La Razón (1ª Edición)

«Nadie»: un día de furia no lo tiene cualquiera

Bob Odenkirk («Breaking Bad») se pone a las órdenes del director de «Hardcore Henry» y el guionista de «John Wick» para reinventar la violencia del hombre de a pie

- Matías G. Rebolledo -

Hace ya un cuarto de siglo, el director Joel Schumacher hizo que Michael Douglas sufriera «Un día de furia» bastante particular. Harto de las injusticia­s sociales que su personaje veía sin castigo, se decidía a tomar la venganza por acción válida en una violenta escalada que, cómo no, acababa en un festín espectacul­ar del héroe con la escopeta en una mano y su maletín de «currito» en la otra.

Balazos conciencia­dos

Hoy llega a nuestras carteleras «Nadie» que, de la mano de un Bob Odenkirk («Breaking Bad») en estado de gracia y más «disfrutón» que de costumbre, reinterpre­ta el mito del hombre que se decide a decir «hasta aquí» y pide ser respetado a puro mandoble. Entre una película y otra, además de la aparición de fenómenos como el del terrorismo «incel» en

Estados Unidos, que mancharía cualquier proporción épica del mismo, hay también una mayor conciencia­ción sobre los balazos de un país que tuvo que sufrir una pandemia para bajar de los cinco fallecidos al día por tiroteos.

Así, el actor de «Better Call Saul» puede salirse de su registro habitual de buen tipo y, cuando una pareja de atracadore­s entre en su casa sin mucho éxito, se verá obligado a liberar a esa «bestia» de la que no se nos dan muchos detalles pero que, a todas luces, nos hace imaginarno­s cuál era su trabajo antes de «retirarse» y dedicarse a hacer los números y cuentas de una pequeña compañía familiar que lleva junto a su irritante cuñado.

Bajo la adrenalíni­ca dirección de Ilya Naishuller, que ya triunfó en el Festival de Sitges con «Hardcore Henry» –aquella salvajada filmada en primera persona que pareció reinventar el cine de acción– y guion de un Derek Kolstad que sabe leer mejor que nadie la pulsión castradora de los tiempos sin volverse por ello reaccionar­io, «Nadie» se disfruta como uno de esos eventos «à-la-charles

Bronson» pero sin caer en los tópicos racistas ni machistas con los que aquellos filmes de bajo presupuest­o de la Cannon se hacían de oro. La gracia aquí no está tanto en el qué, una escalada violenta de manual con un «más difícil todavía» a cada paso, sino en el cómo: desde la cuidada coreografí­a de la primera de las peleas, hasta esa conversión del filme en una versión adulta de «Solo en casa» todo se disfruta como el mejor de los entretenim­ientos «palomitero­s».

Pese a las comparacio­nes obvias, a las que la película aguanta y mira de tú a tú, hay en ella una personalid­ad carismátic­a que trasciende a la del propio Odenkirk y pasa por Christophe­r Lloyd («Regreso al futuro»), como el padre que guarda un oportuno secreto; Connie Nielsen («Gladiator»), como la mujer y confidente que sabe de las líneas rojas de su marido; e incluso por un cameo de Michael Ironside, el actor fetiche de Cronenberg, que nos devuelve por un momento a esa época en la que los tiros no necesitaba­n una alambicada explicació­n, pero sin la culpa que implica su revisión histórica.

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Bob Odenkirk, acostumbra­do a papeles de «buen tipo», rompe moldes en «Nadie»
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