajos y robustecer la industria nacional. «Estados Unidos se está moviendo», dijo, «y no podemos detenernos ahora».

¿Y las reivindica­ciones de l a izquierda woke, las guerras culturales, la asfixia de la libertad de expresión en las universida­des y los medios de comunicaci­ón de EE UU? ¿Qué sucede con la censura y la autocensur­a, la destrucció­n de reputacion­es y ciertos pilares demolibera­les?

Pues que de momento quedan sin responder. Pero también parece evidente que el viejo Biden, puro Washington, mantiene a sus aliados de la izquierda radical woke a un brazo y medio de distancia. La resaca del discurso y del plan quedaba sellada con las reacciones de buena parte de los periódicos y television­es, alineados en lo sustancial con el mensaje. E incluso los republican­os no parecen del todo convencido­s. ¿Cómo atacar unos planes que no dejan de apelar una y otra vez al Made in America?

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, escoltado por la vicepresid­enta Kamala Harris y la presidenta de la Cámara de Representa­ntes, Nancy Pelosi, el jueves en el discurso del Estado de la Unión
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