La Razón (1ª Edición)

«SOY UN ESQUELETO ESPELUZNAN­TE»

- Manuel Calderón

NoNo lo dijo para pedir clemencia. Se lo dijo a su mujer, Yulia Navalnya, que podía verle a través de un monitor cuanto Alexei Navalny compareció ante la justicia desde el presidio en el que cumple condena. Es la primera vez que el opositor ruso aparece después de 24 días de huelga de hambre, que ha estado a punto de costarle la vida y cuyas secuelas son visibles. «Yulia, si puedes oírme, levántate un segundo, quiero mirarte. Ayer me miré en un espejo y soy un esqueleto espeluznan­te. Pesaba lo mismo que en séptimo grado». Apareció extremadam­ente delgado, demacrado, con el pelo rapado, pero con una fuerza y coraje que le permitirá –si alguna extraña sustancia no aparece en el rancho– afrontar su lucha contra Vladimir Putin. Tampoco se fiaba de los médicos de la prisión que ni le atendían por los dolores que tenía en la espalda, hasta que consiguió que fuese trasladado a un hospital a 200 kilómetros de Moscú. Son ya dos los médicos que atendieron a Navalny tras su envenenami­ento que han muerto en muy poco tiempo. Ayer compareció ante el tribunal para apelar una condena por difamar a un veterano de la Segunda Guerra Mundial, un caso separado al que lo llevó a la cárcel. El líder opositor no perdió la ocasión de acusar al Kremlin de convertir a «los rusos en esclavos» y llamó a Putin «rey desnudo». «Hemos desperdici­ado billones de rublos y nuestro país continúa deslizándo­se hacia la pobreza», concluyó. Nalvany aparece justo la misma semana en la que el tribunal de Moscú ordenó el cierre de su red de oficinas contra la corrupción al ser calificada­s como «extremista­s». Le queda una larga lucha.

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