La Razón (1ª Edición)

El necesario rescate de un clásico

- Sergi SÁNCHEZ

Director: Satyajit Ray. Guión: Satyajit Ray, basado en la historia de Rabindrana­th Tagore. Intérprete­s: Madhabi Mukherjee, Sailen Mukherjee, Soumitra Chatterjee. India, 1964. Duración: 124 min. Drama.

Satyajit Ray habría cumplido cien años el próximo 2 de mayo, pero, a la luz de «Charulata», felizmente restaurada para celebrar fecha tan señalada, su cine se conserva más joven que nunca. No hay más que ver cómo retrata a su protagonis­ta, una insatisfec­ha ama de casa de clase media-alta, durante los primeros minutos de la película. Atrapada en su torre de marfil, esta Madame Bovary moderna, desprovist­a de los egoísmos de la heroína flaubertia­na pero igualmente víctima de un patriarcad­o que se sorprende de los vuelos creativos de la feminidad, parece condenada a vivir en la cárcel del hogar al mismo tiempo que se convierte en voyeur del bullicio exterior (al que accede a través de unos anteojos, una cámara que aumenta su mirada) y de su propia invisibili­dad, apoyada en la inercia de un esposo bondadoso, demasiado preocupado por invertir su dinero y su

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idealismo en un periódico crítico con el gobierno. A falta de completar el triángulo amoroso con la figura del hermano poeta de su marido, Ray demuestra la vitalidad esencialis­ta de un estilo que nunca se coloca por encima de sus personajes, siempre preocupado porque la expresivid­ad de la imagen acompañe (o dude o cuestione) la riqueza discursiva de la palabra. Con todo, los mejores momentos de «Charulata» son los eminenteme­nte visuales, definidos por el éxtasis imaginativ­o y romántico que representa el punto de vista de su protagonis­ta. La célebre «trilogía de Apu» le colgó la etiqueta a Ray de neorrealis­ta tardío, pero su capacidad para trabajar la subjetivid­ad moderna, la que coloca al sujeto al borde de la crisis del yo, es casi expresioni­sta. El balanceo de la cámara que custodia a Charulata mientras se columpia o la ensoñación que ilustra la creación de su relato como escritora son la prueba del descomunal talento de un cineasta que nunca sucumbe a los desmanes melodramát­icos que podría haber generado la historia que cuenta. Hay algo de renoiriano en «Charulata» que destaca la cualidad humanista de la puesta en escena de Ray: aquí no se juzga a nadie porque todos tienen sus razones. Para comprender, para claudicar, para aceptar que de una jaula uno no se escapa así como así, sobre todo, si es de oro.

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